Zaragoza acogió el pasado 29 de mayo una de esas citas en las que la arquitectura trasciende su papel técnico para reivindicarse como acto profundamente social, ético y cultural. En un acto abierto celebrado en la Plaza de Ariño, el Colegio Oficial de Arquitectos de Aragón (COAA) dio a conocer los ganadores del XXXIX Premio de Arquitectura “Fernando García Mercadal”, un galardón que, año tras año, se consolida como faro de referencia para una profesión que ya no solo se mide en líneas y volúmenes, sino en valores.

Con la periodista Blanca Liso como conductora del evento, y la presencia de autoridades académicas, institucionales y profesionales de prestigio, el acto puso de relieve la importancia de una arquitectura comprometida con la sostenibilidad, la innovación y el respeto por el entorno. No se trató solo de premiar obras bellas o técnicamente sobresalientes, sino de reconocer aquellas que entienden la arquitectura como herramienta de transformación positiva de nuestro entorno y nuestra sociedad.

Un premio compartido: dos maneras de entender el territorio

El jurado de la XXXIX edición del Premio Fernando García Mercadal, conformado por Roberto Gascón, arquitecto y secretario de la Junta de Gobierno del COAA; el arquitecto de reconocida trayectoria profesional, Óscar Miguel Ares; la arquitecta investigadora de la disciplina arquitectónica, Atxu Amann; el Doctor en Historia del Arte Jesús Martínez Verón, la arquitecta ganadora de la última edición del Premio García Mercadal, Cristina Balet; y Marco Lahoz, Director General de Gres Aragón, patrocinador principal del premio (con voz peros sin voto), tras analizar 63 propuestas y seleccionar cinco finalistas, concedió el premio ex aequo a dos proyectos que, siendo muy diferentes en escala, función y contexto, comparten una vocación común: generar espacios humanos, sostenibles y con impacto positivo.

Por un lado, la Base de Emergencias de Villanueva de Gállego, obra del arquitecto Santiago Carroquino Larraz e impulsada por el Gobierno de Aragón. Este edificio, concebido para albergar helicópteros de transporte sanitario, protección civil e incendios forestales, se despliega con sobriedad y precisión en la llanura zaragozana. El jurado ha valorado especialmente cómo, mediante el uso de patios y una cuidada disposición de cubiertas, el edificio genera su propio “hábitat”, integrándose con el paisaje sin perder escala humana. Un ejercicio de arquitectura al servicio de la emergencia, pero también del territorio.

Por otro lado, la rehabilitación integral de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza, llevada a cabo por Magén Arquitectos (Jaime y Francisco Javier Magén). En este caso, se premia la combinación de respeto patrimonial e innovación energética. El nuevo edificio departamental, diseñado bajo criterios NZEB (edificio de consumo energético casi nulo), dialoga con el cuerpo original del edificio a través de ritmos y volúmenes que no imponen, sino que enriquecen. Una apuesta por la arquitectura universitaria como ejemplo de sostenibilidad y legado.

Ambas obras recibieron, además del reconocimiento, una placa conmemorativa realizada por Gres Aragón, patrocinador principal del certamen.

Más allá del premio: menciones que también importan

El jurado, también otorgó dos menciones especiales ex aequo y reconoció a otros proyectos finalistas que merecen ser destacados por su sensibilidad y compromiso.

Una de estas menciones fue para las intervenciones en el Real Monasterio de Santa María de Sijena, realizadas por Luis Franco Lahoz, Mariano Pemán Franco y Sergio Sebastián. El jurado subraya el equilibrio alcanzado entre lo nuevo y lo antiguo, así como la honestidad del trabajo de rehabilitación. Un ejercicio complejo, que logra mantener viva la atmósfera monástica sin caer en el mimetismo ni la imposición contemporánea.

La otra mención recayó en una vivienda unifamiliar en Barbastro, proyectada por Voilà Estudio (Laura Hernández, Jokine Crespo y Nacho Cordero). Un proyecto doméstico que no busca el aplauso fácil ni los fuegos de artificio, sino la creación de un espacio amable, adaptado a las necesidades reales de quienes lo habitan. Una reivindicación de la arquitectura como acto cotidiano y profundamente humano.

Además, entre los finalistas destacó el proyecto "Arquitectas en el mapa", un mapa interactivo digital creado por Lucía C. Pérez Moreno que visibiliza arquitecturas ideadas por mujeres en España entre 1965 y 2000. Este trabajo no es solo un ejercicio académico, sino una poderosa herramienta de memoria y reconocimiento que reivindica la presencia femenina en la historia arquitectónica española.

Arquitectura y valores: una apuesta del COAA

Lo que el Premio García Mercadal pone en juego no es solo la calidad arquitectónica de las obras, sino su capacidad para responder a los grandes desafíos de nuestro tiempo: el impacto social, la emergencia climática, el uso responsable de los recursos, el respeto por el paisaje, la innovación tecnológica y la perspectiva de género. Criterios todos ellos que el jurado tuvo especialmente en cuenta al emitir su veredicto.

En un momento en que la arquitectura debe tomar partido ante el modelo de ciudad, de territorio y de sociedad que queremos construir, estos premios actúan como una brújula ética y estética. Nos recuerdan que construir no es solo levantar muros, sino proponer nuevas formas de habitar, de relacionarnos y de cuidar lo común.

Celebración abierta y mirada al futuro

El hecho de que la ceremonia se celebrase al aire libre, en una plaza céntrica y de acceso libre, no fue un detalle menor. Fue un gesto de apertura, de devolver la arquitectura a la ciudadanía, de sacarla de sus despachos para insertarla en la conversación pública. Y eso también es arquitectura. Tampoco el de contar con patrocinadores premium como han sido en esta edición OTIS, Jacob Delafon y Lara Oficinas. Todas ellas empresas comprometidas en la actualidad del sector.

El Colegio de Arquitectos de Aragón, al convocar y mantener vivo este premio desde hace ya casi cuatro décadas, demuestra su compromiso no solo con la profesión, sino con la cultura y la transformación social. Porque la buena arquitectura no se mide solo en metros cuadrados, sino en la calidad de vida que proporciona y en los valores que encarna.

Y esa es, quizá, la lección más importante de esta edición del Premio García Mercadal: que construir bien es también construir mejor sociedad.

Roberto Gascón, Presidente de la Dem. de Zaragoza del Colegio Oficial de Arquitectos de Aragón.