Podemos pensar que el paisaje es una entelequia, pero no es cierto. El paisaje es cualquier parte del territorio, tal como lo percibe la población, producto de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos. Este paisaje es un combinado de elementos naturales, culturales, económicos y emocionales.
Aragón es su paisaje, una tierra de contrastes. Desde las montañas del Pirineo, a los bosques del Maestrazgo, pasando por los áridos Monegros y la estepa zaragozana, desde cima del Moncayo a las cuencas mineras. Estos paisajes forman parte de nuestra identidad. Y así lo recogen, también, escritoras y escritores aragoneses en su obra. Como en la vida, el paisaje aragonés es «una presencia silenciosa que todo lo impregna», decía Soledad Puértolas.
Ramón J. Sender, en su «Crónica del alba», hablaba de que «El paisaje de Aragón es ancho, inmenso, como un desierto arado y vigilado por montes que a veces parecen tener un lejano y vago sentido. La luz es deslumbrante, sobre todo en la estepa. A lo lejos, las sierras cerradas del Pirineo se alzan como gigantes protectores, eternamente quietos».
O la escritora turolense María Pilar Clau, en su novela «El invierno que vendrá», ambientada en un pequeño pueblo del Maestrazgo nos recuerda cómo éste «se alzaba imponente, con sus montañas y barrancos profundos. A veces, el paisaje parecía desolado, casi inhóspito, pero había una serenidad en su aridez, una paz en la amplitud de sus cielos despejados y en la soledad de sus caminos pedregosos».
Ese paisaje que es vida, naturaleza, biodiversidad, es el que rodea nuestras ciudades y también nuestros pueblos, aquellos de donde emigraron muchos de nuestros abuelos para trabajar en Zaragoza, a donde vamos a pasar el verano y compartir con nuestros hijos e hijas un mundo rural que se vacía, o mejor dicho, lo vacían.
Aragón se vende
Todo este paisaje está en venta. Aragón se vende. Se vende ni siquiera al mejor postor, al que primero haga una oferta, sin importar las consecuencias de los proyectos que se pongan en marcha para la vida de los y las aragonesas.
La digitalización, las energías renovables y el turismo se han convertido en tres motores clave para el desarrollo económico y social, pero también son tres de las amenazas con las que nos encontramos para un desarrollo sostenible que respete y preserve lo más valioso que tenemos: nuestro territorio, nuestros paisajes, nuestros pueblos, nuestra biodiversidad y nuestra sostenibilidad como especie. Los centros de datos, las renovables sin control (renovables sí, pero no así) y el turismo masivo son la otra cara de este desarrollo destructivo.
Nada de esto parece haberle importado al Gobierno de Aragón ni tampoco al Gobierno estatal, que están empeñados en vender a trozos nuestro territorio.
Las energías renovables son una oportunidad de democratizar el acceso a la energía y combatir el cambio climático que paradójicamente se están convirtiendo en un más de lo mismo, una nueva forma de extractivismo, en la que el único interés es obtener beneficio a costa de lo que sea.
No tratan de convertir Aragón en un entorno más sostenible, sino en una colonia energética desde la que alimentar industrias de fuera del territorio o los grandes centros de datos.
A eso se suma la falta de ordenación y planificación de la implantación de las renovables, o la aberrante gestión del Gobierno de Aragón, concediendo autorizaciones a proyectos troceados y con unos más que dudosos informes favorables del INAGA.
Además, nos hemos encontrado con la aprobación por el Consejo de Ministros de la implantación del denominado Clúster Maestrazgo, que supondrá 125 enormes molinos eólicos, 173 km de línea de alta tensión y deforestar casi mil hectáreas de una de las zonas naturales más importantes, y bonitas, por su biodiversidad del sur de Europa. De los 125 aerogeneradores, 84 de ellos están situados en áreas protegidas de la Red Natura 2000 en el Maestrazgo de Teruel. ¿Es esto transición ecológica?
¿Transición ecológica?
Y esta gran producción eléctrica, ¿para qué? Para alimentar los centros de datos, como el de Amazon, que en Aragón llegará a consumir la energía equiparable a una ciudad de 300.000 personas y cuyo consumo de agua, en un territorio desértico como el nuestro va a ser inasumible. Ese tipo de instalaciones oscilan entre los 25 millones de litros anuales y los 600 millones de los centros más grandes. ¿Transición ecológica?¿Democracia energética?
Con el impulso de los centros de datos, la Red Eléctrica recibe peticiones para enganchar 11.000 megavatios, 18 veces más que los proyectos reales.
Los especuladores piden licencias para revenderlas, como pasó con las renovables; y en infinidad de casos no existe un proyecto concreto detrás, el interés reside en conseguir licencias de forma rápida para luego revenderlas con un afán de lucro.
Pero es que según estimaciones facilitadas por Iberdrola, se prevé que la demanda de electricidad de los centros de datos en España alcance los 80 teravatios hora (Twh) en 2030, es decir, supondrán más de una cuarta parte del consumo de luz en España y superarán a los grandes consumidores actuales, las siderúrgicas, las cerámicas y algunas empresas químicas. Según los precios de los contratos a futuro que se están sellando en la actualidad, representarán un negocio de entre 4.800 millones y 5.600 millones de euros al año.
Ahora, además, la última ocurrencia de VOX es la de construir una central nuclear en Aragón para garantizar el suministro eléctrico.
Extractivismo
Este es el modelo, no de sostenibilidad energética, no de lucha contra el cambio climático, no de democratización de la energía o de los datos, solo pura y dura especulación, puro y duro extractivismo.
Y qué decir del turismo, mientras en Europa están clausurando estaciones a causa de la combinación de factores económicos y el impacto del cambio climático, que hacen inviable la sostenibilidad de muchas estaciones de esquí, en Aragón se sigue haciendo negocio. Las presiones de Aramón pese la falta de nieve en nuestro Pirineo y la connivencia del Gobierno de Aragón -donde el PSOE y el PP aquí sí se ponen de acuerdo- va a transformar el precioso parque natural de Canal Roya-Anayet en un paisaje de hierros y cemento.
La plataforma por la defensa de las Montañas de Aragón recuerda que en 2022 la DGA anunciaba la unión de las estaciones de esquí de Astún y Candanchú con un presupuesto de ocho millones de euros que no ha parado de incrementarse hasta los 35 millones. Todo a la mayor gloria de los Yarza, los Alierta, los Solans, los Santacruz, y los Forcén, que son los propietarios de esas estaciones.
Hablamos de dinero público que se va a invertir en un modelo de turismo insostenible, de nieve artificial, que trae consigo destrozos medioambientales en nuestros paisajes, cambios imposibles de revertir.
Ningún modelo de desarrollo será justo social y ambientalmente si se continúa apostando por un sistema económico insaciable de recursos que encuentra en las grandes empresas energéticas y en sus grandes proyectos insostenibles la forma de perpetuar sus beneficios, aunque ello conlleve la degradación del planeta, sobre el territorio, las poblaciones, nuestros paisajes.