José Cortes con uno de sus caballos de escuela.

José Cortes con uno de sus caballos de escuela.

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José inculca a sus alumnos de doma el respeto y amor por los caballos: "Queremos que participen en todo el proceso"

Desde su centro en San Vicente, trabaja en su espectáculo "La Magia del Cavalo", que reúne elegancia con unas ganas de celebrar la unión entre la tradición ecuestre y la pasión flamenca.

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Alicante
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En los caminos de arena de San Vicente del Raspeig, donde la vida respira tradición, disciplina y pasión, José Cortés se mueve entre caballos como quien teje una conversación profunda.

Aquí, el caballo no es instrumentalizado, ni reducido a la inmediatez de un triunfo deportivo, sino un verdadero compañero, y el respeto hacia él, la columna vertebral de su doma y, en realidad, de su vida ecuestre.

"Domar un caballo requiere de mucho tiempo, paciencia y amor". Con esta filosofía resume lo que se cuece en su hípica ubicada en un entorno inmejorable.

La pasión por el mundo equino persigue a Cortes desde su infancia, cuando su padre le regaló un caballo con 10 años.

Sin embargo, el jinete fue siguiendo otro camino, sacándose una carrera universitaria y trabajando durante 18 años para Inditex.

Hasta que un día decidió "dejarlo todo" y dedicarse a tiempo completo a los caballos.

Así, viajó por toda Europa para formarse con los más grandes de la alta escuela, hasta instalarse en Alicante, donde tiene actualmente su propia escuela en la que se cuecen las coreografías tan impresionantes que presenta en espectáculos y concursos de la mano de La Magia del Cavalo.

Más allá del espectáculo

Cortes preside tanto la rutina de doma como la emoción de los espectáculos con la serenidad del que conoce el alma animal.

Su filosofía es taxativa: “Aquí no hay cabida para el castigo". El caballo, repite, no es una herramienta ni un atleta desechable, sino un ser vivo cuya dignidad determina la calidad de la doma y la legitimidad de quien la ejerce.

La doma, en sus palabras, requiere tiempo y compromiso: “Hay gente que quiere resultado con un solo día a la semana. Olvídate. Nadal no entrena un día solo”, ejemplifica.

El respeto se traduce también en dedicación, en entender que el progreso exige paciencia y atención a los ritmos y límites individuales del animal.

A los alumnos y visitantes les educa en esa ética en el que reina la limpieza completa antes de montar, monturas cuidadas, cascos levantados y aceitados y, fundamental, que el caballo luzca y sea feliz.

Tú los ves todos con brillo, con lustre y bien peinados”, presume, orgulloso de ese testimonio visual de bienestar.

Ahí varios jinetes tienen sus propios caballos que aprenden a domar gracias a Cortes y a otros trabajadores, como es el caso de María.

María, junto a su caballo Cid.

María, junto a su caballo Cid.

Hace un año y medio, María descubrió su pasión por los caballos, un hallazgo que le empujó a empezar a montar y a dedicarse al 100% a este mundo con el paso del tiempo.

Hoy, disfruta de las instalaciones de la hípica de Cortes en la cual trabaja ahora tanto ayudando a otros alumnos como participando en los espectáculos, además de seguir domando a su caballo Cid: Me enamoré de él y me lo quedé", asegura.

Educación y comunidad

Cortés también pone el acento en la formación, no solo en la doma sino en la vida con caballos.

Rechaza tanto la mentalidad elitista tan común en otros países como la falta de cuidados en algunos centros ecuestres, "se debería cuidar más al caballo en general", asegura.

El día a día en sus instalaciones está pensado para que los alumnos, ya sean jóvenes que ambicionan la profesionalización, o aficionados en busca de equilibrio interior, participen en el proceso completo, desde preparar el caballo, limpiar la montura, observar su estado, calentar antes de montar, hasta cuidar del animal después.

“Buscamos, aunque haya quienes solo quieren pasarlo bien, un toque de profesionalidad siempre, y sobre todo, queremos enseñar la realidad de la equitación desde el respeto”.

Guiado por la ética

En cada espectáculo que firma con La Magia del Cavalo, junto a familia y amigos, la celebración no es para el ego humano, sino para ese vínculo invisible y profundo con el animal.

Así, en cada espectáculo, reúne elegancia con unas ganas de celebrar la unión entre la tradición ecuestre y la pasión flamenca.

En palabras del propio Cortes, “caballos, jinetes y bailarines ponen su alma y sentimiento en cada movimiento”, donde lo artístico y lo ecuestre se funden, apostando siempre por el bienestar y la autenticidad.

“Los caballos, seres que sanan y conectan, forman parte fundamental de esta experiencia, aportando una dimensión especial y un vínculo único”, asegura.

En el fondo, lo que diferencia la escuela de José Cortés de otras hípicas no es solo su nivel técnico, sino la decisión consciente de inculcar una cultura del respeto.

Su escuela no enseña solo a montar, sino a acompañar, a compartir tiempo y cuidado, a entender que la excelencia viene, siempre, después del respeto.

Un respeto que, en San Vicente, brilla en cada grupa pulida, en cada relincho libre, en cada espectáculo donde, como el propio Cortes, el caballo es protagonista y maestro a partes iguales.