Patricia Palao, de la mercería Tere.

Patricia Palao, de la mercería Tere.

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Patricia, dueña de una mercería con más de 80 años en Alicante: "Estamos en peligro de extinción"

La gerente de la Mercería Tere habla de su pasión por el trabajo y de cómo ha tenido que reinventarse para mantener en pie un negocio fundado en 1940.

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Alicante
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Hay negocios que son mucho más que un lugar de compra. Son espacios que han acompañado a generaciones, han visto cambiar a la ciudad y siguen en pie como testigos de otra época. Uno de ellos es la Mercería Tere, un clásico de Alicante con más de 80 años de historia.

Al frente está hoy Patricia Palao Acevedo, que con 40 años representa a la tercera generación de su familia en este emblemático comercio. Desde EL ESPAÑOL de Alicante hemos hablado con ella sobre la trayectoria de la tienda y los secretos que le han permitido mantenerse en un sector cada vez más raro en las grandes ciudades.

La Mercería Tere es, además, uno de los negocios participantes en la exposición 'La vida local alicantina: una retrospectiva', un proyecto impulsado por la inmobiliaria Casamayor para reconocer a los comercios que han marcado la vida de la ciudad.

Una vida entre hilos

Entrar en la Mercería Tere es hacer un viaje en el tiempo. Los icónicos cajones naranjas, con más de medio siglo de historia, son un recuerdo común para muchos alicantinos.

Patricia lleva las riendas desde hace dos décadas, pero confiesa que este lugar siempre ha sido parte de su vida. "Recuerdo las tardes de salir del cole y venir a arreglar botones. Siempre he estado entre hilos y agujas", rememora.

El origen del negocio se remonta a los años 40, cuando Tere, una mujer llegada de Madrid, abrió un pequeño local en una de las calles más importantes de la ciudad.

Años después, la familia de Patricia, que regresaba de Venezuela tras emigrar en la posguerra, compró la tienda. Desde entonces, la mercería ha pasado de abuelos a padres, hasta llegar a ella.

Reinventarse para sobrevivir

En estas dos décadas, Patricia ha sido testigo de cómo el sector cambiaba. "La mercería que yo cogí hace 20 años a la de ahora, tiene un aire más juvenil, más innovador", asegura.

La desaparición de tradiciones como los faldones de bautizo o los vestidos de novia hechos a mano obligó a transformar la tienda. Nuevas telas, tocados, sombreros y pamelas, muchos elaborados por ella misma, son hoy parte esencial del negocio.

Aunque no está sola. Patricia trabaja junto a dos empleadas, una de ellas su "mano derecha", a quienes considera parte de su familia.

Pero la clave, insiste, es la pasión: "Va a sonar romántico, pero yo creo que primero también es la ilusión. Tiene que gustarte lo que haces porque mi trabajo en concreto tienes que tener mucha paciencia".

Clientela: de abuelas a nietas

Uno de los mayores orgullos de Patricia es la fidelidad de sus clientas. "Es muy bonito haber atendido a una señora que me trajo a su hija para cuando se casara, y esa hija después me trae a su bebé para bautizarla y después repite con un tocadito de comunión", explica emocionada.

Victoriana Villodre y Patricia Palao

Victoriana Villodre y Patricia Palao

Ese vínculo generacional convive hoy con un público más joven y diverso. Las redes sociales han abierto las puertas de la mercería a turistas y a nuevos clientes interesados en el ganchillo o la costura como afición.

"Quiero pensar que estamos intentando parar un poco", reflexiona Patricia sobre este renovado interés por lo artesanal en un mundo que va demasiado deprisa.

Mucho más que vender hilos

La Mercería Tere es también un lugar donde se resuelven problemas cotidianos. Cambiar un carro de cremallera, reparar un toldo o arreglar un bajo son parte del día a día.

Durante la pandemia, incluso se convirtió en un servicio esencial, enviando material para confeccionar mascarillas o paquetes de lana para entretener a las clientas confinadas.

Sin embargo, Patricia es realista sobre el futuro del sector. "La mercería tradicional está abocada a la extinción, sinceramente", admite, aunque confía en que siempre habrá un público que valore lo artesanal y lo exclusivo.

Convencida de que el pequeño comercio da carácter a las ciudades, Patricia lanza un mensaje claro: "Al final somos lo que le damos personalidad a la ciudad. Yo creo que una ciudad se identifica por el pequeño comercio".

Por eso invita a los alicantinos a pasear y redescubrir esos negocios que, como la Mercería Tere, llevan décadas siendo parte del alma de Alicante.