Esta semana las instituciones de la Comunidad Valenciana se vuelcan, en Madrid, en promocionar los destinos de la región en todo el mundo. No en vano, este sector supone más del 15% del PIB de la Comunidad. El año pasado, el informe IMPACTUR cifró en caso 20.000 millones de euros el impacto del sector en el conjunto de la región. Una cifra nada desdeñable.

Desde hace años este hecho ha provocado que el turismo, en términos generales, se haya sacado de la contienda política. Tan sólo la tasa turística impuesta por Compromís y Podemos dentro del anterior ejecutivo hegemonizado por el PSPV-PSOE de Ximo Puig, ha sido un arma de confrontación política. Hoy, tras el ascenso del PP a la Generalitat, esa amenaza se ha diluido.

En cualquier caso, la celebración esta semana de la feria madrileña debe servir a todos para redefinir los objetivos conjuntamente y buscar las soluciones más adecuadas para que los destinos turísticos de la Comunidad Valenciana sigan estando a la vanguardia y compitiendo de tú a tú con la numerosa oferta que hay en el Mediterráneo.

Por un lado, la Comunidad debe seguir compitiendo en términos económicos ajustando los precios a la demanda en un contexto mundial donde la inflación está retrotrayendo el consumo. Pero de otro, como afirmaba el propio informe al que me he remitido antes, debe "transitar hacia un modelo turístico en equilibrio con la sostenibilidad socioambiental y con el mayor retorno y prosperidad para la ciudadanía valenciana".

El reto es enorme pero la profesionalización del sector en la región ha permitido que muchos de los que actualmente tienen capacidad para gestionar el turismo sean personas muy especializadas y con experiencia. Y saben que la relevancia del impacto económico general del turismo ha dependido de la múltiple oferta tanto de alojamientos como de tipos de turismo: sol y playa, cultural, deportivo, de congresos, de cruceros...

En este escenario, como sucede siempre, nunca llueve a gusto de todos. Y empiezan a larvarse algunos desencuentros, en su mayoría de carácter personal, que no ayudan en nada al objetivo común. Hay quien pide más protagonismo y hay quien simplemente pide más atención.

Todavía hay tiempo para reconducir estas tensiones. Quien está al mando la nave debe ser sensible a las inquietudes de todos. Pero quienes se quejan por lo bajo no deben hacer de su causa particular una causa común que termine por impedir los éxitos a los que está llamado el sector en los próximos años, después de haber conseguido recuperarse de un golpe tan grande como el que provocó la pandemia y las restricciones de movilidad.