Cuando estamos en unas Navidades dominadas por la histeria -a mi juicio no del todo justificada-, todos sabemos que a finales de enero este nubarrón se disipará. En cualquier caso, hay algo que también conocemos; les Fogueres 2022 se celebrarán. Nota a pie de página: el pasado sábado se desarrolló una procesión en Sevilla. 

Aunque carezcamos de la necesaria pedagogía sobre la enorme dificultad de transmisión por contagios al aire libre, el valiente precedente de las Fallas de Valencia del pasado septiembre modificó las perspectivas a numerosas celebraciones, permitiendo que en los últimos meses no pocas de estas se recuperaran en todo el país, sin incidencia negativa alguna, por cierto.

Dicho esto, la Festa de 2022 albergará la emoción del reencuentro, y en ella solo me caben dos dudas bajo la mirada de hoy; la posibilidad o no de la celebración de las mascletaes en Luceros, y las limitaciones de algunos macro racós del centro de la ciudad, al marcarse quizá limitaciones de aforo en función del espacio disponible.

 Tras dos años ausentes de nuestro Sant Joan, la mayor parte de las comisiones han puesto el stand by, estableciendo limitación de pagos para evitar en lo posible fugas, recargando su economía y en algún caso tapando agujeros, lo que permitirá una edición donde impere la alegría colectiva, por encima de un inevitable temor latente. No fallará; cuando suenen los primeros pasodobles, la emoción volverá a aflorar.

 En cualquier caso, el gran problema vendrá en 2023, una vez les Fogueres se expongan -como todas las fiestas de la Comunidad- al escrutinio de la realidad. Ahí llegará la incertidumbre, al comprobar hasta donde la incidencia de la crisis, la inflación, y el paro, perjudique un tejido social foguerer eternamente débil.

 ¿Qué va a suceder con aquellas comisiones familiares que ya antes de 2020 se encontraban entre alfileres? ¿Con aquellas especiales que han funcionado por encima de sus posibilidades, y ven como su estructura se ha resentido de manera considerable? ¿Con aquellos sponsors que ya para 2022 van a dejar de funcionar?

En realidad, la problemática de la Covid19 ha agudizado en Alicante el drama preexistente en parte de nuestras comisiones -aproximadamente un 25% de estas-, esencialmente ubicadas en barrios más o menos alejados. En ellos se ha focalizado un creciente divorcio entre un vecindario cada vez menos asociativo, y unas comisiones limitadas e incapaces de articular un plan conjunto capaz de revertir una deriva que, mucho me temo, ese año nos proporcionará sorpresas poco gratas.

Contra lo que se suele afirmar, el número de comisiones de foguera se mantiene estable durante las dos últimas décadas. El de barracas sigue bajo mínimos desde hace muchos años, y la realidad es que les Fogueres únicamente se mantienen con fuerza en el centro por el tirón de sus posibilidades lúdicas, y en el entorno festero del Pla-Carolinas. 

Por el contrario, en el resto de Alicante su presencia es más irregular, y es ahí donde cabe lamentar una creciente desertización de la misma, que es ya evidente en zonas residenciales como la Playa de San Juan. Es cierto que también cabe señalar oportunos destellos en otras comisiones que caminan seguras, pero la realidad es que 2023 marcará el futuro de nuestras queridas fiestas. Crucemos los dedos.