Durante toda la semana, parte de la Comunidad Valenciana ha vivido convulsionada por las intenciones del Gobierno Botánico de Ximo Puig de legislar contra los profesionales sanitarios en el ámbito de la Obstetricia y la Ginecología. El PSOE  ha preferido no enfadar a sus socios (Compromís y Podemos, los inductores de la medida) y conservar su Gobierno a proteger a los profesionales y legislar con sentido común.

Finalmente, las Cortes Valencianas decidieron instar al Gobierno de Pedro Sánchez a incluir los daños que puedan causar los profesionales durante el momento del parto a la mujer gestante, como violencia machista. Y luego vendrá la legislación autonómica. El PSOE asegura que tratará de "encajar" la ley, pero ¿de qué valdrá si en ámbito Nacional ya la han avalado?

El concepto de "violencia machista" o "violencia contra la mujer", por hecho de ser mujer (la mitad de la población) es controvertido. Pero en este caso lo es aún más por dos cuestiones especialmente significativas.

Primero porque el 60% de los profesionales de la Ginecología son mujeres y el 90% de las matronas, también. ¿Puede ser machista la supuesta violencia de mujeres contra mujeres? No lo creo.

Y en segundo lugar porque nada tiene que ver, en mi parecer, una violencia ejercida voluntariamente con otra, que yo no calificaría ni siquiera como violencia, que puede llegar a producirse en el ámbito del tratamiento médico cuando lo que intentan los profesionales es sanar o ayudar al parto.

Seguramente se producen consecuencias no deseables con algunos tratamientos y estoy convencido de que la ciencia intenta mejorar todos los procesos para evitarlos, pero a veces, por el momento, son inevitables. Al final, como todo en la vida, ante dos valores a proteger o dos fines a conseguir, ambos legítimos, depende de lo que pongamos en la cúspide nuestros objetivos. Así, entre el dolor de una madre y el nacimiento de un bebé, la mayoría elige el objetivo prioritario de la salud del niño (o niña). Sobre todo las madres.

Conozco a muchos profesionales sanitarios y estoy convencido de que no anteponen por capricho procedimientos dolorosos que terminan sanando. A veces incluso tienen que tomar decisiones a vida o muerte en cuestión de minutos o segundos. Podemos confiar en ellos y en su criterio. O podemos ponerles encima una espada de Damocles que suponga que tienen que tomar esas decisiones bajo la amenaza de que si se equivocan estarán cometiendo un delito.

Además, un delito gravemente considerado por la sociedad como el de la "violencia machista" que implica la ignominia de usar una posición de dominio (ya sea por fuerza o por poder) para vejar y humillar a una mujer por el simple hecho de que es mujer. Nada que ver con lo que yo conozco como el momento de la gestación de un nuevo ser humano. Por eso no salgo de mi asombro con algunas iniciativas políticas.