Dice el refrán que "quién con niños se acuesta...", y eso mismo ha pasado esta semana a los nacionalistas con su principal socio, Ximo Puig, y con sus principales adversarios en lo ya pactado, PP y Cs. Compromís, los nacionalistas valencianos que quieren que les dejen de a llamar así de cara al exterior pero que lo reivindican ante su parroquia, ha demostrado una vez más que no son muy de fiar en política. Quien tenga que tomar nota, que la tome. 

Mientras Puig se reunía con el presidente andaluz, José Manuel Moreno Bonilla, para intentar hacer un frente común que permita aumentar la financiación de las comunidades con mayor población, Mónica Oltra se la jugaba en connivencia con el podemita Héctor Illueca. 

Como ya he dicho en alguna ocasión, da igual lo que opine de las estrategias de Puig para que llegue más dinero a la región. Es un objetivo legítimo y según todos los miembros de Gobierno 'Botánico' prioritario. Por eso no se entiende que Oltra le contraprograme con una reivindicación tan polémica como extemporánea como la de la "tasa turística".

¿No había otro día? ¿Qué es lo que esperaba conseguir la nacionalista, un minuto de gloria en una jornada en la que debía ser meramente una espectadora? Eso es a lo que me refiero con política de niño de párvulos: yerra en el día, yerra en las formas y yerra en las prioridades.

A no ser que con esa pueril estrategia lo único que intente es hacer olvidar al ciudadano desinformado lo que dice la sentencia del TSJCV sobre su actuación en el caso por el que ha sido condenado su exmarido por abusos sexuales. El "interés de exculpar o aminorar una eventual responsabilidad de la Generalitat". Política de los 80 y 90: suelto una bomba para ocultar otra. Eso ya no funciona.

"No obedezco como una niña", dijo el otro día la líderesa de los nacionalistas a cuenta de los Presupuestos. Por eso es buen momento para recodarle que si no quiere que la traten como una niña, lo primero que debería de hacer es no comportarse como una niña. Porque lo de la "tasa turística" es una rabieta para buscar protagonismo. Y si a los niños hay que ponerles límites, Puig debería poner límites a su vicepresidenta de igual modo.

Pero es que en su partido parece haber cundido el ejemplo. Me refiero a lo que pasó el jueves tras la Junta del Teatro Principal de Alicante. Lo que no es de recibo es que en el órgano en el que se debe debatir el futuro inmediato de una institución se apruebe todo por unanimidad y en el apartado de ruegos y preguntas se eche todo ese trabajo por tierra.

La Conselleria de Cultura que dirige el también nacionalista Vicent Marzà  se comportó como un socio más del coliseo alicantino, sin poner problemas. Pero esperó como un niño pequeño a terminar la reunión para plantear una mediática propuesta de compra de la parte del Ayuntamiento en la institución para controlarla aduciendo un inexistente "bloqueo".

Otra vez importa más la foto que la gestión. La cosa tiene su miga porque la Generalitat siempre se ha despreocupado de la cultura en Alicante centrándose en Valencia y Castellón. Y ahora quieren ser sus grandes salvadores. Pero los datos están ahí: en Alicante gastan 2,12 euros por ciudadano en cultura mientras que en Valencia y Castellón alrededor de 15 euros.

Ximo Puig entró antes de elecciones en el Principal de Alicante para lanzar a su gran mirlo blanco, Paco Sanguino (entonces director), como candidato a las municipales. Vaya ojo. Y ahora los de Marzà lanzan la OPA al Ayuntamiento dirigido por PP y Cs no se sabe muy bien con qué intenciones. ¿Están cerca unas nuevas elecciones, se preguntaba en este mismo diario mi compañero Miquel Hernandis? Pues depende de lo que pase con los Presupuestos.