El libro de Antonio Torremocha, 'Antonio Meulener: el Oppenheimer español', relata en clave de novela histórica la figura de uno de los grandes inventores militares del siglo XX.

El libro de Antonio Torremocha, 'Antonio Meulener: el Oppenheimer español', relata en clave de novela histórica la figura de uno de los grandes inventores militares del siglo XX. Editorial Almuzara

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Meulener, el 'Oppenheimer español': creó la bomba para aniquilarlo todo y se llevó el secreto a la tumba

Su bomba termobárica, el 'Tóspiro', fue probada en los montes de Toledo. El potencial explosivo fue tan devastador que, aterrado, destruyó los diseños.

18 abril, 2024 03:04

La historia se escribe sobre la sangre de las víctimas y de los verdugos. O, como aseguraba el filósofo Peter Kingsley en referencia al olvidado Parménides, sobre las historias de aquellos hombres que se apoderaron de las sabidurías ajenas y las hicieron propias, arrogándose una fama que no les pertenecía. Algo parecido ocurrió con Antonio Meulener, bautizado como el 'Oppenheimer español', uno de los potenciales precursores de la bomba atómica gracias al diseño y perfeccionamiento del Tóspiro, la que fue, a todas vistas, la primera bomba termobárica o de vacío de la historia.

Meulener, ingeniero militar e inventor compulsivo, comenzó el diseño de este aparato de destrucción masiva hacia 1905 y lo culminó en la fábrica de armas de Toledo en 1912. Ese mismo año, lo probó en la cordillera toledana, en un área que separa la cuenca del Tajo del Guadiana. El resultado del experimento lo dejó aterrado. Así lo describió el teniente general Luis Bermúdez de Castro, amigo de Meulener y único militar de la época que fue testigo de la explosión y registró, años después, todo lo ocurrido en un artículo publicado en el diario ABC

"La impresión fue profunda. No hallé un árbol, ni un hierbajo, ni rastro alguno del ganado. Ni siquiera piedrecillas en el suelo. Los campesinos del lugar estaban aterrados. La Guardia Civil me informó de que la explosión de la granada había sido como un terremoto y que de los rebaños cercanos no habían hallado ni sangre, ni pelos, ni huesos". La bomba termobárica, hoy prohibida por la Convención de Ginebra, generó una brutal deflagración y, después, un vacío que hizo que desaparezca todo ser viviente. Un arma absolutamente devastadora.

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El terrorífico lanzamiento fue motivo suficiente para que el propio Antonio Meulener, que se consideraba un humanista cristiano, aterrado ante las posibles consecuencias de su invento para la Humanidad, decidió destruir todos los planos y que nadie lo replicase. El planeta se encontraba a sólo dos años de que estallara la Primera Guerra Mundial y España estaba llena de espías ingleses, alemanes, franceses. Si los planos del 'Tóspiro' caían en malas manos, Europa estaba perdida.

Meulener quemó los planos y jamás mostró a nadie los diseños originales. Ese mismo año, sólo dos meses después de la detonación, el militar falleció, se dice que aquejado de las secuelas de la tuberculosis que padecía desde joven, las cuales se agravaron tras respirar los gases derivados de la detonación de la 'Tóspiro' (el nombre proviene del término 'gases tóxicos').

Antonio Torremocha, autor del libro 'Antonio Meulener: el Oppenheimer español'

Antonio Torremocha, autor del libro 'Antonio Meulener: el Oppenheimer español' Editoria Almuzara

"La historia del mundo podría ser hoy muy distinta si Meulener no hubiera destruido los planos de su bomba", asegura Antonio Torremocha, historiador algecireño y autor del primer y único libro en español sobre la figura del inventor, la novela biográfica Antonio Meulener: el Oppenheimer español (Ed. Almuzara). "No podemos siquiera imaginarnos qué habrían hecho los alemanes en 1914 si hubieran tenido acceso a la bomba termobárica y hubiesen decidido lanzar una sobre Roma o París".

Torremocha ha querido bautizar a Meulener como el 'Oppenheimer español' porque, al igual que el inventor y director del Proyecto Manhattan que dio origen a la bomba atómica, el español se arrepintió de su invento. "Lo que pasa es que el de Oppenheimer fue un arrepentimiento tardío, después de que ya hubieran muerto 200.000 personas en Hiroshima y Nagasaki. Meulener, por el contrario, se dio cuenta a tiempo. Fue un visionario". 

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A pesar de haber quedado relegado al más absoluto de los olvidos por su peligroso ingenio, la bomba termobárica o de vacío no fue el único invento del que Meleuner fue precursor. El primer misil balístico de la historia, la conocida como 'Bomba V-2' alemana, patentada por Wernher von Braun en 1942, tuvo su origen real en España. En 1901, 41 años antes de que los nazis patentaran el misil, en la prensa española ya se hablaba del 'Torpedo Meulener', un proyectil con aletas direccionales cuya estructura era muy similar al cohete de guerra de Alemania.

Antes incluso del misil balístico, el ingeniero militar ya había patentado el Bastón de Meulener, un instrumento destinado a la realización de levantamientos topográficos de campaña de forma extremadamente eficiente y por el que recibió honores militares. También patentó un aparato criptográfico similar a la máquina secreta de los nazis, la Enigma. "Consiguió hacer un aparato que imposibilitaba que el enemigo averiguara los mensajes enviados. Meulener fue un genio que dedicó toda su vida a la investigación", incide Torremocha.

La compleja historia de Meulener

Antonio Torremocha lleva más de un año indagando en los archivos históricos de Meulener. El historiador asegura que, a pesar de llevar casi cinco décadas escribiendo libros de historia y de haber publicado una decena de libros sobre el pasado y las gentes de Algeciras, no fue hasta octubre de 2023, gracias al programa Cuarto Milenio, cuando escuchó hablar por primera vez de la figura del 'Oppenheimer español'.

"Me obsesioné con ello. Conseguí una biografía del lugar en el que Meulener había estudiado, la Academia de Infantería de Toledo, y empecé a tirar del hilo. Descubrí todos los destinos en los que había estado, que su padre fue un carabinero de Algeciras, que alquiló una casa en la Plaza Alta del centro de la ciudad, que la fecha oficial de su nacimiento fue el 16 de abril de 1861. Antonio Meulener Verdaguer. Cuatro días después, fue bautizado en la Iglesia Parroquial de La Palma. Luego, en 1912, murió y fue enterrado en Algeciras". 

Portada del libro del historiador Antonio Torremocha: 'Antonio Meulener: el Oppenheimer español'.

Portada del libro del historiador Antonio Torremocha: 'Antonio Meulener: el Oppenheimer español'. Editorial Almuzara Imagen cedida

Meulener estudió en la Escuela Municipal de Algeciras y, con 16 años, su padre, sabedor de que le apasionaba el Ejército, lo mandó a la prestigiosa academia militar toledana, de la que, dos años después, salió convertido en alférez. "Llegó a ser teniente y capitán. Fue un militar brillante. Un humanista muy religioso que odiaba los destinos cuarteleros y que prefería que le dejaran solo para investigar en vez de mandar a las compañías y a los soldados", asegura Torremocha.

Destinado de nuevo en Algeciras durante su madurez, coincidió con José Gamir y Maladen cuando este fue nombrado gobernador militar del Campo de Gibraltar. Meulener se convirtió en su ayudante, lo que le granjeó un gran prestigio. En 1906, Agustín de Luque y Coca ascendió por segunda vez a ministro de Guerra y Meulener fue enviado por petición expresa del político a la Fábrica de Armas de Toledo, donde trabajó, en comisión de servicio, en un proyecto secreto para elaborar la bomba termobárica 'Tóspiro'. "El propio Luque Coca quiso que aquella investigación fuese totalmente anónima. No hay ni restos de ella en la prensa de la época", asegura Torremocha.

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De hecho, cinco años después, cuando el propio Meulener, ya maltrecho y enfermo, decidió eliminar los diseños de 'Tóspiro' tras comprobar su potencial devastador, el ministro de Guerra fue a visitarlo. 'Antoñito, ¿por qué has destruido la fórmula?'", le preguntó Luque y Coca. "Yo, que estoy cerca de la muerte, no puedo permitir que la Humanidad sea devastada por mi invención", dicen que le respondió Meulener. "Pero podríamos haber recuperado Gibraltar", le respondió el primero. "Sin embargo, te comprendo. Yo habría hecho lo mismo". 

En agosto de 1912, dos meses después de la prueba termobárica, Meulener murió en Algeciras a la edad de 52 años. No tenía ni esposa ni hijos ni nadie que cuidara de hacer valer su legado. Hoy es una de esas figuras insignes de la historia de España enterradas bajo la arena del olvido.