El acuerdo con CVC, una mala solución para LaLiga
El acuerdo con CVC es una solución precipitada y descorazonadora que recuerda a los tiempos en que los clubes tuvieron que convertirse en sociedades anónimas deportivas.
Una asamblea siciliana con amenazas vertidas y disensiones de calado dio el visto bueno a un acuerdo infinito que recuerda más al pasado que enfoca al futuro. Un acuerdo que es un plan de saneamiento privado, un clavo ardiendo polémico y un parche opaco para que el espectáculo siga adelante.
El trato con el fondo inglés CVC destila el aroma miope de la tradicional manera de hacer de los directivos del fútbol español: tomar el dinero rápido para tapar agujeros sin consideración por los sucesores. Tan rápido que la asamblea y el comienzo de la Liga casi se han solapado.
Un apresuramiento sorprendente para un propósito estratégico de medio siglo. CVC percibirá el 11% de los ingresos de los negocios no audiovisuales de LaLiga y el 10,95% de los audiovisuales a cambio de un préstamo que, además, habrá de ser reembolsado. Unas cifras que no comparten quienes se opusieron: Real Madrid, Barcelona, Athletic y Oviedo. Una discrepancia corta en número, de peso incalculable. Los dos clubs más internacionales junto al más clásico.
Hay otros puntos de divergencia de tanto peso específico como los equipos que las sostienen. Más allá de la turbiedad del proceso, la pobreza de las cifras y la anulación de la capacidad de maniobra de los dirigentes futuros, la falta de concurrencia de posibles optantes es rechazable. Tampoco se ha explicado la labor del fondo en explotaciones futuras, si es que fuera a desarrollar alguna, dados sus tentáculos en ámbitos propicios. Si este factor me resulta sorprendente, la renuncia de los grandes aclara quién se lleva la mejor parte.
El proceso rememora a los tiempos de administraciones fallidas que concluyeron con los clubes como sociedades anónimas deportidas
En definitiva, dado el pingüe beneficio para CVC, la única explicación para el acuerdo es la débil economía de los clubs y la necesidad de la Liga de ampliar los márgenes que permitan nuevos fichajes ante su pérdida de crédito en las últimas temporadas.
La solución es precipitada, por lo explicado, y descorazonadora. Revela, en primer término, una gestión de los clubs (con falta de previsión y centrada en el presente) que la pandemia ha terminado por hacer insostenible. Ceder parte de los derechos de explotación (¡por tantos años!) de las ventanas a las que el futuro del consumo del deporte se asoma (plataformas digitales, experiencias personales, disfrute en comunidad) se me antoja un disparate de consecuencias funestas.
En segundo lugar, que la única salida para el fútbol parece ser económica, alejada de los principios del deporte y de la esencia de tantos siglos. Con los clubs más poderosos de Europa en manos de millonarios estadounidenses, rusos y árabes, y con la UEFA reformando la normativa para que todos los fichajes del PSG quepan en la plantilla. Hoy no me queda más remedio que envidiar al Bayern de Múnich (y al fútbol alemán), ejemplos de contención y de fidelidad a su causa.
El desconcertante concierto, en definitiva, ha profundizado las trincheras en las que nuestro fútbol combate. Por un lado, los clubs que pretenden la Superliga. Por otro, la Federación, siempre dispuesta a meter un dedo en el ojo de LaLiga. Y, por último, la propia Liga.
Por más que me lo vendan, no lo veo. Quizás porque el proceso, la negociación y la votación rememoran a aquellos tiempos de administraciones fallidas y clubs endeudados que concluyeron con la Ley 10/90 del Deporte y la conversión en sociedades anónimas deportivas. Total, para readmitir poco después en Primera División a Celta y Sevilla.
*** José Luis Llorente es profesor de Derecho, expresidente del sindicato de jugadores ABP y exjugador del Real Madrid de baloncesto.