La filmografía jurídica ha sido fértil e imaginativa en la caracterización de testigos; esos personajes habitualmente cruciales para decantar tramas, resolver argumentos y espolear suspenses. En el cine hemos visto testigos comprados, perseguidos y protegidos; testigos coaccionados, manipulados o engañados; incluso falsos testigos; pero nunca antes habíamos visto un testigo presidente del Gobierno español.

Mariano Rajoy, a quien cualquiera podría imaginar vestido de amish sobre un pescante junto a Harrison Ford -Único testigo-, o aguijoneado por los estirones de la cinta adhesiva mientras se desprende un micrófono del pecho, creará hoy un precedente para la ficción "basada en hechos reales" con su declaración en el juicio de la Gürtel.   

La expectación ha cundido en la prensa extranjera, cuyos portadistas y editores se debaten entre Mariano Rajoy y Carles Puigdemont como protagonistas de sus composiciones estivales. Ambos presidentes han acercado la crónica política a la de tribunales y son ya dos estrellas del verano, pese a tener dos estilos muy distintos de antihéroe.

Puigdemont es un advenedizo, le queda grande el papel de president y anda borracho de éxito. Por eso lanza bravatas contra el Tribunal Constitucional a ver si de una vez por todas lo detiene la Guardia Civil y Yoko Ono se arranca a cantar Els Segadors. Lo suyo son los papeles tremendistas, nada de sutilezas.     

La dramaturgia de Mariano Rajoy es muy distinta y bebe acaso de los personajes feos, fuertes y formales que, anhelando el sereno anonimato de los ídolos viejos, se ven empujados por el pasado a coger -maldita sea- el toro del presente por los cuernos.

A Rajoy lo veremos hoy muy cerca de Luis Bárcenas, el hombre que marcó su carrera política y su paso por la historia menuda de España. Habrá que estar atentos a ver cómo resuelve las tres mentiras en que ya ha incurrido: cuando dijo que no había caja B en el PP, cuando aseguró que a su llegada a la Presidencia del Gobierno el extesorero ya no estaba en el partido; y cuando adujo que le escribió un SMS de apoyo porque desconocía lo del botín en Suiza.  

El trance puede ser tan duro que no resulta difícil imaginárselo moviendo los labios -como hacen los niños que no se saben la lección- para repetir los "no me acuerdo" y los "no me consta" que le han enseñado los abogados este fin de semana.

No sabemos si su declaración como testigo servirá para aclarar algo sustancial sobre la Gürtel. Pero de lo que ya nadie duda es de que su foto entrando en el juzgado volverá a poner en evidencia que la corrupción y el poder han sido los dos extremos de una misma cuerda en España. Con Rajoy en el papel de presidente y testigo, saber cómo acaba esta película es ya tan interesante como esclarecer su comienzo.