Lo último que cabía esperar de Pablo Iglesias es una justificación tan pobre de los resultados electorales de Unidos Podemos como la que ha ofrecido este viernes. Alguien con su capacidad argumentativa y que presume, con motivo, de su conocimiento de la ciencia política, debería tener una respuesta mucho más convincente que la de atribuir la evaporación de más de un millón de votos en seis meses al "miedo a lo nuevo" de los ciudadanos.

También llama la atención que Iglesias haya adelantado sus explicaciones a las conclusiones del informe de análisis político encargado al partido, y que estaba previsto exponer en la reunión de la dirección prevista para el próximo sábado. Todo hace pensar que el líder de Podemos da un paso al frente para atajar la crisis interna desatada por unos resultados que han provocado un cruce de reproches entre las distintas facciones. Frente a los partidarios de Íñigo Errejón -que achacan el revés electoral a la alianza con Izquierda Unida- y en contra de los afines a Iglesias -que lo atribuyen a una campaña poca agresiva-, éste se ha sacado una explicación de la chistera en un ejercicio de ilusionismo que permite que no haya vencedores ni vencidos.

La paradoja de Iglesias

Iglesias habla del "miedo a lo nuevo" como causante del frenazo en seco cuando tal vez debería revisar su empecinamiento con las consultas soberanistas, cuya carga destructiva terminó de activar a ojos de millones de españoles el referéndum que ha decidido la salida del Reino Unido de la UE. Pero admitir esa hipótesis supondría cuestionar su propia estrategia. Si alguien no puede lamentarse de ser víctima del "miedo" es precisamente Iglesias, que aceptó con gusto el papel que le ofrecía Rajoy para ejercer la pinza sobre el PSOE y Ciudadanos. Juntos polarizaron el voto durante meses y juntos celebraban cada nueva encuesta que confirmaba sus expectativas de crecimiento.

Ahora, tratando de escurrir el bulto, intentando sortear la autocrítica, Iglesias se ha hecho una enmienda a la totalidad sin darse cuenta. Porque quien decía encarnar la auténtica voz de la calle y presentaba a Podemos como el partido del pueblo, ha acabado culpando a la gente de temer el resultado de voto pese a "simpatizar" con sus ideas. Es decir, que no se han equivocado ni él ni Podemos, sino la gente, que aún no está preparada para votar en el sentido correcto. Qué paradoja, Iglesias.