Un tanque israelí mantiene su posición mientras se levanta humo en Gaza.

Un tanque israelí mantiene su posición mientras se levanta humo en Gaza. Amir Cohen Reuters

Oriente Próximo

Netanyahu da prioridad máxima a la ofensiva en Rafah pese a que el líder de Hamás no se oculta allí

Según publicó Times of Israel, dos altos mandos del Ejército israelí reconocieron que Yahya Sinwar no se encuentra en Rafah. 

14 mayo, 2024 02:20

¿Invasión terrestre o ataque de precisión? Israel sigue jugando a la ambigüedad respecto a su ofensiva en Rafah. En los últimos meses, hemos oído de todo al respecto, lo que indica que no hay una planificación exacta de lo que se quiere hacer o que se van considerando distintas opciones según el interés militar y diplomático. Por ejemplo, este lunes, Yoav Gallant, ministro de defensa israelí y uno de los tres miembros del Gabinete de Guerra, aseguró a Antony Blinken, secretario de Estado norteamericano, que su país no estaba interesado en una ocupación como tal de Rafah, sino que iba a apostar por ataques estratégicos que acabaran con los seis batallones que supuestamente Hamás mantendría activos en el enclave. 

Este compromiso, reproducido por la CNN, no cuadra con las declaraciones de los últimos días ni con los preparativos de invasión de la última semana. Puede que se deba a un cambio de opinión estratégica, en el mejor de los casos, o a una intención de ganar tiempo. Gallant sabe lo que Blinken y Estados Unidos quieren oír. Sabe incluso lo que sus aliados en la zona, empezando por Egipto, necesitan escuchar. Nada de tanques por las calles, nada de tiroteos indiscriminados, nada de cientos de miles de desplazados -la ONU cifra ya en 400.000 los palestinos que han huido de Rafah rumbo a las zonas de protección del Mediterráneo- sin destino claro y, sobre todo, nada de intentos de cruzar el paso a la fuerza y entrar en suelo egipcio.

La hipótesis de los ataques de precisión, que fue una reivindicación estadounidense ya desde casi el principio de la guerra, parece algo disparatada, pero si sirve para convencer a la administración Biden para que levante el embargo de armas, a Gallant le vale igualmente. Nada, en estos momentos, hace pensar que Israel vaya a renunciar al ataque terrestre. Así lo ha repetido Netanyahu numerosas veces, convirtiéndolo en su prioridad máxima, y así se ha desenvuelto hasta ahora el país hebreo en sus distintas operaciones en Gaza.

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Un dominio estéril

Y es que, para destruir seis batallones y aspirar a rescatar a los rehenes, no van a bastar con los ataques que estamos viendo en Damasco, en Irak o en el sur del Líbano. Haría falta una invasión completa. Otra cosa es que esa invasión sirva luego para algo. Israel ha ido ocupando la Franja de Gaza de norte a sur a lo largo de los últimos siete meses con pocos resultados prácticos. El coste de vidas humanas ha sido inmenso -no tan alto como asegura Hamás, según ha reconocido este lunes la propia ONU, que hasta ahora daba por buenas sus cifras- y la destrucción de las instalaciones de la Franja es absoluta.

A cambio, por supuesto, han muerto terroristas y se han desarticulado batallones, pero eso no ha provocado en ningún caso la destrucción de Hamás tal y como se planeaba: más allá de las tropas que puedan quedar en Rafah, las FDI se han pasado el fin de semana combatiendo en los barrios de Zeitoun y Jabalia, en Gaza City. Ambos se habían dado por controlados antes incluso de navidades y, sin embargo, han requerido de una nueva operación militar. Así está sucediendo prácticamente en toda la Franja: Israel llega, ocupa con cierta facilidad y, en cuanto se retira, los terroristas salen de los túneles para empezar de nuevo

Vistos los problemas para acabar por completo con las milicias, puede que Netanyahu se contentara con algún tipo de victoria mediática. Por ejemplo, la liberación de los rehenes o la muerte de alguno de los dos líderes militares de Hamás: Yahya Sinwar o Mohammed Deif. Ambos planearon la masacre del 7 de octubre y son los que tienen la última palabra en todas las negociaciones respecto a altos el fuego y liberaciones de rehenes. Eso explica, en parte, que los avances sean tan escasos. No hablamos, desde luego, de hombres de paz.

El esquivo Yahya Sinwar

La gran duda es si esas victorias mediáticas se pueden conseguir asaltando Rafah. De nuevo, parece una duda muy razonable. Israel atacó Gaza City porque ahí se escondía Sinwar con los rehenes, pero no encontró ni a uno ni a los otros. Lo mismo sucedió en Deir al Balah o en Jan Yunís con el mismo resultado. Sinwar siempre ha ido un paso por delante, aprovechando la red de túneles y la poca planificación israelí. Da la sensación de que las FDI tenían un conocimiento aproximado de lo que iban a encontrarse en Gaza, pero no de hasta qué punto aquello iba a ser como buscar una aguja en un pajar.

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Según publicó este lunes el periódico Times of Israel, dos altos mandos de las FDI habrían reconocido que Sinwar no se encuentra en Rafah. Aunque no saben muy bien dónde está exactamente, creen que sigue en los túneles de Jan Yunís, donde fue avistado de espaldas allá por febrero. En otras palabras, un posible ataque de Israel no implicaría acabar con Sinwar porque Sinwar, si alguna vez ha estado en Rafah, ya se ha marchado. Tiempo ha tenido para ello, por otro lado, entre tanto paso adelante y paso atrás respecto a la ofensiva.

Sinwar no está, Deif no lo sabemos y los rehenes probablemente tampoco se encuentren en la ciudad fronteriza. Lo que estamos viendo es una cierta libertad de movimientos por parte de los terroristas a lo largo y ancho de la Franja. Si saben que el siguiente paso es un ataque a Rafah, sería absurdo esconder a los rehenes que aún quedan por vida -Hamás se niega a decir cuántos son e insinúa repetidamente que ni siquiera sabe muy bien dónde están- en dicha localidad.

Si Netanyahu ataca Rafah pese a las promesas de Gallant a Blinken, será más por salvar la cara que por otra cosa. Ha prometido una victoria total y quiere demostrar a su electorado y a sus socios de gobierno que no se deja influenciar por la presión internacional por mucho que dicha presión venga directamente de Washington. Más allá de los daños que pueda causar en unas milicias que saben que podrán reagruparse bajo tierra y reaparecer en cualquier otro lugar para desesperación ajena, es improbable que el ataque a Rafah sirva para mucho más: ni para eliminar a la gran némesis de Israel ni, desgraciadamente, para liberar a los inocentes que llevan esperando siete meses en cautividad.