Pere Aragonès (ERC), Salvador Illa (PSC) y Josep Rull (Junts), en el último debate electoral.

Pere Aragonès (ERC), Salvador Illa (PSC) y Josep Rull (Junts), en el último debate electoral. Efe

Política

Moncloa prevé que tras las catalanas Junts y ERC tendrán que afrontar duras crisis internas

Si los independentistas quedan fuera de la Generalitat y salen debilitados tendrán que revisar sus estrategia de pactos en el Congreso.

9 mayo, 2024 03:40

Ya ha quedado claro que las expectativas del Gobierno y del PSOE para las elecciones catalanas del domingo pasan por una victoria holgada de la lista de Salvador Illa, la imposibilidad de las tres listas independentistas (Junts, ERC y CUP) para sumar los 68 escaños de la mayoría absoluta y, si es posible, rematar con un resultado discreto del PP.

Las dudas llegarían luego para poder formar una mayoría que pueda investir a Illa y, de esa forma, de sentido a la estrategia política de Pedro Sánchez basada en la “reconciliación”, los indultos y, sobre todo, la amnistía.

Por eso, los socialistas hacen cábalas sobre lo que harán Junts y ERC, y si eso tendrá consecuencias negativas sobre los acuerdos que sostienen a Sánchez en la Moncloa.

[Sánchez manda posponer los pactos con los independentistas en Cataluña a las europeas]

Una de las variables que contemplan es la posibilidad de que tanto Junts como ERC pueden someterse a procesos internos cruentos (políticamente) si no logran diputados suficientes para formar una mayoría independentista. Y eso no necesariamente puede ser bueno o malo para Sánchez.

Si el resultado les dejara debilitados y fuera de la Generalitat, ambos partidos tendrían que recalcular su ruta política y renovar a sus principales dirigentes.

Carles Puigdemont ya dijo públicamente al inicio de la campaña que si no logra ser repuesto como president de la Generalitat abandonará la vida política. Eso supondrá que en Junts tendrá que abrirse un proceso de renovación interna.

Puigdemont no tiene cargo orgánico en la formación, pero es evidente que tiene todo el poder como para determinar sus estrategias y sus decisiones, y hasta ha hecho que su nombre figure en las papeletas del domingo.

Por eso, los socialistas explican que el espacio político de Junts tendrá que abrir un proceso de debate en el que confronten las posiciones más radicales del independentismo, las más posibilistas que prefieran pactar con “el Gobierno del Estado”, las más próximas al empresariado catalán que quiere estabilidad política y lo que pueda quedar de lo que fue la Convergència más moderada.

Aliados de futuro

De cómo se resuelva ese debate dependerá no sólo el futuro de la legislatura, sino quizás de la política española. De hecho, en esta previsión de tensión en el independentismo coinciden también dirigentes del PP que ven la posibilidad de que se imponga el sector más moderado y que, por tanto, Alberto Núñez Feijóo pueda encontrar aliados en el futuro.

En el caso de ERC, los socialistas recuerdan que los procesos de tensión interna en este partido suelen terminar con cambios radicales en las personas que toman el mando. En los años de democracia se han superpuesto como capas geológicas diferentes etapas con diferentes dirigentes al frente.

De hecho, en ERC se mantiene la tensión entre el alma independentista y el alma de izquierdas. En los últimos años se ha impuesto esta última y ha pactado con Sánchez dos investiduras y una moción de censura, con el riesgo real de ser tachados en Cataluña de “traidores”.

Si la lista de Pere Aragonès tiene un mal resultado, corre el riesgo de ser apartado y que se considere que les ha perjudicado no sólo el desgaste de la gestión, sino también la política de pactos con Sánchez.

Ese periodo de reflexión que se abriría en ERC y que temen dirigentes de este partido podría tener como resultado final el fin de esos pactos con el Gobierno central. 

De hecho, consideran que tendrían dificultades enormes para darle a Illa la investidura y, en todo caso, mantener luego el apoyo a Sánchez, por ejemplo, en los Presupuestos Generales del Estado que se tramitarán desde octubre.

Salvo que consiguiera algo tan notorio como difícil: un sistema de financiación para Cataluña similar al cupo vasco o un compromiso para una consulta.