Como en los mejores momentos de Hitchcock o de Florentino Pérez, el suspense se extiende sin remisión en el caso Kylian Mbappé. Sólo al final conoceremos la verdad de esta pugna oculta de voluntades por colocar a su club en lo alto de la escala continental. El pulso entre el presidente madridista y Al-Khelaïfi no es sólo por un jugador. Se trata de la supremacía europea.
En especial para el catarí, cuya voluntad siempre está oculta por el velo del misterio de los países del golfo. La perdida de su estrella condenaría al PSG a representar un papel de segundón. Para el Real Madrid, con una plantilla mucho más compensada, capaz de sobrevivir por sí misma, su ausencia sería mucho menos decisiva. Ahora bien, el parisino en la plantilla constituiría la piedra angular del tercer proyecto de Florentino Pérez.
Hay dos formas de reconstrucción. Una de ellas, la que utiliza en la actualidad el Bayern de Múnich. La búsqueda de un bloque sólido que se entregue por la causa, basado en el esfuerzo, la colectividad y en el que casi nadie es más que el resto. No es una fórmula ajena al club blanco, pues ya la utilizó Bernabéu con el Real Madrid yé-yé -que consiguió la sexta Copa de Europa –, y así fue el más reciente y victorioso de Raúl y Fernando Hierro.
Pero esta vía de reconstrucción no concuerda con la visión de Florentino Pérez. Terminado su segundo gran proyecto con la marcha de Cristiano y Sergio Ramos, el presidente vuelve a la carga fiel a su estilo: fichar a una estrella que atraiga patrocinadores, contratos televisivos y venta de camisetas. Es decir, que atraiga dinero para fichar a otras estrellas, que acabarán inducidas, asimismo, por jugar junto a los más grandes.
Ninguna de las dos garantiza el éxito inmediato. El primer proyecto, el de la acumulación de galácticos se cerró con éxitos y fracasos a partes iguales. El segundo, un suceso soberano a pesar de las lagunas ligueras, tardó en cuajar. El fichaje de Cristiano Ronaldo no fue suficiente, sino que el equipo se coció a fuego lento con incorporaciones progresivas y decisivas como la del eximio Modric, que ni siquiera llamó la atención.
Quizás no sea Mbappé el mejor jugador del planeta, un debate siempre embarrado, pero se encuentra entre los más brillantes y rentables Su llegada completaría una plantilla conformada por jugadores curtidos y brillantes con todavía algunas temporadas de gran rendimiento; fichajes de último cuño entremedias (Militao y Alaba), y jóvenes que dibujan un futuro espléndido y dilatado. Una delantera con un Vinicius maduro, Benzema y Mbappé suena a música de Mozart.
Su venida está en el aire, en los tira y afloja, en la confrontación de guiños, en las trincheras del farol, quién sabe si de las irreconciliables voluntades de los presidentes. De lo que Nasser Al-Khelaïfi pretenda para su equipo. Florentino, por si acaso, persigue cerrar el acuerdo, ahora en ebullición, que doce meses ofrecen muchas oportunidades de cambios de escenario, aunque el año que viene vendría gratis.
De tanto hablar de su fichaje, el fútbol español casi en bloque espera su conclusión, quizás excepto sus rivales directos y sus aficionados, y aún estos si tan deprimida están sus economías. Desde luego, la Liga lo espera como un nuevo maná, hoy sin figuras mundiales de relevancia que ofrecer en sus mercadeos, un dinero salvador que recaería en todos los clubes. Para el resto de las aficiones, para el espectador imparcial y, en especial, para los seguidores blancos, la venida de Mbappé sería una nueva bendición del fútbol.