El primer EEUU-España de la temporada olímpica reveló nuestro potencial tanto como el trabajo restante por hacer. Un encuentro ambivalente, con dos tercios notables y minutos de desconcierto ante la avalancha estadounidense. Perdimos la templanza cuando el rival encontró su camino frenético, el del favorito para la medalla de oro en Tokio.
Mientras España daba lecciones de baloncesto, Estados Unidos ofrecía a ráfagas el inmenso talento de sus jugadores. El contraste de dos culturas, la riqueza del conocimiento diverso, la economía de los recursos propios. Una batalla táctica y mental en busca del dominio de las claves: el orden pausado frente al poder del ingenio vertiginoso.
No obstante, a pesar de nuestro sugerente y dominador inicio, España se desmoronó de forma brusca tras veinticinco minutos de baloncesto compacto. Había aceptado el reto de jugar de tú a tú a los estadounidenses, con defensa individual, dejando de lado las zonas alternativas que nos sirvieron de refugio en el pasado. Con seguridad, Scariolo las oculta para el futuro. ¿Quién quiere mostrar sus cartas antes de la partida?
Nuestra defensa de ayudas contuvo las descargas del talento individual ajeno -Lillard, sobre todo -, poco acostumbrado a encontrarse con tanto tráfico en la pintura. Es cierto que tenemos jugadores grandes y apropiados para ello, como Abalde -que hizo un buen trabajo sobre Durant-, Claver y Garuba, que entró en el encuentro decidido a escalar posiciones en el draft.
En ataque, se apreciaba otra de las diferencias entre el baloncesto FIBA y el que se practica en la NBA. España movía el balón con presteza y paciencia, hasta encontrar la posición adecuada y los desajustes. En especial, con la salida de Sergio Rodríguez que agitó el juego español con soltura y aplomo, y de Pau Gasol, cuya primera intervención fue esperanzadora.
En esta búsqueda por la superioridad, la habilidad de los Gasol y Hernangómez mostró el gobierno de nuestro juego interior. Pronto, Ricky Rubio se sumó a la fiesta, y con algún destello de nuestros tiradores, el partido estaba en nuestras manos. Los estadounidenses mostraban el aturdimiento de un juego lejano del que se practica en su liga: defensas cerradas, ataques largos, compás pausado.
Sin embargo, todo cambió de forma brusca e inesperada. Los nuestros se precipitaron y los rivales entendieron sus errores: su estatismo táctico en ataque, tan opuesto a jugadores fulgurantes. Empezaron a moverse más y mejor sin balón, con sentido; los defensores españoles ya no alcanzaban a completar a las ayudas. También perdimos la fluidez que nos trajo el dominio. Finalmente, los estadounidenses habían encontrado el nervio del encuentro.
El choque, resultados aparte, trae buenos augurios para nuestro equipo. Aún con la intermitencia en el acierto de los tiradores; con la ausencia concreta de Llull y la posible presencia de Juancho en los Juegos; y con los despistes propios de un equipo que tendrá que madurar, la preparación ha concluido de forma notable y esperanzadora.