El Barcelona es el campeón de la Copa del Rey sin apelación posible. Entró en la final con más acierto táctico y desbordó a un Real Madrid sembrado de dudas por la defensa azulgrana. Los blancos no se rindieron ni aun con la nítida desventaja tempranera, pero los azulgrana desempeñaron un encuentro enorme por su intensidad, concentración y acierto. El responsable de la transformación de esta plantilla tiene un nombre: Sarunas Jasikevicius.
Ser entrenador es la capacidad de hacer planes y convencer a sus jugadores de que los cumplan hasta la extenuación. Con exactitud, es lo que está haciendo Jasikevicius, por distinta vía de lo que hiciera Laso. Su Barcelona es un equipo granítico, defensivo, de hombres que golpean en cada lance. Un estilo de origen italiano que sublimó Obradovic. No quiere decir que no jueguen bien, pues, además, cuenta con jugadores rápidos y con clase que anotan con facilidad.
Y esto fue lo que hizo Jasikevicius desde el principio: obligar a su rival a jugar el partido que había diseñado con unos jugadores entregados. El Madrid, en cambio, erró en su respuesta inicial de castigar los cambios defensivos con balones a Thompkins, pues se quedó atascado en el estatismo que buscaba su rival. Lo que falló el norteamericano lo acertó Mirotic, y así, el Barça puso la primera piedra de una ventaja que creció son sus contraataques.
La salida de Tavares y Alocén aceleraron al Madrid, pero el mal ya estaba hecho, porque los azulgranas jugaban con soltura y determinación para administrar su superioridad. Para colmo de males, a Carroll le costaba encestar la primera, la que da confianza al tirador. Los blancos daban síntomas de sequía y los azulgranas disfrutaban de su noche fértil. Al llegar el descanso la ventaja del Barcelona se cifraba en veintiún puntos y una impresión de superioridad apabullante.
Después del descanso, el Madrid centró su defensa con Garuba sobre el base barcelonista en cancha y con Tavares útil en las dos canastas. Llull comenzó a carburar y el equipo se animó, pero el bravo intento madridista fue poco más allá de la voluntad. El Barcelona no extravió ni su acierto ni su camino, siempre intenso y ordenado. Abrines ganaba el duelo a Carroll y Calathes aprovechó las dudas en la defensa del bloqueo directo para regalar protagonismo a sus hombres altos.
Sin embargo, el equipo de Laso no es de los que se rinden ante el desacierto ni la desesperanza, un atributo reseñable en los días desacertados. Con los jóvenes en el lugar de los héroes de estos años atrás, el Madrid se colocó 67-78 a falta de tres minutos. El equipo no pudo llegar más lejos, porque Calathes jugó con maestría el final del partido para sellar un triunfo incontrovertible.
Demasiadas bajas - tampoco Rudy estuvo en la final - para un Real Madrid que se ha ido desgranando, casi desangrando, esta temporada. También les mermó la falta de acierto de hombres decisivos, aunque es justo reconocer, que el Barcelona, además, le superó en agresividad y orden defensivo en demasiados momentos del partido, en especial al comienzo. Quizás comience una nueva era, quizás no, porque el Real Madrid tiene la materia prima necesaria siempre y cuando recupere a sus lesionados, además de que Laso y sus jugadores habrán aprendido mucho de este encuentro. Es más emocionante aprender ganando, pero perdiendo también se puede tomar nota.