iStock

iStock

Con la colaboración de

Consumo

Tecnología y ciencia para enarbolar la ‘revolución’ en el sector del tabaco

La sociedad aboga por enfoques más innovadores en la lucha contra el hábito de fumar.

19 noviembre, 2021 00:50

¿Fumar es solo un gesto, un ritual, una adicción? Sobre fumar se ha escrito y reflexionado mucho y, sobre sus perniciosos efectos, se ha estudiado aún más. Tanto que, durante los últimos años, muchos gobiernos han enfatizado las medidas encaminadas a fomentar los espacios sin humo y a reducir las tasas de tabaquismo entre su población. Detrás de estas decisiones subyace una creciente preocupación sobre la repercusión del hábito de fumar en la salud lo que, a su vez, también ha supuesto un punto de partida para que el mismo sector haya redoblado sus esfuerzos para ofrecer alternativas sin humo que demuestren ser científicamente menos dañinas al cigarrillo.

El caballo de batalla al que apuntan todos los análisis científicos que han abordado el tema es la combustión. Los cigarrillos tradicionales 'funcionan' porque el fuego quema el tabaco, literalmente, produciendo un humo. Con ello, se libera nicotina que, para la mayoría, es el principal atractivo para fumar. Es una sustancia adictiva y que, si bien no es inocua para el organismo, no es la principal causa de las enfermedades relacionadas con el tabaquismo.

El principal problema se encuentra en la combustión al quemar un cigarrillo a altas temperaturas se genera un humo que contiene hasta 6.000 sustancias químicas distintas, entre las que hay muchas -se han identificado un centenar- que se consideran dañinas (o potencialmente dañinas) para la salud.

Lo ideal es no fumar

Este contexto abre un abanico de opciones para las personas: la ideal es no fumar, algo en lo que las autoridades y las propias empresas del gremio están de acuerdo. A ello se dedican innumerables recursos para disuadir a los posibles nuevos fumadores o para instar a los que ya lo son a que abandonen esta práctica.

Llegar a todos ellos es muy complicado. Actualmente, la OMS calcula que hay en el mundo más de 1.300 millones de fumadores, de los que casi nueve millones son españoles (1). Son cifras que hablan de la gran prevalencia de la actividad, pese al daño que puede causarnos. No obstante, la misma OMS ha previsto que este número se mantenga estable hasta 2025, y es ahí donde se abre una vía complementaria a la cesación y la prevención: la de buscar maneras de reducir el daño potencial a los que no quieren o no pueden dejarlo.

Lograr ese objetivo es algo en lo que están implicados no solo las autoridades, sino las propias empresas tabaqueras. Se trata de diseñar alternativas con nicotina pero que prescindan de la combustión y el humo basadas en análisis y estudios científicos que demuestren ser mejores en comparación con el cigarrillo tradicional. Con ellos, se puede decir que la revolución del sector tabaquero es una realidad y no tiene marcha atrás.

Tecnología y ciencia para reducir los riesgos

No obstante, aún queda trabajo para reducir una brecha en cuanto a la información y conocimiento que tienen los fumadores sobre las alternativas sin combustión -y por tanto sin humo- a su alcance para dejar atrás los cigarrillos. Y es que, según una encuesta elaborada por la empresa de investigación independiente Povaddo (2) por encargo de Philip Morris International, casi ocho de cada diez fumadores españoles se plantearía el uso de productos alternativos si tuvieran más información sobre cómo funcionan y qué les diferencia de los cigarrillos tradicionales.

iStock

iStock

Grosso modo, el gran cambio que se produce entre el cigarrillo de siempre y los nuevos dispositivos tecnológicos ataca precisamente el concepto de combustión. Frente a esa gran cantidad de partículas nocivas presentes en el humo del cigarrillo tradicional, actualmente hay dos alternativas que evitan la combustión y que, al eliminar el humo, producen un vapor o aerosol que reduce la exposición a tóxicos en comparación con los existentes en el humo. Por un lado, están los productos de calentamiento de tabaco, capaces de generar el calor suficiente como para liberar la nicotina, pero sin alcanzar los niveles que hacen que el tabaco se queme y, por tanto, reducen la exposición a sustancias dañinas en comparación con el cigarrillo.

Además, en el mercado también se pueden encontrar los dispositivos de liberación de nicotina o de “vapeo”, un concepto que ha cobrado popularidad por su concepción disruptiva en el mercado. Los cigarrillos electrónicos, también conocidos como vaporizadores, calientan una solución líquida sin tabaco -que puede contener nicotina o no- y sabores, lo que produce un aerosol o vapor que también reduce las sustancias dañinas en comparación con el humo del cigarrillo.

Más información sobre las alternativas

La mencionada encuesta también deja ver un dato significativo: el 72% de los españoles aboga por que las autoridades deberían explorar estas vías alternativas al cigarrillo científicamente validadas si con ellas se favorece que, en un horizonte de 10 a 15 años, existan posibilidades reales de acabar con el consumo del cigarrillo tradicional.

Y, sin irse tan lejos en el tiempo, y pensando en el presente, un 74% de los españoles encuestados afirma que animar a los fumadores adultos a usar estas alternativas puede contribuir a los esfuerzos dirigidos para reducir los daños del tabaquismo. En este paradigma adquiere mucha importancia, igualmente, la transparencia para ofrecer información fidedigna y clara al consumidor que les permita aprovechar y conocer la tecnología existente, con sus pros y sus contras.

El papel de la legislación

Pero el tabaquismo es un problema global, y la regulación de cada lugar también tiene mucho que decir ya que, mientras algunos países se muestran en contra, un número creciente apoya los sistemas alternativos sin combustión y sin humo respaldados por la ciencia, reconociendo que son productos diferentes frente al cigarrillo convencional.

Reino Unido es un buen ejemplo, ya que presenta una regulación muy estricta con el cigarrillo tradicional, sin embargo, las autoridades británicas se han mostrado abiertas al uso del cigarrillo electrónico para reducir el daño. De igual manera, Estados Unidos también lleva abordando el tema desde hace años en su hoja de ruta contra el tabaquismo, reconociendo el papel que los productos alternativos sin combustión pueden tener en la mejora de la salud pública basándose en el reconocimiento del continuo del riesgo, es decir, que hay formas más dañinas y menos dañinas de administrar nicotina al cuerpo.

Se trata de un tema complejo, con muchas aristas, y que afecta a un elevado porcentaje de la población mundial. Por eso es clave coordinar todos los esfuerzos y no desaprovechar ninguno de los avances científicos que permitan acercarnos -y hacer realidad- un mundo en el que los cigarrillos sean cosas del pasado.

(1) Estimaciones en base a los datos del INE y los datos de la última encuesta EDADES
(2) Encuesta online realizada por Povaddo para Philip Morris International en diciembre de 2020