Cristina, inquilina en el barrio de San Lorenzo, Madrid
Cristina, inquilina de una vivienda de 17 m² en Madrid: "Hay vecinos que se han tenido que ir por los pisos turísticos"
Atrapada por alquileres que suben sin control, Cristina Jiménez sobrevive con su pensión por discapacidad en un minúsculo estudio en Madrid.
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Cristina Jiménez, que subsiste con una pequeña pensión por discapacidad, vive en un estudio de apenas 17 metros cuadrados en el barrio de San Lorenzo, en Madrid.
Su día a día, marcado por la precariedad habitacional y la incertidumbre sobre su futuro, refleja la realidad de muchas otras personas en España.
Junto a la periodista Andrea Ropero, de El Intermedio, Cristina explica que revisa constantemente las aplicaciones de vivienda en busca de alguna alternativa más asequible. "A diario tengo aplicaciones para mirarlo y está todo carísimo", lamenta.
Una realidad insostenible
En el barrio de San Lorenzo, dentro del distrito de Hortaleza, la lejanía del centro contrasta con la proximidad al aeropuerto Adolfo Suárez-Barajas y a Ifema, un factor que ha empujado los alquileres a niveles que Cristina considera inasumibles.
Ella misma revisa los anuncios junto a la reportera: estudios de 26 m² por 850 euros, pisos de 35 m² por 1.255 euros o viviendas de 58 m² que alcanzan los 1.900 euros al mes. "Está todo disparado", asiente Cristina resignada.
Para ella, gran parte del problema radica en la proliferación de pisos turísticos y en la subida de los precios, que han desplazado a los vecinos de toda la vida.
"Aquí es impagable", afirma, a la vez que explica que los propietarios prefieren destinar sus inmuebles al alquiler vacacional antes que firmar contratos de larga duración.
"Les conviene más tener un piso turístico que un alquiler normal", señala, sugiriendo que la seguridad y el rédito económico son superiores en esta modalidad de arrendamiento.
Según cuenta, el fenómeno ha ido en aumento: "Hay vecinos que se han tenido que ir por pisos turísticos".
Su situación personal añade más gravedad al problema. Cristina corre el riesgo de quedarse sin hogar y no cuenta con una red familiar que pueda sostenerla en caso de desahucio.
"No me queda otra que aguantar hasta que me den una casa o un lugar donde pueda ir con mi gatita", explica con preocupación.
De esta forma, si pierde su vivienda actual, no tendría a dónde acudir. "Si me echan de aquí, no tengo a dónde ir, no tengo familia, no tengo nada", asegura.
El testimonio de Cristina refleja el impacto humano de la tensión inmobiliaria en España. Con los precios batiendo récords históricos, miles de personas como ella viven atrapadas en un callejón sin salida.