El debate sobre las pensiones no da tregua en España. Y es que, aunque las reformas de los últimos años han buscado reforzar la sostenibilidad del sistema, las dudas persisten. Muchos expertos consideran que el modelo actual es frágil, en parte por el agotamiento de la llamada "hucha de las pensiones" y el desequilibrio demográfico entre cotizantes y jubilados.
Pese a que la jubilación sigue siendo uno de los momentos más esperados tras décadas de esfuerzo laboral, en los últimos años también ha pasado a convertirse para muchos en una etapa cargada de incertidumbre más que de descanso.
De hecho, cada vez son más los españoles que descubren que su pensión apenas puede mantener el nivel de vida que tenían antes, algo especialmente duro en un contexto de inflación persistente, vivienda disparada y cesta de la compra en máximos históricos.
Un reflejo muy gráfico de esta situación lo hemos visto recientemente en La Sexta y a través de un reportaje emitido por El Intermedio. El programa recorría barrios con realidades sociales muy diferentes para dar voz a sus jubilados y contrastar las desigualdades que existen en torno a las pensiones.
Uno de los testimonios más duros es el de un pastelero de un barrio obrero que, tras haber trabajado durante 45 años, confiesa que apenas cobra entre 800 y 900 euros al mes. Un jubilado que resume resignado su sensación de abandono: "Esto es trabajar para morir porque si no puedes comer, no puedes vivir... ¿qué más da?".
El reportaje también recoge otros muchos testimonios de jubilados en barrios más acomodados, donde las cifras resultan muy diferentes. Uno de los jubilados explica que recibe unos 2.200 euros brutos mensuales: "Yo he sido gerente de una empresa y llevo cotizando desde los 18 años hasta los 65", explica. En cuanto a su pensión asegura estar satisfecho: "Estoy contento porque es la máxima no hay más".
Otro pensionista, profesor catedrático de psiquiatría, confiesa seguir trabajando a pesar de recibir también la pensión máxima: "Debería ser más alta por todo lo que he hecho", sostiene.
Entre los testimonios que también destacan dentro del barrio más acomodado, está el de varias personas jubiladas que pese a tener pensiones bajas con las que no podrían hacer frente a los gastos mínimos mensuales, cuentan con la pensión de su pareja: "Yo tengo 700 euros, si tuviera que vivir solo de eso no podría. Yo vivo de la pensión de mi marido en Estados Unidos que son 5.600 dólares", explica una de las jubiladas.
La diferencia con los testimonios del barrio obrero es abismal. Allí, muchos jubilados denunciaban haber cotizado durante años por menos horas de las que realmente trabajaban, una práctica que ha terminado lastrando su pensión actual. "Si me venía bien, bien. Si no, a la calle", recordaba uno de ellos, aludiendo a la precariedad que marcó gran parte de su vida laboral.
