Pensionista
A los veinte no pensamos en la jubilación. A los treinta, empezamos a sospechar que algún día llegará. A los cuarenta, ya no parece tan lejana.
Y en algún momento, casi sin darnos cuenta, se convierte en un asunto urgente. Pero, para entonces, quizá ya no tengamos mucho margen de maniobra.
Durante demasiado tiempo, la jubilación ha sido tratada como una conversación incómoda, que se pospone una y otra vez. Como si hablar de ella fuera invocar la vejez o admitir que el tiempo avanza. Hoy ya no deberíamos permitirnos ese lujo. El contexto demográfico y económico ha cambiado y seguir ignorando los retos que presentan no hará que desaparezcan.
En 2020 había aproximadamente 2,5 personas en activo por cada pensionista, según datos de la Seguridad Social. Sin embargo, las proyecciones demográficas de Eurostat apuntan a que esta ratio caerá hasta 1,7 trabajadores por jubilado en torno a 2050.
Vivimos más años, pero nacen menos niños. Y aunque eso refleja avances indiscutibles en salud y calidad de vida, también plantea desafíos evidentes para el sistema público de pensiones, tal y como está planteado actualmente.
Por eso, cada vez más voces advierten de un futuro en el que las nuevas generaciones deberán retrasar su jubilación si quieren mantener un nivel de vida similar al actual. Sin embargo, en nuestra opinión esta realidad no debe vivirse como una amenaza, sino como una llamada a la acción. Porque cuanto antes empecemos a prepararnos, más margen tendremos para construir un futuro estable.
Con todo, el ahorro para la jubilación sigue siendo casi un tema tabú para la mayoría de los jóvenes. No porque no les preocupe, sino porque no forma parte de su realidad inmediata. La presión del día a día —alquiler, salarios ajustados, inflación, incertidumbre laboral— dificulta pensar en el largo plazo.
A esto se suma una carencia estructural: la falta de educación financiera. Sin herramientas ni conocimiento, planificar el futuro parece un privilegio reservado para unos pocos.
Aun así, debemos tener en cuenta que, si no empezamos ahora, cada año que pasa es una oportunidad perdida porque no podemos permitir que el peso del presente nos impida construir el futuro.
Por tanto, la clave no está en exigir más esfuerzo a quienes ya van justos, sino en encontrar nuevas formas de ahorrar que nos permitan ir acumulando un colchón o un complemento para nuestra pensión pública sin tener que hacer un sacrificio o cambiar nuestros hábitos del día a día.
Partimos de la base de que solo el 15,3% de la población española tiene un plan de pensiones individual, según INVERCO. Y aunque el patrimonio total de los fondos de pensiones creció un 7,7% en 2024 (hasta los 131.833 millones de euros), las aportaciones netas a planes individuales fueron negativas: se retiraron 616 millones de euros más de los que se aportaron.
Es decir: pese a su rentabilidad, el ahorro activo no crece. No es una señal de alarma, pero sí una llamada a la reflexión: estamos lejos de una cultura sólida de previsión financiera a largo plazo.
La buena noticia es que, hoy en día, existen formas innovadoras de acercarse al ahorro para la jubilación. Algunas herramientas digitales permiten automatizar pequeñas aportaciones periódicas, mientras que otras integran el ahorro en acciones cotidianas como el consumo diario, a la vez que proliferan plataformas que ofrecen educación financiera accesible, simuladores de pensiones o sistemas de microahorro adaptados a distintos perfiles.
En este sentido, es fundamental normalizar la conversación: en casa y en las escuelas, desde las instituciones públicas y por supuesto desde el sistema financiero. Incluir la previsión financiera como parte de la educación básica y fomentar, desde las administraciones, políticas que hagan accesibles y comprensibles los mecanismos de ahorro.
Por parte de la esfera privada, es necesario seguir impulsando planes de pensiones que sean rentables y que aporten un valor añadido real a sus partícipes a largo plazo. Y aquí también resulta clave impulsar la innovación y el desarrollo de productos que ayuden al ahorro; es decir, hablar no solo de producto financiero, sino también de herramientas que faciliten su uso y comprensión. Porque solo desde una estrategia colectiva podremos construir una cultura de previsión financiera realista y duradera.
Jubilarse no debería ser un asunto técnico reservado a expertos. Debería formar parte de la planificación vital desde el inicio de la vida laboral, al mismo nivel que elegir estudios o buscar vivienda. Si asumimos eso como sociedad, conseguiremos un futuro con mayor seguridad, autonomía y tranquilidad.
Porque eso es lo que la jubilación debe representar: una recompensa y no una carga.
*** David Herrando es director general de Pensumo, Pensión por Consumo