Ana Flor sentada frente a su casa okupada.

Ana Flor sentada frente a su casa okupada. 'Y Ahora Sonsoles'

Sociedad

Presta su casa a unos amigos y acaba siendo okupada: "Me han denunciado por coacciones, dicen que mi cara les da miedo"

Lo que empezó como un simple gesto de confianza acabó dejando a Ana Flor sin casa y atrapada en una batalla judicial que ya dura dos años.

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Lo que comenzó como un gesto de confianza se ha convertido en un auténtico infierno para Ana Flor.

Hace dos años, esta mujer decidió prestar su vivienda a un conocido durante unos días, un acto de buena fe que terminó saliéndole muy caro.

Desde entonces, no ha podido recuperar su piso y vive atrapada en un proceso judicial que parece no avanzar.

En una entrevista televisiva en el programa 'Y Ahora Sonsoles', Ana Flor relató con impotencia cómo esa persona se instaló en su casa y nunca se fue.

"Es impotencia porque ves tu casa, la tenemos justo enfrente de nosotros, este primer piso. Una casa que tú has pagado, que ha pertenecido a tu familia", contaba la reportera, sentada junto a Ana Flor.

Según explicó la propia periodista, nunca hubo intención de ceder el piso a largo plazo.

"Desde hace dos años tú dejas pasar a esta persona. Un conocido, lo haces de buena fe para un par de días y desde entonces, hace dos años, no has vuelto a recuperar tu piso", explicaba.

Desde entonces, Ana Flor ha emprendido acciones legales, pero la lentitud judicial ha jugado en su contra. Lo que más le duele no es solo perder su vivienda, sino ser denunciada por quienes la okupan.

"Un calvario es lo que estoy viviendo hace dos años y encima hoy hemos tenido juicio", decía.

La denuncia, interpuesta por la mujer que ahora vive en su piso, le acusa de dos delitos: "Nos han denunciado por coacciones y amenazas".

Todo ocurrió después de que Ana Flor decidiera sentarse frente a su propia casa como forma de protesta pacífica. Esa simple acción desencadenó una denuncia por parte de la okupa.

La reportera que cubría el caso explicó: "Desde que ellos te ven aquí sentada, ellos deciden denunciarte por coacciones". La propia Ana Flor reproducía incrédula lo que le dijeron: "Dicen que mi cara les da miedo".

A pesar de la denuncia, el juzgado acabó absolviéndola. Sin embargo, su exmarido, que también intentó mediar en la situación, fue sancionado con una multa.

"Me va a tocar aguantar esto también, tener que pagar una multa de 4 € durante un mes, que les han puesto tanto a mi exmarido como al okupa", explicó con resignación.

Uno de los aspectos más surrealistas del caso es el argumento que los okupas han utilizado para justificar su presencia en la vivienda: alegan que existía un contrato verbal con Ana Flor.

"Acuden a la Ertzaintza diciendo que yo les he realizado un contrato verbal, que he cambiado la cerradura de mi casa y que ellos no pueden acceder a su casa", explicó.

Ella, sin embargo, desmiente rotundamente la existencia de tal acuerdo. Según su versión, cuando los agentes de la Ertzaintza acudieron al domicilio, fue su exmarido quien aclaró la situación.

"Mi mujer no está porque ella acaba de salir del hospital, no está en condiciones ni de hacer un contrato de alquiler y menos de palabra ni nada", explicó su exmarido.

Durante la intervención policial, Ana Flor ni siquiera estaba presente. Fue él quien, ante la insistencia de los agentes, facilitó una llave para abrir la puerta.

Según le contó más tarde, en ese momento los ocupantes ya habían trasladado allí todas sus pertenencias.

La policía, según el testimonio de Ana Flor, les dio siete días para abandonar el inmueble. Pero el plazo venció, y no se fueron. Y así siguen, dos años después.

Una situación incomprensible

En el programa, la presentadora Sonsoles Ónega resumió la indignación general con una frase clara: "Está claro Ana Flor, que ni 7 días ni 17, porque no se han ido".

La historia de Ana Flor refleja el desamparo que sienten muchas personas cuando su propiedad es okupada y la ley parece favorecer al infractor por encima del legítimo propietario.

Después de dos años de espera, trámites y promesas incumplidas, Ana Flor aún no puede acceder a lo que legalmente le pertenece. No exige privilegios ni concesiones, solo reclama lo que es suyo: su casa.