
Muchos jubilados en España consideran insuficientes las pensiones que reciben.
José García, jubilado, víctima de su pensión: "Lo que está pasando con la vivienda no tiene justificación"
Vivir con una pensión baja se ha vuelto un reto en zonas donde el precio de la vivienda no deja de subir.
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Durante años, las Islas Baleares han sido sinónimo de tranquilidad, sol y una calidad de vida envidiable.
Sin embargo, lo que alguna vez fue considerado un pequeño paraíso en el Mediterráneo hoy se está transformando en un territorio cada vez más hostil para sus propios residentes.
El precio de la vivienda, el coste de vida y la pérdida de poder adquisitivo están expulsando, poco a poco, a quienes deberían estar disfrutando de una jubilación tranquila: los mayores.
Una situación insostenible
Un grupo de jubilados han compartido con la Cadena SER sus testimonios sobre las dificultades que enfrentan para vivir en Baleares con las pensiones que perciben.
En una serie de entrevistas, relataron cómo el alto coste de vida en el archipiélago, especialmente en lo relacionado con la vivienda, la alimentación y los servicios básicos, dificulta su día a día.
José García, granadino de nacimiento, vivió más de medio siglo en Mallorca, principalmente como taxista en Palma. Tras retirarse, se instaló en Alhama de Granada, un pequeño pueblo donde encontró la tranquilidad que buscaba y un coste de vida incomparablemente más bajo.
“Vendí mi casa y la licencia de taxi, y aquí con 40.000 euros compras casas de dos o tres plantas listas para entrar a vivir”, afirmó. Aunque admite que el dinero no fue su principal motivación, la diferencia es evidente: “Lo que está pasando en Baleares con la vivienda no tiene justificación”.
El fenómeno no es nuevo, pero se ha intensificado tras la pandemia. La inflación, la presión turística y la especulación inmobiliaria han disparado los precios, haciendo que muchos jubilados no puedan sostener sus vidas en las islas.
La situación ha empujado a centenares de ellos a hacer las maletas y trasladarse a la península en busca de una vida más asequible. El sindicato UGT ha alzado la voz sobre esta realidad: aunque reconocen la dificultad de aportar cifras concretas, denuncian que el éxodo de pensionistas es una tendencia clara y creciente.
Otros testimonios refuerzan esta percepción
Esteban, un sevillano que llegó a Mallorca siendo niño y trabajó como conductor en la EMT, tomó hace una década una decisión que cambiaría su vida: vender su casa en Palma y mudarse a Aranjuez, donde residen dos de sus hijos.
Con su pensión de 1.300 euros, la vida en Mallorca se había vuelto insostenible. “No tenía ni para el autobús. Aquí pago la mitad por ir al mercado”, cuenta.
La diferencia más notable, asegura, fue en el precio de la vivienda: con lo que obtuvo por su antiguo hogar de 74 metros cuadrados, pudo adquirir uno de 120 en la península. “El panorama se veía venir y me fui. No me equivoqué”, cuenta.
Su relato refleja una realidad que va más allá de los números: la percepción de que en las islas ya no se puede vivir con dignidad. “Sigo lo que está pasando en la isla y es verdad que era cara la situación, pero no para vivir en caravanas, como pasa ahora con mucha gente. Eso en Mallorca no había pasado nunca”, lamenta.
También está el caso de José Mejías, castellonense de origen que se crio en Mallorca y trabajó en la EMT. En 2012 decidió regresar a su pueblo natal en la península, en busca de una mejor calidad de vida. “Pensé que si quería vivir bien con mi pensión, lo mejor era volver a mi tierra, y no me equivoqué”, dice.
Vendió su casa en Binissalem por 200.000 euros y compró un adosado por 126.000. “Echo de menos la gastronomía y a mi gente, pero con la situación que hay, ¿quién vuelve?”.
José María, por su parte, pasó prácticamente toda su vida en Ibiza antes de mudarse con su esposa a Elche, más cerca de sus hijas. Aunque la motivación principal fue familiar, la mejora económica fue evidente.
“Allí todo es carísimo, incluso el ocio. Y cuando quieres viajar, tienes que planificar con mucha antelación para que no te salga por un ojo de la cara”. Lo más grave, denuncia, es el mercado de la vivienda: “Las casas son pocas, malas y caras. Así es la vivienda en Ibiza, y por eso no quieren ir ni médicos ni policías. Nadie”.
Una tendencia al alza
Desde UGT, Pedro Berruezo, secretario general de Jubilados y Pensionistas en las Islas, resume el problema con claridad: “La situación ahora es mucho más complicada, pero esto ya viene ocurriendo desde hace años. La pandemia solo lo aceleró".
Según explica, muchos deciden abandonar el archipiélago en busca de otras oportunidades. "Los pensionistas ven que, si venden su vivienda, pueden comprar una parecida en la península por mucho menos", concluye.
De esta forma, lo que alguna vez fue un destino soñado para retirarse, se está convirtiendo en un territorio de difícil acceso para quienes lo construyeron con décadas de trabajo.