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¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir maltrato?

En la Jungla. No es fácil para las mujeres reconocer lo que es 'normal' en una relación y aquello que no deberíamos tolerar. La sociedad patriarcal nos ha convertido en carne de cañón para los maltratadores. 

17 febrero, 2018 20:15

Esta semana ha estado señalada en rojo corazón para muchos enamorados que siguen fieles a su cita con el 14 de febrero, San Valentín. Otras, en cambio, tenían señalado este miércoles con un círculo violeta. Cada año son más los colectivos feministas que aprovechan la fecha para desmitificar el amor romántico y alertar sobre sus peligros.

El sistema patriarcal nos ha enseñado a ser complacientes y que nuestro éxito en la vida se base en tener al lado a un hombre que nos proteja, nos mantenga y nos complete. Bajo esa premisa y con el objetivo claro de no quedarnos “para vestir santos” ni de que “se nos pase el arroz” las mujeres somos grandes dependientes emocionales.

Las víctimas de violencia machista no tienen un perfil común. Su cultura, poder adquisitivo o entorno familiar no son vinculantes; pero sí hay dos aspectos que comparten: han sido maltratadas por alguien que ejercía un poder sobre ellas y del cual dependían emocionalmente.

Cuando una mujer comparte su infierno lo habitual es que parte de su entorno no comprenda cómo ha podido aguantar tanto tiempo al lado de su verdugo y le pregunten entonces si no se daba cuenta de todo el mal que le estaba haciendo. “¿Por qué no lo dejabas?” es una interrogante tan común como censurable. Al plantearla culpabilizamos a la víctima.

Los límites de la normalidad

Después de haber sufrido maltrato es fácil darse cuenta de que cuando iniciamos una vida en pareja desconocemos qué roces pueden ser considerados 'normales' y derivados de la convivencia y cuáles no.

Es decir, todas sabemos que un ojo morado no es ni de lejos algo que forme parte de la cotidianidad de todas las parejas, pero es que hasta llegar a esa agresión física hay un largo tiempo de merma psicológica.

Detrás de “hace esto porque me quiere” están escondidos el control, los celos y la posesión. Las mujeres llegamos a una relación sin un listado de límites. Dispuestas a aguantar, porque nos han programado para complacer, y a dejar de pensar en nosotras mismas para agradar a nuestro hombre y que no nos deje, de nuevo solas. Solteronas. Amargadas.

Manual para detectar comportamientos peligrosos

Con tal panorama de indefensión conviene que las mujeres nos armemos las unas a las otras y desgranemos todos aquellos comportamientos que deberían de hacer que nos saltaran las alarmas. Eso, sumado a una buena dosis de autoestima, es el escudo perfecto para protegernos de los maltratadores.

La ONG Day One, una entidad que lucha contra la violencia machista en Estados Unidos, ha promovido una campaña bajo el lema No confundas el amor con el abuso y se ha valido de un vídeo de animación realizado por la agencia BBDO Nueva York y la productora Lobo para recopilar muchos comportamientos machistas, desde los más leves hasta los más dañinos para la víctima, en ese descenso hacia el infierno que es el maltrato psicológico.

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En la pieza vemos cómo la línea entre el supuesto romanticismo y el abuso es tan fina que acaba rompiéndose para aislar y ahogar a la protagonista al lado de un hombre que, lejos de quererla, solo proyecta en ella sus propias inseguridades.

La historia de Pepe y Pepa

El spot de Day One nos ha recordado a la ya famosa historia de Pepe y Pepa. La socióloga Carmen Ruiz es la autora de este recurso sobre indicadores de violencia machista en los jóvenes (y no tan jóvenes). Ella ha recogido las experiencias de muchas adolescentes en sus talleres y “cada año voy añadiendo algo”, explica.

Esta historia está plagada de ejemplos que ha recogido en su estudio Voces tras los datos. Una mirada cualitativa a la violencia de género en adolescentes, publicado por el Instituto Andaluz de la Mujer.

Los pasos (peldaños) que una mujer va dando para adentrarse en el peligroso mundo de la violencia machista son tan cotidianos y reconocilbles que dan pánico. Podría decirse que todas las mujeres se han visto al menos en una ocasión reflejadas en alguno de estos comportamientos.

No solamente las mujeres, como víctimas potenciales, deberíamos de llevar encima una libretita con todos estos indicadores apuntados, el resto de la sociedad tiene que asumirlos, dar la voz de alarma cuando fuese oportuno (más vale quedar de paranoico que vendarse los ojos ante un posible maltrato) y señalar con el dedo a los maltratadores. Porque, entre otras cuestiones, no suelen dejar solamente a una víctima por el camino.