Tinder Horror Story: sin dientes, autistas y el hijo del ministro

Tinder Horror Story: sin dientes, autistas y el hijo del ministro

La Jungla / Social

Tinder Horror Story: sin dientes, el novio de la jefa y el hijo del ministro

En la Jungla. Millones de personas se conocen a través de Tinder cada día. A veces acaban en preciosas relaciones. Otras, en un desastre absoluto.

22 noviembre, 2017 19:27

Si hay una jungla digital, esa es Tinder. Una aplicación en la que pueden encontrar desde gente cuyo único interés es retozar entre las sábanas, gente que busca matrimonio-hijos-perro a quienes buscan esclavos sexuales tras venirse arriba viendo 50 sombras de Grey. Tinder es una puerta a una dimensión desconocida, un agujero de gusano del que no sabes qué horrores pueden surgir.

Recibir un match a partir de ciertas horas puede ser como lanzar los dados de Jumanji, no sabes qué tipo de criatura de espera. Para ejemplo esta peculiar propuesta recibida de parte de una joven. Todavía hoy me sigo preguntando si era una yonki o solo un troll.

Tinder es una de las aplicaciones que más historias humanas puede dar. La mayoría no pasa de un breve intercambio de mensajes. A veces no sobreviven al primer error:

Con todo, a veces las historias avanzan más, a veces incluso resultan en un amor real. Pero otras se quedan en una delirante historia.

Todos los nombres de estas historias han sido modificados.

El hijo del ministro

No es del todo raro que una Tinderiana cita acabe entre las sábanas. Eso ocurrió a Marta, que asegura que no suele hacerlo pero que esa noche “estaba inspirada”. Quedó con un chico, que estaba muy bueno, hubo química y subió a su casa. “Aluciné con el pisazo”, explica.

Todo fue bien –muy bien, de hecho-, “pero me pareció que había mentido con su edad y que era algo mayor”. Así que Marta se disfrazó de Sherlock Holmes de las redes sociales y se dispuso a descubrir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Y vaya si lo descubrió.

“Había notado que cada vez que la conversación se acercaba a la política, él cambiaba de tema, pero lo que no me esperaba que fuese el hijo de un ministro”. Marta volvió a quedar con él una vez más, pero cuando le comentó que había descubierto quién era su padre, él la bloqueó en Whatsapp.

Por cierto, sí que había mentido con la edad.

La investigación de mercado

“En aquel momento no entendí por qué me propuso tres restaurantes a los que ir si al final me llevó al que le dio la gana”, cuenta Laura. Llevaba varios días hablando con un chico, cocinero, que le pasó varias sugerencias. “Elegí un restaurante, pero cuando vino a recogerme me llevó a otro, uno de brunch. Estuvimos una hora esperando para sentarnos y le propuse ir a otro, pero él se empeñó en comer ahí”.

“La comida fue normal, pero ya hacia el final me empezó a preguntar qué me había parecido el sitio, la comida, el servicio, la decoración… era un interrogatorio. Luego me explicó que estaba pensando en poner un local de brunch y que estaba yendo a la competencia para investigar… vamos que el tío utilizaba a las citas de Tinder para hacer investigación de mercado”.

Tras aquella comida, no lo volvió a ver.

¿Por qué escondes los dientes?

Las historias de María y Macarena empiezan de forma similar: con las fotos de unos chicos atractivos pero que salían muy serios en todas las fotos. María quedó con su cita solo para descubrir que su Casanova no tenía dientes. “Era muy majo y si me hubiera avisado posiblemente no me hubiera importado, pero me dejó completamente descolocada. No fui ni capaz de preguntarle qué había pasado o por qué no llevaba dentadura postiza. Hice como si todo fuese normal y me fui”, explica.

La cita de Macarena tuvo un giro distinto. El chico sí que tenía dientes pero “los tenía completamente amarillos. Me dijo que era exalcohólico, pero eso no era por el alcohol. Fue muy incómodo, mandé un mensaje a una amiga para que me llamara simulando una emergencia y me fui”.

Ese chico me suena

“Llevaba unos días hablando con un chico, quedé con él y muy bien. Seguimos hablando y empezábamos a hablar de quedar otra vez cuando hablando con una compañera de trabajo descubrimos que a ella le acababa de hacer match”, explica Marina. “No le di mucha importancia porque no había pasado nada entre nosotros y yo también hablaba con otros chicos”. Pero el giro argumental llegó al cabo de unos días, en la cena de Navidad.

La jefa empezó a hablarnos de su novio, que estaba superfeliz y superenamorada. Por lo que nos decía, debía llevar un par de meses con él. Entonces nos enseñó una foto… ¡y era él! Mi compi y yo nos miramos alucinadas. Yo me fui al cuarto de baño y lo bloqueé en todos lados”.

No dijeron nada a su jefa.

El chico autista

“Llevaba unos días hablando con un chico, muy majo”. Ana explica que no había notado nada extraño: “tardaba un poco en contestar, pero tampoco me pareció algo muy raro”. En la cita, todo cambió.

“Noté que se portaba un poco raro, y en seguida me explicó que tenía un poco de autismo. A ratos era como si no me prestase atención, yo esperaba una cita normal y era muy incómodo. No estaba preparada. Aguanté la cita como pude, porque me daba pena y me parecía fatal irme, pero no le volví a escribir”.

Hospital… y uñas en la espalda

Paula hizo match con un chico con el que había coincidido alguna vez. “Aquello nos dio la oportunidad de conocernos mejor. Quedamos varios amigos y nos fuimos de fiesta. Mis amigas vieron que estábamos muy cariñosos y nos dejaron solos. Pero cuando llegamos a su casa, había bebido tanto que era incapaz de quitarme los pantalones con normalidad, así que saqué fuerzas y estiré de ellos, me di un golpe en la cabeza con la estantería llena de enciclopedias que había detrás de mí, y ésta me cayó encima. Me desperté en el hospital. Después de un par de pruebas me mandaron a casa, pero como estaba tocada todavía, él me llevó a la suya y dormí allí.”

“Cuando me desperté era tarde y me quería marchar a casa. Le fui a dar un beso en la espalda, en plan ‘gracias por todo’ cuando noté que algo se me quedó enganchado en el labio… ¡una uña mordida! ¡qué asco! Supongo que era suya… él no lo sabe, pero le llamamos “uñas en la espalda”.