Hay una expresión a la que le he cogido muchísima manía. Una que usa todo el mundo para hablar de películas y series que les encantan pero que no tienen narices para confesarlo, como si pensaran que la gente les va a mirar mal por defender un producto. Durante los últimos meses la gente no ha parado de soltarla para referirse a dos series: Los Bridgerton y El desorden que dejas. Y me fastidia, porque creo que simplemente son excusas y coartadas. Miedo a no pertenecer a un pensamiento único, a ser la nota discordante -también están los que disfrutan yendo siempre a la contra, que esos son harina de otro costal-.

A mí personalmente no me gusta Los Bridgerton, pero no quiero que nadie tenga que justificarse porque la haya disfrutado como un enano. Lo entiendo perfectamente, y lo que me gusta es escuchar sus argumentos. Si Shonda Rhimes ha conseguido que millones de personas se enganchen a su culebrón histórico con toques modernos es que algo ha hecho bien. Ya está bien de esas frases de: “objetivamente no es buena”. Si la creación audiovisual fuera algo objetivo esto sería aburridísimo. Ni siquiera existiría crítica, porque todos deberíamos pensar igual en base a no sé qué criterios.

También ha ocurrido con El desorden que dejas. La ha visto todo el mundo. Se la han tragado en una noche, y todavía tienen que decir que es su placer culpable -eso cuando no utilizan la expresión inglesa que es mucho peor: Guilty Pleasure-. ¿Cómo es posible que alguien no sea capaz de defender a capa y espada una ficción que le ha tenido pegado a la pantalla durante 6 horas? Entiendo que en un análisis destaques cosas buenas y cosas malas, pero algo habrá dentro de ese producto que hace que la gente quiera verla en bucle.

Simon y Daphne en 'Los Bridgerton'.

Simon y Daphne en 'Los Bridgerton'. Netflix

Tengo una teoría sobre por qué usamos eso de "placer culpable", y es como mecanismo de defensa del clasismo cultural que impera en redes sociales y en la sociedad en general, como ya denunciaron los teóricos de los estudios culturales. Cuando algo se le pone la etiqueta de "baja cultura" se le mira mal, y el que se atreva a defenderlo se le señala. Ya está bien. Esas actitudes de mirar por encima del hombro son terribles y castradoras. Dejemos que la gente disfrute con lo que le dé la gana sin que tenga que dar explicaciones o hasta pedir perdón.

A mí me horroriza Hollywood, una de las últimas series de Ryan Murphy, e intento explicar por qué, pero no quiero que nadie tenga miedo a reconocer que a ellos les apasiona y tengan que usar eufemismos. No todo el mundo puede estar enamorado de Godard, ni tiene que ser fan de The Wire, y no todo el mundo tiene que odiar Valeria, y espero y deseo que haya gente que hasta me haga replantearme mi posición, y para ello no pueden usar ese argumento peregrino de "es mi placer culpable". Pártete la cara por lo que te apasiona.

Como hay que predicar con el ejemplo, me dispongo a confesar esa película que la crítica puso a parir y que a mí me hace volar: Miss Agente Especial. No hay vez que la vea que no ría a carcajadas. Tiene escenas míticas, gags divertidísimos, es ocurrente y Sandra Bullock desprende carisma. ¿Es blandita, moñas y hasta un poco machista? Puede ser, que nos guste algo no quiere decir que no sepamos ver sus partes malas, o entender por qué la critican otros. Pero me niego a decir frases hechas como "es mala pero muy divertida" o es "mi placer culpable". Basta de justificarnos, defendamos lo que nos gusta sin miedo a que nos digan que estamos equivocados. La superioridad moral que la guarden en un cajón y nos dejen disfrutar.