Grandes Historias

Si un hijo no es tuyo y lo descubres, ¿cuánto te tiene que pagar el verdadero padre?

El alemán Ludger Pütz descubrió 5 años después de su divorcio, y tras gastar unos 200.000 euros en manutención, que no era el padre. Alemania podría obligar por ley a indemnizar en estos casos y a que la madre revele la paternidad si hay conflicto.

9 octubre, 2016 02:02

El Cuculus canorus, más conocido como cuco común, es un ave cuyas hembras ponen sus huevos en nidos de otros pájaros. De este modo, crías de cuco crecen y perpetúan la especie en nidos de otras aves, como bisbitas o carriceros. Son una minoría en la especie humana, pero algunas mujeres actúan de un modo similar. Al menos, así lo hizo la expareja de Ludger Pütz. La mujer de este alemán de 42 años le engañó con otro y le hizo creer que el hijo producto de esa infidelidad era suyo. Después se separaron, y ella pidió dinero para la manutención del menor durante años. Hasta que Pütz supo que ese niño no era suyo.

Al igual que la naturaleza tolera la estrategia de los cucos hembras, la justicia no castiga especialmente este fraude. Tampoco en Alemania, país que está a punto de incorporar en su código civil una nueva medida para contrarrestar algunos de los efectos que tiene el fraude de paternidad. Se trata de indemnizar, si lo desean, a los padres engañados. El padre biológico, identidad que se verá obligada a revelar la madre, pagará hasta dos años de lo abonado por el hombre que creyó ser el progenitor.

El Tribunal Constitucional de Alemania ha instado al poder legislativo a que la ley recoja la obligatoriedad de la madre para decir quién es el padre biológico en caso de conflicto. En ese caso, el verdadero progenitor debería indemnizar al afectado. La modificación del código civil está pendiente de ser aprobada por el Bundestag. 

Un día, hará ya casi diez años, Ludger Pütz fue a la casa de su ex mujer. Ella estaba en compañía de un antiguo novio. La situación fue extraña. “Él actuó raro”, recuerda Pütz. Pero no le dio más importancia. Sin embargo, “cuando recibí la prueba de paternidad negativa, me acordé de ese momento, sabía que él debía ser el papá del que había sido mi hijo”, cuenta. “A veces notamos algo, pero no sabemos lo que significa”, añade.

El día de Año Nuevo de 2011, mucho después de aquel encuentro, a Pütz le llegaba un correo electrónico de un laboratorio con el que se había sometido a un test de paternidad. Resultó que su hijo no era suyo. Durante casi siete años había sido lo que se llama en Alemania un kuckucksvater: “un padre de cuco”.

Él, divorciado en 2006 de la que entonces todavía creía madre de su hijo, hizo de padre hasta que, descubierto el fraude, su mujer cortó definitivamente el contacto con él. La noticia de 2011 cambió la vida de este hombre, ahora afincado en Medellín (Colombia), donde vive con su actual mujer y su hija de nueve meses. Hasta ese momento había vivido una separación y un divorcio particularmente duros.

“Pese a estar divorciado, tenía muchos problemas con mi exmujer, con la mamá del niño, y eso que quise evitar todos los debates para tener paz con ella, a pesar de que me fue infiel, y lo hice por el bien del que creía que era mi hijo. A ella le llegué a decir: 'Tú elige un apartamento, el que tú quieras, con las cosas que tú quieras, el sofá, la televisión, lo que sea'”, recuerda Pütz.

Según sus cuentas, en los cinco años previos al descubrimiento del fraude de paternidad, desembolsó “más de 200.000 euros, del orden de casi 3.000 euros al mes”. “Fue mucha plata”, dice en español con un incipiente acento colombiano. Todas las dificultades que encontró en la relación con su exmujer terminaron despertando sospechas en este hombre, otrora empresario de éxito en Alemania.

Una vez separados, Pütz vivía en Marburgo. Su mujer, a la que le fue atribuida la custodia, lo hacía en Friburgo. Ambas ciudades están separadas por unos 350 kilómetros. “Pensé en mudarme allí para no conducir tanto los días de visita a mi hijo, pero esto solo lo iba a hacer si estaba seguro de que yo era el padre, aunque lo estaba, pero al 95%”, afirma.

El resultado del test de paternidad lo puso en una nueva tesitura. Impugnó la paternidad ante el juez. Como quiso retirar su nombre de los documentos que le seguían designando como padre del menor ante la ley, fue represaliado por su pareja y se quedó sin contacto con el niño.

“Yo quería ser papá social hasta las últimas consecuencias, hasta que el niño quisiera decir basta, pero ya sin poner plata”, cuenta. Por orden del juez también, el padre biológico tuvo que indemnizar a Pütz por haberse ocupado del niño. “Ya no recuerdo si fueron 17.000 o 13.000 euros lo que me dieron, en fin, es un detalle”, señala, sabedor de que a la larga salió perdiendo.

ENTRE UN 1% Y UN 2% DE LA POBLACIÓN

Su caso no es el único. Es cierto que no hay datos ni estimaciones sobre cuántas personas hay afectadas por esta situación en Alemania. Pero en el mundo occidental, según Maarten Larmusseau, investigador belga de la Universidad Católica de Lovaina y responsable de los últimos estudios más relevantes sobre reproducción fuera de la pareja, el porcentaje de personas que nacen debido a una relación así va del 1% al 2%.

“Es un porcentaje pequeño, pero si se mira en números absolutos, sigue siendo muy grande. En la Unión Europea hay 500 millones de personas, un 1% o 2% representa mucha gente”, comenta este experto.

Sus recientes estudios han roto lo que él denomina “mito” de la reproducción fuera de la pareja en seres humanos. Hasta hace muy poco se consideraban como ciertos datos, según los cuales entre un 20% y un 30% de la población mundial había sido concebida de esta forma. “Esos trabajos son herederos de estudios de los años noventa, en los que se sacaban conclusiones de malas muestras, compuestas por personas que ya tenían dudas sobre la paternidad”, explica Larmusseau.

Entre las celebridades que han nacido en estas circunstancias figura el director de cine danés Lars von Trier. En 1989, cuando el cineasta tenía 36 años, su madre le reveló en su lecho de muerte quién era su verdadero padre, un descendiente del compositor y organista Johan Peter Emilius Hartmann. La actriz y modelo estadounidense Liv Tyler, supo mucho antes, a los nueve años, que su verdadero padre era Steven Tyler, el vocalista de la banda Aerosmith.

UNA CRISIS FAMILIAR

Josef Linsler, presidente de la asociación Intereses y Derecho de Familia (ISUV, por sus siglas alemanas), se ha enfrentado en varias ocasiones al problema de los “padres de cuco”. Por lo general, este tipo de crisis necesita “un hombre muy empático cuya vida gira alrededor de los niños” y una madre “que ya tiene una relación con otro antes de formar su pareja, que la desarrolla fuera de la pareja o que mantiene paralelamente varias relaciones”, analiza Linsler.

“También hay madres que, solo una vez o muy pocas veces van con otro u otros hombres y luego, de ahí viene el niño. En estos casos no dicen nada porque se sienten culpables y no quieren que el hombre que más tienen a su lado las deje”, añade. El último caso que él evoca es el de una mujer que busca a “un hombre que ofrezca seguridad financiera” por un lado, mientras que, por otro, busca a otro “por cuestión de satisfacción a nivel sexual”.

De acuerdo con su experiencia, hay padres que al enterarse de que sus hijos no son suyos se dicen: "No pasa nada, me quedo en la relación". “Pero si se piensa de modo consecuente, la mentira es tan grande que continuar en una relación cuando ocurre algo así es muy difícil”, manifiesta Linsler. De ahí que lo más habitual en estos casos es que la pareja termine divorciándose.

Un escenario típico en el que estallan este tipo de crisis familiares lo describe Alberto Andrio, abogado de la firma zaragozana A&A Abogados. “Estas situaciones emergen en separaciones, por regla general, con carácter previo al divorcio, o con carácter posterior al mismo, pues suele darse a conocer cuando la pareja está muy degradada y cuando en la pareja se dicen algunas barbaridades”, explica Andrio. “Es entonces que estas cosas se descubren”, añade.

DE LA JURISPRUDENCIA A LA LEY

Casos como el de Ludger Pütz constituyen una problemática familiar con la que están acostumbrados a tratar en gabinetes de abogados y tribunales en Alemania. Tanto es así que el Tribunal Constitucional de Alemania, a principios del año pasado, terminó instando al poder legislativo a que modificara el código civil para incluir la posibilidad de indemnizar a los “padres de cuco”. Un año y medio después, el proyecto de ley con las modificaciones pertinentes está pendiente de aprobación en el Parlamento.

“Antes se utilizaba la jurisprudencia, porque los jueces venían decidiendo en la materia, pero ahora habrá una ley a la que recurrir”, señala Kerstin Aust, abogada afincada en Múnich y especializada en temas de derecho de la familia. Doctora en Derecho, su tesis se titula El niño de cuco y sus tres padres.

“Cuando tienes un niño que no es tuyo, un niño del que has cuidado, cuya vida has financiado, se te tiene que devolver dinero, y ese dinero lo paga el padre biológico”, expone Piotr Malachowski, portavoz para asuntos de Familia en el Ministerio alemán de Justicia. La posibilidad de indemnizar abre una cuestión problemática en Alemania. A saber, la madre se verá obligada a decir quién o quiénes fueron sus compañeros de cama en el momento de la concepción. “El padre biológico es el que paga, y solo la madre puede decir quién es, o cuántas personas son potencialmente el padre”, añade Malachowski.

¿UN PASO HACIA EL PASADO?

Por considerar esta eventualidad como una amenaza para la privacidad de las mujeres, no pocas voces se han levantado en contra del todavía proyecto de ley. En el diario progresista Süddeutsche Zeitung, por ejemplo, Heribert Prantl, editor de política nacional, ha tachado la ley de “vergonzante paso hacia el pasado”.

Alemania es un país muy sensible en materia de derecho a la privacidad. No en vano, la población germana aún guarda fresca en la memoria la vigilancia a todos los niveles que impusieron el nacionalsocialismo y, en el este del país, la comunista República Democrática de Alemania.

También es normal que, entre los afectados por el fraude de paternidad, se critique la ley. Pero lo hacen por motivos distintos. Ludger Pütz considera, de hecho, que la ley debería ir más allá. “La ley va a limitar la recuperación posible de manutención a 24 meses, pero muchos de nosotros solo sabemos realmente que no estamos ante nuestros hijos tras una larga carrera de dolor, como la mía”, dice Pütz.

“En Alemania, después de dos años de la primera duda sobre tu paternidad, no tienes el derecho a sacar tu nombre de los documentos del niño, y ya no importa nada lo demás”, agrega quien desde febrero de 2011 escribe y en muchos casos aconseja en un blog sobre los problemas relacionados con el fraude de paternidad.

DIFICULTAD PARA OBTENER INDEMINIZACIONES

En España, para impugnar la paternidad, el padre dispone de un año desde el momento de la inscripción del nacimiento en el Registro Civil. “Es un plazo muy corto”, estima Carlos Herraiz, abogado del servicio jurídico de la asociación Padres Separados. Para él, las leyes españolas en esta materia no tienen visos de cambiar, especialmente de forma que incluyan el que una indemnización sea posible para casos como el de Pütz. “Indemnizar al padre es algo que no va a ocurrir en España”, comenta Herraiz.

En España “los juzgados son muy reacios a dar indemnizaciones salvo que se haya demostrado que se ha provocado un daño psicológico brutal al padre y al hijo el saber que han sido engañados”, comenta Alberto Andrio, el letrado de A&A Abogados. “Pero esto obliga a complejas pruebas periciales sobre el daño moral que se hace”, agrega. Alude Andrio al caso de un matrimonio en el que los tres hijos que el marido pensaba que eran suyos resultaron no serlo. Este hombre se vio “con unos niños de 12, 10 y 5 años que no eran suyos”, cuenta este abogado. Al falso padre lo indemnizaron en concepto de “daños”.

Según Marían Encarnación Roca, magistrada del Tribunal Constitucional, apunta que es muy reciente que padres españoles reclamen los gastos de manutención pagados por un hijo que se ha descubierto que no es suyo. De ahí dos recientes sentencias del 29 y del 30 de septiembre del Tribunal Supremo, que establecen que “no se podía reclamar, resolviendo de forma tajante el problema, porque en que otras audiencias sí habían considerado que se podía reclamar”, aclara Roca.

“Se ha considerado que el padre que se creía padre durante el tiempo en que duró esta situación pagó de acuerdo con las reglas”, resume la magistrada. Eso sí, “si ha habido daños, algo que ya no forma parte del derecho de familia, se pueden reclamar y, si se pueden demostrar, se pagarán”, añade. Eventualmente, ella considera posible que los padres podrían tomar acciones legales contra la madre por “enriquecimiento injusto”.

Andrio, autor de un artículo titulado El fraude rampante de paternidad y convertido en “bandera” de asociaciones de padres que defienden la custodia compartida, apunta que “en algunos estados de Estados Unidos también figura que la mujer tenga que relevar la identidad de los amantes” en este tipo de casos. “Pero en España no hay nada de eso”, agrega este letrado, cuyo gabinete se ha ocupado de casi una decena de casos de fraude de paternidad en España.

En el Reino Unido, también son excepcionales los casos en los que se cuentan indemnizaciones. Julian Hawkhead, del gabinete de abogados Stowe Family Law, afincado en Leeds (norte de Inglaterra), alude así al caso de Richard Rodwell. Este hombre recibió hace tres años indemnizaciones por valor de 25.000 libras (unos 28.000 euros) después de haber estado pagando a su mujer una pensión para el cuidado de los que creía que eran sus dos hijos.

Pagó regularmente según lo estipulado en el divorcio durante cuatro años. En este caso, “pudo saberse que la mujer se sometió a una fecundación in vitro usando el esperma de su ex pareja”, recuerda Hawkhead.

MULTAS O CÁRCEL

En el caso alemán, la mujer que se vea obligada a dar el nombre de quien fuera su compañero o compañeros de cama en el momento de la fecundación podría terminar pagando repetidas multas económicas en caso de no facilitar esa información al juez. De mantener esa actitud y no poder asumir el pago de las mismas, la prisión no es una medida impensable.

De hecho, “ya ha habido multas en las que la mujer ha tenido que pagar, pero determinar la prisión es algo que no ha ocurrido en la historia del derecho alemán”, apunta Kerstin Aust, la abogada especializada en derecho de la familia de Múnich. “En casos así, la mujer puede decir que no revela su privacidad por una cuestión meramente financiera [la indemnización, ndlr.], pero en un tribunal de la ciudad-Estado de Bremen, un juez ha llegado a decir: 'Los jueces no están solo para amonestar ni para aconsejar, sino para hacer justicia'”, sostiene Aust. “O sea, que si lo sabes tienes que decirlo, y al final la mujer dio el nombre”, agrega.

Ahora bien, esta letrada subraya que, cuando la mujer “tiene buenas razones para no decirlo, entonces podrá no dar la identidad del progenitor”. Estas circunstancias serían, por ejemplo, en caso de que el hijo sea producto de una relación incestuosa [algo considerado delito en Alemania, ndlr.], de una violación o en el supuesto de que el padre biológico sea lo que Aust señala como “un alcohólico del que hay que proteger al hijo”.

Ernesto Martin Grueneberg, abogado especializado en derecho de la familia con gabinete en Berlín, apunta que esta posibilidad se debe a un párrafo en la ley “que dice que la madre está obligada a dar esa información a no ser que le sea una cuestión muy gravosa”. “La ley no está muy lograda, pero es imposible hacer una ley totalmente correcta, porque, efectivamente, ¿qué pasa si violaron a la mujer?”, añade.

DAÑOS PSICOLÓGIOS A PADRES E HIJOS

Eventuales multas o castigos con cárcel no hacen en modo alguno que Ludger Pütz cambie de opinión sobre la nueva ley. Él se siente víctima de un fraude financiero y de unos daños psicológicos que han quedado impunes. A raíz de saber que su hijo no era suyo, Pütz sufrió fuertes depresiones. “Las superé, sobre todo, por el apoyo de mi actual esposa”, dice, aludiendo a la madre de su hija.

Por su parte, Jeanette Hagen, escritora y preparadora psicológica afincada en Berlín, ha contado y cuenta entre sus clientes con adultos que han sido “niños de cuco”. “A estas personas les cuesta encontrar su sitio en el mundo, tienen dificultades en el trabajo y en las relaciones sentimentales, que pueden no existir o sólo ser muy breves y siempre marcadas por las dificultades”, explica.

La escritora y preparadora psicológica Jeanette Hagen.

La escritora y preparadora psicológica Jeanette Hagen.

“Cuando se enteran de que su padre no es su padre, se sienten increíblemente engañados, y esto genera un gran problema de confianza, inseguridad, siempre se sienten engañados”, recalca Hagen. Habla por experiencia. Con nueve años supo que su padre no era su padre.

En realidad, ese “papá” era el compañero sentimental que su madre encontró dos años y medio después de nacer ella. Hagen fue producto de una relación amorosa de su madre con un hombre casado que le había ocultado su matrimonio. Su historia la contó por escrito en el libro La hija herida, un volumen que ha sido un superventas en Alemania.

Jeanette Hagen cuando era pequeña.

Jeanette Hagen cuando era pequeña.

Para ella, la nueva ley que afecta a los “padres de cuco” es “un buen primer paso, pero no va lo suficientemente lejos”. Hagen ve en el comportamiento de las madres que tienen hijos de otros hombres en su pareja como un “fraude”. Linsler, el presidente de la asociación ISUV, al igual que ella y que Pütz, utiliza ese término para describir la situación.

“Estamos ante un fraude para el niño, porque la biología moderna nos dice que estamos influenciados en gran medida por los padres biológicos, y también es un fraude para el 'padre de cuco' que se ocupó de un niño que no era suyo”, apunta Linsler.

En el Ministerio alemán de Justicia, Piotr Malachowski asiente cuando se le habla del sentimiento de los padres afectados: "Se sienten traicionados porque las mujeres dijeron que eran padres biológicos, pero esto no es un problema de la justicia, es un problema privado, no es algo que la justicia tenga que aclarar”, dice este portavoz ministerial. La ley alemana modificada, pertenece al código civil, no al código penal. El engaño del que habla el texto, por tanto, es irrelevante a efectos penales.

Incluso cuando un juez ha dictado sentencia a favor de un hombre víctima de “mentira y fraude”, como fue en el caso del británico Richard Rodwell, este “solo pudo recuperar una pequeña cantidad de dinero respecto al total de los pagos que realizó”, comenta Hawkhead, de la firma inglesa Stowe Family Law. En el Reino Unido, al igual que en Alemania, se han hecho llamamientos para convertir el fraude de paternidad en un crimen.

Nada parece indicar que lo vaya a ser próximamente. “Alemania es el país de las mujeres”, responde Linsler cuando se le pregunta sobre esta eventualidad. “En Alemania los derechos de las madres son más importantes y los derechos de los padres no son tan populares. Es un país que está chapado a la antigua”, conviene en apuntar Hagen.

En España, según el abogado Alberto Andrio, “no hay un gran movimiento social sobre este tema”. “La custodia compartida ha sido el primer caballo de batalla de las asociaciones de padres”, añade. Pero, según Roca, la magistrada del Tribunal Constitucional, “si se generaliza este tema, puede que la ley cambie”, lo que haría cambiar la doctrina que viene defendiendo el Tribunal Supremo.

En cualquier caso, Ludger Pütz y las más de 300 personas que ha contactado a través de su blog parecen decididas a constituir próximamente la que probablemente sea la primera asociación de “niños de cuco y su familia”. Ayer sábado tuvieron en Fráncfort (oeste germano) una cita anual para conocerse y crear vínculos en total discreción.