Abdelghani escurre la mirada detrás de una gorra negra que disimula con éxito sus 39 años. Al llegar, me ofrece su brazo izquierdo para estrecharme la mano. El derecho lo mantendrá en el bolsillo durante toda la entrevista; un fatal accidente de tráfico se lo paralizó para siempre en 2007, cinco años antes de que su hermano pequeño, Mohamed Merah, perpetrase los tres atentados de Toulouse y Montauban causando siete víctimas, entre ellas tres niños, en marzo de 2012.

Mohamed fue abatido por las fuerzas de élite tras 32 horas de cerco policial once días después de su primer atentado, a las afueras de Toulouse. “Mi hermano cambió el rostro del terrorismo”, asegura Abdelghani. “Antes pensábamos que un atentado era algo muy previsible, un ataque de gran envergadura, con bombas y una gran parafernalia”, cuenta Abdelghani. “Por eso los jóvenes radicalizados creen que Mohamed Merah es un ejemplo a seguir, porque le ven como el contra alegato del poder”.

Imagen de Mohammed Merah difundida por France 2. Getty Images

Aquel 11 de marzo, el terrorista, conocido por los servicios de inteligencia, se citó con Imad Ibn Ziaten, un militar de 30 años interesado en comprar su scooter. Con la GoPro que había adquirido unas semanas antes, Mohamed grabó el momento en que este suboficial se derrumbaba tras recibir un tiro en la cabeza. Con absoluta tranquilidad, abandonó la escena del crimen en la misma moto que había inventado querer vender, declarando ante su propia cámara: “Esto es el Islam, hermano. Tú matas a los míos, yo te mato a ti”.

Tras esta escalofriante escena, llegarían dos nuevos asaltos que mantendrían por primera vez a Francia en vilo ante una nueva forma de extender el terror islamista. El 15 de marzo, el “asesino del scooter” alcanzó con sus disparos a otros tres soldados miembros del regimiento de paracaidistas. Cuatro días después, asesinó a tres niños y un profesor en la puerta de la escuela judía Ozar Hatorah, en Toulouse.

“MI MADRE NOS ENSEÑÓ A ODIAR A LOS JUDÍOS”

Aunque el parecido físico entre Mohamed y su hermano Abdelghani es estremecedor, este último prefiere pensar que lo único que le sigue uniendo a su familia es el apellido. “Podría haberme cambiado de nombre después de 2012, pero no quise. No permitiré que la mitología yihadista se ampare de él para siempre”, dice mientras se lía trabajosamente un cigarrillo con la única ayuda de su mano izquierda. “Los extremistas siguen viendo a mi hermano como un héroe. De alguna manera seguir llamándome Merah y perpetuar el discurso contrario es una forma de combatirlos”.

La de Abdelghani es, ante todo, una historia de abnegación. Muchos hablan de él como la oveja negra de una familia abocada al precipicio del terrorismo islamista, y él no lo niega: tres de los cinco hermanos (Mohamed, Abdelkader y la joven Souad) han terminado abrazando la yihad. Tan sólo Abdelghani y la segunda hermana, Aïcha, escaparon a las garras del extremismo religioso.

Uno de los ataúdes de una de los niños asesinados en la escuela judía Ozar Hatorah. Getty Images

“Desde que éramos pequeños, mi madre repetía sin parar que los árabes hemos nacido para odiar a los judíos”, explica, y enciende al fin el cigarro asintiendo con la cabeza. Recuerda que de niño, en diversas ocasiones, preguntó a su madre por qué no celebraban la Navidad como el resto de franceses. “Siempre me contestaba lo mismo: que detrás de ese árbol se escondía un judío que había matado al profeta”.

Aunque el parecido físico entre Mohamed y su hermano Abdelghani es estremecedor, este último prefiere pensar que lo único que le sigue uniendo a su familia es el apellido

“SI HAY UN ATENTADO, NO BUSQUÉIS MUY LEJOS”

El mayor de los hermanos Merah habló por vez primera a los medios en 2012, cuando presenció cómo el padre de una de los militares asesinados por su hermano daba el pésame a la madre del terrorista. “Nuestra madre miente tanto como respira. Ella puso esa semilla de odio, racismo y antisemitismo en la vida de mi hermano. El trabajo ya estaba prácticamente hecho”, cuenta. “Cuando Mohamed entró en prisión en 2009, ya tenía dos piernas y media en el salafismo”, continúa.

Abdelghani explica que su hermano jamás perdonó a las autoridades francesas haberle hecho cumplir 20 meses de cárcel por el robo de un bolso. “Cuando salió me dijo que encontraría el modo de vengarse de Francia”, relata, y da otra calada. Después denuncia que en numerosas ocasiones pidió a la policía que vigilase de cerca a su familia. Todas ellas sin éxito.

Hoy recuerda con indignación la reacción de su familia al saber que había comenzado una relación con una joven francesa con antepasados judíos. Años después, se casarían y tendrían un hijo. “Para ellos, mi mujer era una sucia francesa, y yo un traidor por atreverme a presentarles a una chica judía”, lamenta antes de relatar el episodio en que su otro hermano, Abdelkader Merah (en prisión desde 2012 por complicidad en los atentados perpetrados por Mohamed), le asestó siete puñaladas en el costado. Cuando denunció los hechos ante la policía y abordó por primera vez el antisemitismo creciente en su familia, los agentes pensaron que se trataba de un simple ajuste de cuentas.

Asegura que su mensaje a las fuerzas de DCRI (Dirección General de la Seguridad Interior) no pudo ser más conciso. “Recuerdo que les dije: si un día hay un atentado en Toulouse, no busquéis muy lejos. Será uno de mis hermanos”. En cambio, nadie molestó a los tres Merah radicalizados, Mohamed, Abdelkader y la joven Souad, que siguieron ganándose el respeto de la nebulosa salafista de Toulouse durante años y hasta hicieron varios viajes a Afganistán y Pakistán, donde recibieron entrenamiento en zonas tribales.

Cuando Mohamed Merah regresó de uno de sus viajes a Abbottabad y fue interrogado sobre el motivo de estos desplazamientos, el islamista, fiel a la técnica takfirista (disimulación y camuflaje como un acto más de guerra), logró convencer a los agentes de que había viajado hasta allí en busca de una buena esposa. Tanto es así, que el acta escrita por los policías el 24 de enero de 2012 tras reunirse durante horas con Merah, (esto es, tan sólo dos meses antes de sus atentados), reza: “Este encuentro no ha permitido crear vínculo alguno entre Mohamed Merah y una eventual red yihadista”.

Tres de los cinco hermanos de Abdelghani han terminado abrazando la yihad

El mismo terrorista reivindicaría sus actos en nombre de Al-Qaeda durante sus conversaciones con los agentes que rodearon su casa antes del asalto final que terminaría con su vida el 22 de marzo de 2012.

“INTENTARON ADOCTRINAR A MI HIJO”

Cuando Abdelghani Merah sufrió el accidente de moto en 2007 que hoy le impide mover su brazo derecho, Mohamed y su hermana Souad trataron por todos los medios de adoctrinar a su hijo, aprovechando el largo periodo de convalecencia de su padre. “Mi hijo tenía entonces 11 años. Mis hermanos le preguntaron si, como un buen musulmán, tendría valor de hacerse explotar en el metro de Toulouse”, cuenta.

Notó que algo iba mal cuando el pequeño comenzó a decirle que no tenía por qué hacerle caso, pues “no era un verdadero musulmán, sino un apóstata traidor”. Su pareja percibió que el adoctrinamiento venía de la familia Merah al oír a su hijo llamarle “sucia judía”.

Abdelghani denunció estos hechos en su libro, Mi hermano, ese terrorista (Ediciones Calmann Levy) en noviembre de 2012, unos meses después de los ataques de Toulouse. También logró demostrar, a través de una cámara oculta para un programa de la cadena francesa M6, que su hermana Souad, como el resto de la familia, se sentía orgullosa de los atentados de Mohamed Merah. “Estoy orgullosa, sí, orgullosa de lo que ha hecho”, se le escucha decir. Tras este episodio, se abrió una investigación por apología de terrorismo contra ésta, que cayó en el olvido meses después. El 9 de mayo de 2014 a las 12:25 horas, Souad Merah volaba desde Barcelona a Estambul en el vuelo 1854 de la compañía Turkish Airlines. Allí haría escala antes del siguiente avión, dirección Gaziantep. Hoy vive en Siria con sus cuatro hijos.

“Lo avisé, dije que se iría. Se lo dije a mi familia, pero ellos siempre han sido cómplices de todo esto”, relata Abdelghani mientras se lía otro cigarrillo. “La policía tampoco dio importancia a lo que conté”, lamenta, y recuerda que la víspera de la aparición de su libro, su madre le llamó por teléfono. “Me amenazó. Me dijo que si ese libro salía, iba a suicidarse delante de mi hijo para que estuviese traumatizado el resto de su vida”, lanza en voz agotada, como quien ha repetido el mismo discurso hasta la saciedad.

“ME DA MIEDO POR VOSOTROS, POR ESPAÑA”

“Mi casa era una verdadera fiesta el día que recuperaron el cadáver de Mohamed”, dice arqueando las cejas. “Se reían, eran felices porque ellos también se consideran muyahidines, y excepto mi hermano Albelkader, que está en prisión, los demás viven libremente como tantos otros yihadistas”, dice.

Una imagen durante el entierro de Mohammed Merah el 29 de marzo de 2012. Getty Images

Después guarda un silencio glacial y lanza: “Me da miedo por vosotros, por España. Pronto sufriréis otro ataque, ya veréis”. Cuando le pregunto en qué información basa tal afirmación, cita como ejemplo los planes fallidos de Abdelhamid Abaaoud, comandante operacional de los atentados de París, que fueron reivindicados por el Estado Islámico a través de la célebre figura del yihadismo galo, Fabien Clain.

Para mi familia, mi mujer era una sucia francesa, y yo un traidor por atreverme a presentarles a una chica judía

Este ciudadano francés de 38 años, en Siria desde 2014, es el hilo conductor de varias redes yihadistas; coordinó una filial de Al Qaeda en Toulouse en el año 2000, contribuyó a la radicalización de Mohamed Merah y sirvió durante años de figura de intersección entre grupúsculos radicales belgas y los que él mismo dirigía al sur de Francia. El nombre de Abdelhamid Abaaoud, belga de origen marroquí abatido por la policía en el barrio de Saint Denis días después de los atentados de noviembre en París, aparece en varias ocasiones ligado al de Fabien Clain, presente en la nebulosa yihadista de Molenbeek.

“Antes de noviembre de 2015, Abdelhamid Abaaoud intentó formar a mujeres yihadistas residentes en España, precisamente para que fuesen kamikazes y se hiciesen explotar allí”, explica. En efecto, los Servicios Antiterroristas españoles detectaron a partir de 2013 un incremento de captaciones de mujeres españolas, que abandonaron el territorio con destino a Siria sin que sus labores allí se limitasen a la esclavitud a servicio de los combatientes.

Desde abril de 2015, cerca de una decena de mujeres españolas han sido detenidas mientras se preparaban para huir a zonas controladas por el autodenominado Estado Islámico; veinte mujeres en los últimos tres años. Otras quince o veinte (algunas de ellas, menores) sí lograron su objetivo y se encuentran hoy en tierra siria, y en menor medida, iraquí.

El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, subrayó al conocer las intenciones de Abdelhamid Abaaoud que aunque sí existían índices que llevaban a afirmar que el terrorista había intentado formar a mujeres residentes en España, no le constaba que el objetivo fuese servirse de ellas para atacar a nuestro país.

Mi hermano no es un héroe, es un monstruo

“Esto no es más que el principio, ¿sabe? Y suelen conseguir lo que se proponen”, insiste Abdelghani. “He crecido en una familia salafista, sé cómo se mueven y lo calculado que lo tienen todo”, dice, y ladea la cabeza en un gesto de impotencia.

ROMPER EL MITO MERAH

Hoy Abdelghani es un miembro más de la asociación Entr’autres, un organismo formado por psicólogos y especialistas en radicalización encargado de acompañar a los jóvenes franceses que presentan signos de adoctrinamiento yihadista.

“Yo me encargo de romper ese falso mito que perpetúa a mi hermano como un héroe al que hay que imitar, contando mi historia, explicando la infancia de Mohamed”, explica. “Mi hermano no es un héroe, es un monstruo”, continúa. Su misión consiste hoy en evitar que otros jóvenes sigan el camino de su familia, algo que él vive como una redención por las atrocidades cometidas por Merah.

Abdelghani es hoy para otros jóvenes el hermano mayor que le hubiese gustado ser para Mohamed.

“Todos los que veo tienen el rostro desencajado, esa mirada perdida”, relata, tratando de imitar el gesto. “Cuando ya están adoctrinados, se nota. Les han dado esa seguridad en sí mismos, porque les han vendido un gusto de la muerte deshumanizada”. Después cita el ejemplo de su hermano, y se indigna. “¿Sabe cómo les preparan? ¡También era el caso de Mohamed! Hacen visitas a los depósitos de cadáveres, les llevan a ver enfermos moribundos, les envían constantemente imágenes de muertos”, dice, esta vez con una mueca de grima.

Abdelghani Merah rechazó la protección ofrecida por el Estado y hoy vive amenazado. Prefiere no ahondar en la cuestión, ni especificar la ciudad francesa en la que reside, separado ya de la madre de su hijo. “Después del atentado de mi hermano lo perdí todo”, me cuenta mientras se coloca la gorra con la mano izquierda y camina cabizbajo junto a un puerto al sur de Francia.

El hermano de Mohammed en la actualidad A.G.

[Este domingo, segunda parte: Así se desintoxica a un yihadista]

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