Francisco Javier, Eva, Cristina y Lucía son parte de la generación Z que se identifica como católica.

Francisco Javier, Eva, Cristina y Lucía son parte de la generación Z que se identifica como católica.

Reportajes

Ding, Eva, Cris... Hijos de ateos y rostros del renacer católico de la Generación Z: "Dan por hecho que nos han comido la cabeza"

Tras un descenso histórico, los datos del CIS muestran por primera vez desde 1994 un incremento de los jóvenes católicos de entre 18 y 24 años, pasando del 33,9% en 2021 al 38,5% en 2025. Lo mismo sucede con los de 25 y 34 años.

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Francisco Javier Ding tiene 23 años. Nació en Hong Kong, China, en una casa donde "fluía un aire confuso de ateísmo, confucianismo y budismo chino". Pero fue durante su Erasmus en Granada cuando se acercó por primera vez al catolicismo, esa religión que le ha permitido, dice, "vivir en paz".

Era el año 2020, y la voz de su profesora de Literatura Medieval, María, se colaba entre sus pensamientos con palabras de Santo Tomás de Aquino, en medio de una pandemia mundial que dejaba una cifra de fallecidos que no paraba de crecer. "Estas encarnaban la ternura y el consuelo que se podían necesitar en el mundo gris de aquel entonces", recuerda.

Cinco años han pasado desde aquello, pero Ding no ha vuelto a ser el mismo. "Me he fortalecido como una persona honesta, sincera y valiente. Antes me identificaba como el típico joven experimentador nihilista de la soledad y, ahora, soy parte de la comunidad de Dios". En abril de 2026, este joven asiático será bautizado y, oficialmente, pasará a ser miembro de la Iglesia Católica.

Eva Alcalá tiene 24 años y es de Girona. Su familia nunca ha sido practicante, ni siquiera religiosa, pero, en su caso, recibió los Sacramentos de iniciación más típicos, como el bautismo y la comunión, aunque sólo "por tradición".

Pero, a raíz de una "mala etapa personal", conoció "personalmente a Dios". Desde el 1 de enero de 2025 practica la fe católica y recibió el Sacramento de la confirmación en junio del mismo año.

Ahora, su mayor desafío es hacer frente a la incompresión de los no creyentes, porque "dan por hecho que a los jóvenes nos han comido la cabeza". 

Eva Alcalá.

Eva Alcalá. Cedida

Algo parecido le pasó a Cristina Sempere, una joven sevillana de 27 años. En su casa "nunca existió un verdadero interés o respeto hacia la Iglesia" pero, en el verano de 2024, empezó a sentir "un repentino interés por Jesús".

Desde entonces, está formándose en la Iglesia Católica, "estudiando y recibiendo los Sacramentos" y, a pesar de que dice seguir siendo ella misma, ahora vive de forma distinta, más modesta y en castidad.

Lucía Gaytan tiene 19 años. Es de Almuñécar, aunque ahora estudia y vive en Granada. Su caso es algo diferente al resto porque no va de una 'revelación', pero sí de una reconversión. Siempre ha vivido muy conectada a la iglesia, con una familia católica de las que rezan y van a misa los domingos.

Pero es la figura de su madre la que más le ha acompañado en este camino. Ella comenzó a vivir "muy intensamente su fe" y Lucía no compartía eso. "No lo veía importante. Llegó un punto en el que pasé completamente de todo lo que tuviera que ver con religión o con Jesús. Decía que era cristiana, pero en verdad no lo era", sentencia.

Lucía Gaytan.

Lucía Gaytan. Cedida

Sin embargo, una "depresión brutal" hizo que volviera a conectar con Dios años después. Fue en 2022, cuando un sacerdote la invitó a pasarse por la parroquia y, simultáneamente, una amiga la animó a ir a confirmación, cuando sintió dentro "la llamada".

"Yo no quería ir pero, por presión, terminé yendo, y ahí algo empezó a moverse. Es una de esas llamadas que hace el Señor, como si me dijera: 'Eh, estoy aquí'. Y fue justo ahí cuando entendí que nada de este mundo podía llenarme, que ese vacío solo lo podía llenar Dios. Desde entonces, no me he vuelto a alejar de él, y mi vida ha cambiado por completo", afirma.

Francisco Javier, Eva, Cristina y Lucía. Cuatro nombres distintos, cuatro historias distintas y un factor común: un encuentro reciente con Dios. Pero no son los únicos que lo han tenido dentro de esta llamada generación Z, y los datos lo avalan.

Por primera vez desde 1994, y tras una caída histórica de las cifras, el CIS ha registrado un incremento de casi cinco puntos porcentuales entre 2021 y 2025 en el número de jóvenes con edades comprendidas entre los 18 y los 24 años que se identifican como católicos, pasando del 33,9% al 38,5%.

Lo mismo sucede con los Millenials. En 2023, el porcentaje de jóvenes de entre 25 y 34 años que se declaraban católicos descendió hasta el 35%. Sin embargo, en 2025, esta cifra aumentó en casi tres puntos, alcanzando el 37,9%.

A pesar de que el repunte –aún– es mínimo, no se trata de algo baladí. De hecho, es todo lo contrario, pues este ascenso ha conseguido frenar la caída de todo el conjunto de la población que se considera creyente.

Ya lo notan hasta en la propia institución eclesiástica. Según cuenta a EL ESPAÑOL Francisco Ramírez Mora, Director de Juventud e Infancia de la Conferencia Episcopal Española, "es indudable que hay un resurgir del hecho cristiano entre los y las jóvenes de nuestros días".

Pero puede que este fenómeno sea breve y que, además, tenga una explicación. Nos encontramos en "plena ola de un cambio de época", según afirma a este diario la teóloga Cristina Inogés, donde las cosas cambian rápidamente y, por ende, "no hay nada seguro".

Sin embargo, es innegable que, al menos por el momento, algo se está gestando. Las ventas de libros religiosos se han disparado, la música y el arte se tornan hacia lo católico –hace apenas unas horas que una Rosalía vestida de monja y con una aureola tintada en su pelo sacaba a la LUX su nuevo álbum– y, ahora, las influencers ya no enseñan sus trapitos, sino sus rosarios y sus biblias.

Los valores tradicionales parecen abrirse paso a trompicones en la cultura joven de nuestro país y, ante este panorama, solo cabe preguntarse... ¿Es que ser católico está de moda?

RRSS como canales de evangelización

Ding se sentía "arrinconado" en aquel piso de alquiler para estudiantes en el barrio de Albaicín. Eva hacía frente a un "vacío", Lucía a una "depresión". Cristina buscaba "estabilidad". Parece que el denominador común entre estos cuatro jóvenes era, por aquel entonces, la búsqueda de una respuesta.

Y no es de extrañar. Actualmente, España cuenta con una generación de adolescentes "frágiles y vulnerables" que se ven abocados a una vida inestable y, sin duda, mucho peor que la de sus antepasados.

"Por primera vez me encuentro alumnos que, cuando digo que levanten la mano si piensan que van a vivir mejor que sus padres, no lo hacen. Pero es que ni uno", cuenta a EL ESPAÑOL el sociólogo y profesor Rafael Ruiz Andrés.

"Por eso, en tiempos de incertidumbre es normal que la religión emerja como refugio para ellos". Más teniendo en cuenta que, con los datos en la mano, esta repentina ola creciente de catolicismo se produce tras el covid-19.

"La postpandemia nos dejó un mundo que se percibe como mucho más inseguro, más inestable. Y a nivel sociológico, la relación entre religiosidad y esa percepción de la vulnerabilidad es bastante sólida. Cuando tenemos esa conciencia de fragilidad es fácil que vuelvan a aparecer preguntas que remiten a cuestiones espirituales o religiosas", señala.

Pero, ¿dónde han encontrado estos jóvenes de la generación Z la solución a estos interrogantes? La respuesta es sencilla: en las redes sociales. Resulta paradójico que la vuelta a los valores tradicionales se haga desde medios plenamente digitales, pero sin duda, TikTok e Instagram se han vuelto los principales "canales de evangelización".

"Empecé a crear contenido en redes sociales porque sentía que el Señor me llamaba a evangelizar"

Lucía Gaytan, joven católica

"Estas plataformas hacen las veces de difusores de mensajes católicos, de manera que todo el mundo está al alcance de ellos, hasta para los que no han tenido nunca ningún tipo de socialización religiosa. Esto no sólo ha propiciado que el mensaje llegue a más gente, sino que ha hecho que ahora los jóvenes hayan perdido la vergüenza de identificarse públicamente como católicos, cosa que antes estaba más estigmatizada", explica el sociólogo.

Gracias a las redes sociales, Cristina encontró a la "primera persona que contribuyó significativamente" en su evangelización, "el creador de contenido y Tiktoker, ahora seminarista y gran amigo, Juan Manasa". Del mismo modo, Lucía recibió su primera "señal de Dios" hacia la reconversión cuando conoció gracias a su madre a Antonio Guzmán, influencer católico.

Tanto es así que, ahora, ellas mismas se han decidido a continuar con esta labor de predicación a través de TikTok. Cristina dejó de salir de fiesta por la noche para dedicarse en cuerpo y alma al estilo de vida católico y, dice, no se está "perdiendo nada".

Cristina Sempere.

Cristina Sempere. Cedida

Por ello, quiere que otros sigan su camino y, desde hace un año, en su cuenta @solaconelsolo enseña a otros a rezar el Rosario, a crear un altar o a entender la Biblia. Por su parte, Lucía hace tan sólo unos meses que ha empezado a compartir contenido en TikTok, y fue porque sintió que el Señor la "llamaba a evangelizar".

"Creo que hoy, especialmente entre los jóvenes, las redes sociales son el lugar donde más atención podemos captar. Allí sé que me van a ver y, aunque a veces entren a mis vídeos sólo por curiosidad o para reírse, sé que pueden tener un pequeño encuentro con Dios. Me gusta poder compartir mi fe, responder a las dudas de quienes están empezando su camino y recordarles que no están solos", explica.

Sin embargo, los cuatro jóvenes con los que se ha puesto en contacto EL ESPAÑOL reniegan de que esto sea solamente una moda. Para Ding, "la moda es la aglomeración pasajera de símbolos vacíos sin significados, pero el cristianismo sí tiene significado y ese significado no es sino la eternidad". "Por eso decir que el cristianismo está de moda me parece erróneo", sentencia.

Francisco Javier Ding.

Francisco Javier Ding. Cedida

Eva opina que "todo el que se inclina a Dios, aunque sea un poquito o de forma superficial, es porque ese es realmente el camino que debe seguir". Para Cristina, "ser católico es estudio, búsqueda de santidad y servicio a los demás por amor a Dios". "No lo considero una moda, sino el resultado de años de negligencia espiritual en muchas personas", afirma.

Por último, Lucía cree que "muchos jóvenes están buscando algo auténtico que les llene su corazón, ese vacío que tienen". Por eso, "ahora se está hablando más de fe y la gente no tiene miedo a hablar de Jesús, pero la fe no es una tendencia, sino una relación que permanece".

Del mismo modo, Francisco Ramírez Mora, Director de Juventud e Infancia de la Conferencia Episcopal Española, suscribe la importancia de no utilizar "a la ligera" la expresión "está de moda" para referirse al hecho de "un rejuvenecimiento de la fe en los jóvenes".

"Ser cristiano no es una moda, es un estilo decidido y auténtico de vida. Es una forma de actuar, sentir y transformar el mundo", advierte. Pero sí reconoce el poder de plataformas como TikTok e Instagram en este nuevo "resurgir". "Muchos jóvenes han posibilitado una visión novedosa de la Iglesia a través de las redes sociales y nuevos espacios digitales. La Iglesia siempre ha estado en la vanguardia del anuncio, y también estos lugares han propiciado una mirada fresca de la Iglesia", admite.

Las opiniones son muchas pero, si se pregunta a los expertos sobre si esto no es más que una fachada, Cristina Inogés no se ve capacitada aún para dar una respuesta en firme. "Sinceramente, todavía no sé distinguir muy bien si esta es una corriente de búsqueda auténtica o si es una corriente de moda comercial. No me gusta juzgar a las personas, y aún es pronto para determinar si este resurgir se mantendrá en el tiempo"

"Lo que sí que es cierto", apunta la teóloga, "es que el ser humano tiende a ser religioso por naturaleza, aunque esto no significa ser católico, ni siquiera cristiano, sino que siempre busca una aspiración trascendente".

En una época convulsa, y con una generación a la que le ha sido "robada la presencia de Dios", los jóvenes están "entusiasmados" con una vuelta "a lo de antes" pero, se teme la experta, "esto no es así del todo". "La gente se cree que realmente hay un resurgir del catolicismo pero yo lo que advierto es una visión muy introspectiva, muy intimista. Y el catolicismo realmente no es algo hacia adentro, sino hacia afuera".

"Sin embargo, lo que pase en un futuro también dependerá mucho de nosotros y de cómo acompañemos a estos jóvenes en esta búsqueda que, por supuesto, no va a tener los mismos entronques que tuvo la nuestra", asegura.

Respuesta cultural a una búsqueda de sentido

"Se ha visto un rostro joven y fresco de la iglesia gracias a propuestas artísticas y musicales que han tenido mucha fuerza. Siempre la iglesia ha posibilitado el anuncio de Jesús por medio de la música, pero es indudable que últimamente las propuestas son más relevantes y mediáticas".

No sabemos si se refiere a Rosalía exactamente pero, como el resto del mundo, la Conferencia Episcopal Española también ha sido testigo de cómo el simbolismo católico se ha hecho hueco en la cultura juvenil. Aunque se define como atea, la catalana no es la primera vez que hace uso de elementos religiosos o de imaginería sacra en sus temas.

Poemas de San Juan de la Cruz o decir que "una motomami sabe que el mejor artista es Dios" son mensajes que, gracias a ella, llegan a millones de oyentes a nivel mundial. Sin embargo, lo de la artista catalana con el catolicismo no es algo casual.

"En los últimos años estamos viendo como el arte religioso o, mejor dicho, lo espiritual y simbólicamente trascendente, está regresando con fuerza a la industria musical" dice a EL ESPAÑOL el productor musical Alejandro Abad. "Y no se trata de un fenómeno aislado, sino de una respuesta cultural a un momento global de búsqueda de sentido".

En el pop, en el trap, en el soul o incluso en la electrónica, cada vez es más frecuente encontrar símbolos, sonidos o mensajes espirituales reinterpretados con una mirada contemporánea. Pero, para el cantautor español, esto no se trataría sólo de mero marketing.

"En el fondo, este regreso del arte religioso no es una moda, es una reconexión con lo esencial, con lo que la música siempre ha hecho, que es conectar, darle forma al misterio y recordarnos que hay algo más grande que nosotros mismos", apunta.

Sea como fuere, parece que "la juventud ha redescubierto el amor auténtico, vivo, libre y real de Jesús de Nazaret", dicen desde la institución. La Iglesia está viviendo su particular primavera y, con ella, viven "emocionados" el ver "a millones de transformar el mundo desde el amor guiados por Dios".