Mariano José Nsué Obama paseando por las calles de su barrio.
José Obama, el ahijado de Macías e hijo de un fusilado que pide dinero en Madrid para ser presidente de Guinea Ecuatorial
Mariano José Nsué Obama tiene 60 años, vive de un subsidio en un piso de Madrid y asegura que logrará ser el próximo presidente dando mítines.
Más información: ‘El monstruo español’, la desconocida historia de cómo Franco permitió la forja de un dictador en Guinea.
En su primer mitin estaba nervioso. Sudaba, tartamudeaba y deseaba que terminara pronto. No se dirigía a una multitud de estadio ni a una plaza enfervorecida, sino a los clientes de la peluquería a la que acudía la comunidad guineana de Torrejón de Ardoz, un municipio del este de Madrid. En lugar de aplausos, escuchó comentarios de incredulidad y consejos para abandonar esa senda política.
No les hizo caso. Tres décadas después, Mariano José Nsué Obama mantiene la convicción de ser el próximo presidente de Guinea Ecuatorial, el país donde nació y del que huyó de niño. No hay encuestas que recojan su nombre ni registros que lo cataloguen como candidato.
Sus papeletas son folios fotocopiados en blanco y negro que pega en farolas y marquesinas de Madrid. En ellos aparece su rostro, más joven, y el resumen de su propósito vital: gobernar un Estado que se independizó de España en 1968 y que desde entonces ha encadenado dos dictaduras.
Las papeletas de Mariano José Nsué Obama.
Son esos pequeños detalles los que obligaron a su familia a exiliarse y los que han alimentado su ambición política. La historia empieza en ese país tropical y, de momento, termina en el centro de Madrid. Es lineal, de un sentido. “Vine a España después de seis años en Gabón y uno en Camerún. Mi nacimiento y mi bautismo salieron en la tele”, recuerda mientras toma un café con leche y evoca el 13 de diciembre de 1978, el día en que aterrizó y descubrió el frío de estas latitudes.
También rememora los motivos de su huida: su padre, Rafael Nsué Nchama, fue ministro de Agricultura y fusilado. Su padrino, Francisco Macías Nguema, fue el primer presidente del país, hasta que Teodoro Obiang –actual mandatario– tomó el poder en 1979 y que gobierna con autoritarismo este Estado de 1.7 millones de habitantes. Todo su entorno quedó marcado por aquellas alianzas, lo que forzó el éxodo familiar.
"Perseguir un sueño"
“Me metieron en cuarto de primaria aunque era mayor”, recuerda Obama, que tuvo que aprender español desde cero. Estudió en Madrid y terminó sus estudios en Zaragoza, donde tuvo una revelación.
Un compañero le contó que Obiang –“el dictador”– iba a visitar el cuartel de su padre. Se unió al viaje, pese a que coincidía con la comunión de su hermano. “Tenía 14 años y no lo vi como presidente, sino como persona. Al principio generaba esperanza, luego resultó ser un fraude”, dice. Desde entonces sintió que tenía un cometido: convertirse en el siguiente presidente de su país.
A los 24 años tomó la decisión definitiva. Aunque trabajó en distintos oficios, lo dejó todo por ese anhelo. “La vida me pone a prueba, pero opté por perseguir un sueño”, reflexiona. Eso implicó apartar amistades, trabajos y familia (tiene seis hermanos con los que está en contacto, aunque apenas coincide).
Ahora sobrevive con un subsidio en un piso del barrio de Villaverde y pide dinero en la calle para costear su campaña. “Esto es como una oposición: tengo que olvidarme del resto”, afirma.
Mariano José Nsué Obama quiere ser el próximo presidente de Guinea Ecuatorial.
Recorre el centro y los barrios de Madrid gritando su consigna más célebre: “¡No me gusta trabajar!”. Así atrae la atención de los viandantes y estrecha la mano de algún interesado. Explica que su nombre es un homenaje a Mariano Rajoy, José Luis Rodríguez Zapatero, su padre Nsué y Barack Obama.
Asegura que, “como poco”, será presidente de su país y, “como mucho”, un líder de la liberación africana. Suele acabar sus discursos ensalzando a la República de San Rafael Nsué Nchama (que lleva bordada en su jersey y que indica cómo se llamaría Guinea Ecuatorial bajo su tutela) y coreando vivas al continente o a sus predecesores.
Los mentores de Obama
Por predecesores entiende a Malcolm X, Martin Luther King, Nelson Mandela o Xavier Micah Johnson, un activista estadounidense de Black Lives Matter que disparó a cinco policías en Dallas. Mártires de la lucha panafricana y mentores desde el firmamento. “Para mí son santos, porque la muerte no es el final”, asegura este creyente en la numerología.
Enumera de carrerilla fechas y coincidencias que refuerzan su afán: “El día que asesinaron a San Malcolm X, mi madre llevaba tres meses embarazada. Nací un miércoles, tercer día de la semana. Soy el tercer hijo varón de mi padre con su tercera esposa. Y cuando mataron a San Martin Luther King, hacía tres años que había nacido”.
Otra de sus actividades son los mítines improvisados. Sube a un banco y lanza soflamas ante pequeños grupos. Hace unas semanas, frente al Instituto Lope de Vega, a pocos metros de la glorieta de San Bernardo, logró reunir a decenas de alumnos. Se muestra sonriente ante una muchedumbre inesperada. Algo similar le ocurrió cuando comenzó a organizar charlas en su canal de YouTube. Para conquistar al público ofrecía 20 euros a personas sin hogar y toxicómanos.
Una tarde de 2012 subió la apuesta: prometió 50 euros y reunió a unas 200 personas de todo pelaje. Pero, al ver el panorama, reculó. “Amigos, me vais a tener que perdonar, pero, ¿qué son 50 euros cuando vengo a ofreceros un futuro?”, preguntó. Salió de allí de milagro: los ánimos eran de golpiza, no de apoyo ante unas elecciones.
“Hago caso a mi intuición. Quiero que la cara de mi padre y su lucha sean conocidas”, sentencia. Pese a su fe, no obtiene el empuje de sus compatriotas. La comunidad guineana en Madrid lo escucha con una mezcla de orgullo y escepticismo, pero nadie le anima a seguir. “No me toman en serio”, asume con serenidad quien pasa sus días leyendo a Churchill, Bolívar o Julio César, unos “libertadores”.
Mariano José Nsué Obama predicando sus ideas en Madrid.
Gracias a esas lecturas escribe a diario en cuadernos que guarda en su mochila, decorados con recortes de sus influencias. De ahí salen proclamas y acciones cargadas de simbolismo. Entre sus medidas, levantar fábricas para alcanzar el pleno empleo, blindar la autonomía alimentaria y garantizar sanidad y educación universal, “con material gratuito y tres comidas al día”. Solo mantiene una postura tajante: “Hasta que no fuéramos 15 millones de habitantes, el aborto estaría prohibido”.
Corrupción y desigualdad
Denuncia la corrupción y la desigualdad de su país: “La comida es más cara que en muchos lugares porque se importa todo, pese a las tierras fértiles que tenemos”, lamenta. También critica la pasividad de sus compatriotas. “Son pacíficos, tranquilos y poco emprendedores. Por eso los extranjeros nos están comiendo el terreno”, dice, convencido de que la obstinación puede movilizarlos.
Y es a lo que, a sus 60 años, dedica su tiempo. “Algunos me ayudan, pero nunca llueve a gusto de todos”, resume, consciente de la dejadez de sus compatriotas y de los riesgos del régimen. “Claro que estoy en problemas”, susurra, refiriéndose a los tentáculos de Obiang.
Uno de sus pocos respaldos es Fran Grima, antropólogo madrileño de 31 años que rueda un documental sobre su empeño. “No me corresponder juzgar si su comportamiento es locura o lucidez. Me interesa cómo su discurso organiza una forma de verdad propia, una manera de existir y resistir dentro de la marginalidad”, afirma.
“Jamás he tenido novias ni hijos. Mi mente está en otra cosa. No estoy para distracciones”, concluye Obama, convencido de que, en un futuro próximo, será aceptado: “Soy único. Mi padre y mi padrino lo vieron. Fui el único hijo al que le dieron la dote”.
De esa singularidad surgieron aquellos mítines en la peluquería de Torrejón, las noches empapelando Madrid y los aplausos imaginados que le confirman, una vez más, su destino: “He nacido para ser el tercer presidente de Guinea Ecuatorial”.