Educada, divertida y muy trabajadora. Con 17 años hizo sus pinitos en el espectáculo y, poco a poco, terminaría siendo un referente para niños y adolescentes. Uno de sus primeros trabajos fue como figurante en el Un, dos, tres… donde Chicho Ibáñez Serrador fue uno de sus maestros y en 1989 se convirtió en 'chica Hermida'.
"Me hubiera gustado aprender muchísimo más de él, estuvo muy bien que con 18 años tuviera ese maestro. Era muy duro, pero me enseñó la responsabilidad de un directo y un programa. Cuando se es tan joven no se tiene consciencia de ese grado de responsabilidad con tu carrera, el trabajo, los horarios y el público. Me vino muy bien tenerle en mi juventud", dice con admiración a EL ESPAÑOL.
Luego llegaron José Antonio Plaza, uno de los mejores realizadores y presentadores de televisión y Arturo Fernández, que "me enseñó a ser actriz, se empeñó y me dijo que podía vivir de ello". De todos guarda un inmenso cariño y tienen un denominador común.
"Han sido gente muy dura, llorabas mucho porque no te dejaban pasar ni una, hubo momentos en los que te frustrabas, pero es la única manera de que aprendas. Benditos maestros duros porque me han hecho poder vivir del espectáculo toda la vida".
Leticia Sabater tras la entrevista con EL ESPAÑOL.
Leticia, con 'c', aunque podría escoger la 'z' ya que se ve como "una princesa", marcó tres hitos en la pequeña pantalla destinados al público infantil y adolescente como fueron Desayuna con alegría (1991-1993), A mediodía, alegría (1992-1993) y Mucha marcha (1995-1999).
¿Quién no recuerda sus gritos de guerra 'Okay, Mackey' o '¡A mediodíaaaa… alegríaaaa!', contagiando de energía a los más pequeños de la casa?
"Las frases de los programas me las inventaba yo. Se quedan para siempre. Me ha gustado crear porque cada proyecto ha de tener una identidad personal que se alcanza con frases especiales", asegura.
Tiene claro que hay que vivir y dejar vivir, por eso procura ignorar las críticas, especialmente las malas. De todo ha aprendido y se aferra a la vida como si no hubiera un mañana.
Leticia Sabater.
Desde hace tres años cosecha unos éxitos apoteósicos con 200 conciertos cada verano, lo que le permite vivir de una forma tremendamente desahogada. Si el año pasado la gira se denominaba Bailando en mi fiesta, en esta ocasión se llama Salchipapa party.
Su videoclip de presentación es un hard remix de Mamma María, uno de los grandes éxitos de Ricchi e Poveri (Está disponible en Instagram).
Aunque no se lo crean, desde hace seis meses y dos horas a la semana toma clases con Beatriz Albert, la coach de Mónica Naranjo, y admite que "me está preparando la mejor y me voy a quedar de por vida con ella". Indiscutiblemente, en un mundo tan homogéneo, Leticia Sabater ha creado su propia marca.
PREGUNTA.– Sin duda, está de racha en los últimos años.
RESPUESTA.– Me va de lujo, mucho mejor que cuando era presentadora. Los que vienen a mis conciertos presumen de haber crecido conmigo, siento que la gente me quiere desde siempre.
Es cierto que ha habido alguna temporada que hice cosas que no les gustaba y me encontraba a gente que me criticaba. Eso cabreaba a mis fans porque el público es muy inteligente, y les cabrea que me insulten.
A ver, que soy una tía que lleva trabajando cuarenta años. Nadie te regala nada. Me paso todo el año trabajando. El dinero o lo heredas o no te lo regala nadie.
Leticia Sabater.
P.– Lo de tunear las canciones lo debe hacer de carrerilla.
R.– El toque Leti es importantísimo. El remix que he hecho va a toda hostia, lo cantan los adolescentes por el ritmo y también los mayores porque ya conocían a Ricchi e Poveri.
Abro los conciertos con este tema, todo el mundo bota y baila sin parar y luego canto mis temazos antiguos y tres o cuatro actuales. Hay gente de 10 años, de 20, de 40, 60… e incluso de 95. Cada concierto es diferente, muy participativo y divertido. La intención es que se lo pasen bomba todas las edades.
P.– ¿Alguna anécdota que nos pueda contar de sus giras?
R.– Al acabar los conciertos me quedo media hora haciéndome fotos con la gente. Los que fueron niños o adolescentes cuando hacía mis programas de televisión me suelen decir: "La primera paja me la hice contigo". Y se quedan tan a gusto.
Otros me piden que les dé un pico, pero son menores, podría ser su madre. En uno de mis shows una chica lesbiana le pidió matrimonio a su novia y en otro celebramos cuatro cumpleaños, hago que les pongo una multa por no tener papeles -recuerda a su tema Mr. Policeman- y la multa es un piquito.
Es alucinante cuando entonan la canción Titi, cómeme el toto o cuando digo lo de todo el mundo con la pezuña y dicen "miau, miau".
Leticia Sabater.
P.– Menudo cambio ha pegado. De ser un referente para los niños a cantar cada vez más temas de alto voltaje como El polvorrón o Barbacoa al punto g.
R.– Soy muy provocadora, me gusta lo sensual, lo sexual, lo diferente y lo que genera controversia. Siempre he hecho lo que me ha dado la gana desde que empecé en el espectáculo con 17 años.
En mis conciertos de verano verás cosas que van más allá de lo inimaginable, porque al fin y al cabo a mis fans quieren cantar conmigo temazos sexuales tipo El pepinazo o 18 centímetros papi.
Desde luego nunca me verás con un traje de cóctel en plan 'fisna' encima de un escenario. Los jóvenes prefieren canciones de fiestas, picantes y divertidas. Les pone cachondos.
P.– En los videoclips también despliega grandes dosis sexuales.
R.– Claro. A mis fans les gusta todo lo que tenga el toque Leti, por eso los hago muy desenfrenados, con doble sentido sexual, muy locos. Eso genera mucha polémica y es lo que quiero.
Leticia Sabater.
P.– Para ello se ha valido de la cirugía plástica y estética que a muchos les puede parecer exagerado.
R.– La cirugía en mi caso es un elemento muy importante porque, no te olvides de que no soy una niña -enfatiza-, siempre he intentado resaltar un poco, pero luego me di cuenta que dos tetas tiran más que dos carretas, así me decidí pasarme de talla.
He querido ser diferente y con personalidad. Lo que más les gusta a los adolescentes son mis abdominales, se vuelven locos. Normalmente voy con poca ropa, la justa para bailar.
Suelo llevar una chaqueta que me la quito tras la primera canción y el primer grito de pasión es cuando me ven esos abdominales. Es como si les dijera que les ha tocado la lotería. Siempre he querido ser diferente, con personalidad y artista.
P.– Aunque no se lo crean ha sido muy currante.
R.– Llevo 40 años de profesión, tanto delante como detrás de las cámaras. He producido, presentado, bailado, actuado, escrito…. Me gusta mucho el mundo del espectáculo.
Gracias a Dios me va muy bien con los conciertos de verano, tengo como 200 en todos los puntos de España. De hecho, acabo de rechazar tres realities, dos para canales nacionales españoles y uno para una televisión sudamericana.
Hubo una época en la que no me quedó más remedio que hacer cosas por dinero que no me apetecían en absoluto. Me he prestado a ir a programas donde he ido de invitada, pero por mí no hubiera ido. Sin embargo, cuando me pude permitir hacer lo que quería es cuando volví a enderezar mi carrera y ahí es donde debo estar.
Leticia Sabater.
P.– ¿Fue en esos momentos bajos cuando decidiste vender su casoplón?
R.– No fue por eso exactamente. Cuando llegó la pandemia me asusté bastante porque pasamos varios años sin poder trabajar. Ahí me di cuenta de que para mantener la casa necesitabas bastante dinero y si no tenías lo suficiente en el banco, era imposible salir adelante.
Siempre la he mantenido, pero había veces en las que no me sobraba nada para caprichos míos. A mi madre le encanta la casa, pero falleció y ahí también me di cuenta de que en cualquier momento podías tener una enfermedad y no tener ni un euro en el banco.
Después de vivir durante veinticinco años se necesitaba una reforma de 200.000 euros, pero no quería hacerlo y consideré que la mejor solución era venderla. Lo hice por un millón de euros y no me dio ninguna pena. Había sido la casa de mis sueños.
P.– ¿En qué invirtió el dinero?
R.– Me compré dos apartamentos en Marbella y otros dos en Punta Cana y luego metí algo de dinerito en una cuenta. He sido una persona independiente desde los 17 años, me lo pagaba todo. Así es como quería vivir.
P.– Para que luego digan que las rubias son tontas.
R.– Sí, bueno. La gente tiene una manía por calificar a las mujeres… Mira, prefiero ser tonta que puta. Cuando me llaman tonta pienso que más lo son ellos porque soy rubia teñida. Además, no hay mayor inteligencia que hacerse el tonto y yo lo hago muy bien.
Leticia Sabater.
P.– ¿Por qué en el Caribe?
R.– Viví durante dos años en México capital haciendo telenovelas. Me sentí muy a gusto. Los países latinos me encantan, adoro a la gente, son buenos, grandes anfitriones y en México me trataron como a reina.
Solía ir dos veces al año a Punta Cana, en enero y en noviembre, porque quería tranquilidad, me gusta tener los pies tierra, que nadie me reconozca, quiero ejercer como persona y no como estrella, quiero hacer cola cuando me toque hacerla…
Me gusta sentir eso y ser una más en determinados momentos. No quiero llamar la atención. Fuera del escenario quiero ser normal, no llamar la atención. Eso es bueno para la mente, para poder crear.
A finales de este año me iré una semana a Nueva York porque quiero ver lo último en espectáculos, me pateo la ciudad todos los días de nueve de la mañana a doce de la noche, observo para tener ideas de negocio. Voy sola y es un viaje de trabajo.
Todo está inventado y hasta para copiar hay que ser inteligente. Me he criado con los espectáculos de Madonna y Michael Jackson, en los últimos años también con Lady Gaga. Hay que verlo todo para seguir en el escenario.
P.– Todo lo que tiene ha sido fruto de mucho trabajo y suerte, ¿no?
R.– En la suerte no confío. No existe. Existe el trabajo. Otra cosa es que seas más o menos inteligente. La suerte sin trabajo no existe ya que es una excusa para alguien que lo hace mal. Estas personas tendrían que recapacitar.
Leticia Sabater.
P.– Ahora que está tan de moda el movimiento #MeToo, ¿le han acosado en alguna ocasión?
R.– He sido persona que durante toda mi vida he hecho lo que considerado y me ha dado la gana. Nunca jamás nadie me ha acosado o abusado. Siempre he hecho lo que me ha dado la gana con los hombres.
P.– ¿En qué sentido?
R.– A buen entendedor…
P.– Y dígame, ¿les ha tratado más como si fueran juguetes o porque has sido facilona?
R.– No porque fuera más facilona, es que siempre he tenido muy claro lo que he querido en mi vida en cada momento. Tanto en el trabajo como con los hombres.
P.– ¿Confesará algún día los nombres de los famosos con los que se ha acostado?
R.– Se irán conmigo a la tumba. La ética es muy importante. Soy una mujer hecha y derecha, tengo grandes amigos, muy conocidos e importantes que nadie lo sabe, pero me iré con esas vivencias personales.
Claro que tengo mis secretos, pero no los confesaré. No me gusta que nadie me ponga la cara roja. En la vida no todo es el dinero. Lo más importante es dormir en paz y salir a la calle como señora sin tener que avergonzarme porque haya sido muy hija de puta.
Prefiero mirar a la cara a mis amigos. Si hiciéramos un documental de mi carrera aparecerían aquellas personas con las que salí públicamente en la prensa del corazón, no tengo por qué recurrir a las pedorrerías. Tengo muy claras mis cosas.
Leticia Sabater.
P.– Solo se casó una vez, con José María, y se divorció al cabo de un año.
R.– ¡Qué coño, a los seis meses! A los tres meses de conocernos me pidió matrimonio y a los seis me divorcié. Ninguno de los dos estábamos preparados para casarnos, éramos tremendamente inmaduros, consentidos, y eso que yo tenía 35 años.
No estábamos preparados para ceder y cuando surgía aquello de yo sé hacer esto, pero yo sé hacerlo mejor pues llega lo que llega. Eso sí, nos habíamos enamorado, pero no es lo mismo que casarse. La ruptura fue culpa de los dos.
Tengo mucho cariño hacia mi ex marido. El otro día me lo encontré en el Leroy Merlin de Marbella, nos saludamos, pero no nos vemos casi nunca. Como no tuvimos hijos…
P.– ¿Por qué no fue madre? ¿Pesó más su carrera que la familia que uno puede crear?
R.– Si te digo la verdad esa vena de madre ya la tenía satisfecha. Desde muy pequeña he tenido a todos los niños de España en la tele y en conciertos, así que en cierto sentido les veía como si fueran mis hijos.
Cuando presentaba algunos programas de televisión me escribían cartas contándome sus problemas, si les insultaban en el cole y yo les contestaba en la tele.
Ya te digo, he hecho mucho de madre de los niños de nuestro país. Al final siempre me ha tirado mucho mi carrera, me divierte muchísimo y no he querido dejar de dedicarle tiempo.
Leticia Sabater.
P.– ¿Qué tipo de mamá habría sido?
R.– Mi hijo habría sido el más consentido de todo el país. De mayores ya se encontrarán con los problemas que da la vida porque es una lucha continua.
P.– A los niños y adolescentes les entendió muy bien porque desde pequeña sufrió bullying en el colegio.
R.– Tenía casi los mismos problemas que ellos y me identificaba porque también les daba vergüenza contárselo a sus padres. Les decía que también tuve granos, me llamaban cuatro ojos, era bizca, tenía las piernas torcidas y cuando me veían hecha una princesa en la tele era como si transmitiera algo de esperanza.
Me veían como una rubia sensual y maravillosa que había cumplido sus sueños. Poderles ayudar fue lo más bonito del programa Desayuna con alegría.
P.– ¿Qué tan mal lo pasó cuando se metían con usted?
R.– Estaba muy triste y todas las tardes volvía a casa llorando. Siempre me insultaban por algo, me decían china por los ojos, cuatro ojos porque llevaba gafas, me llamaban plana porque me desarrollé muy tarde. No quería ir al colegio porque era un sufrimiento.
Ni te imaginas la de problemas que tenía siendo una cría. También tenía el himen pequeño y las piernas tan torcidas que los médicos me mandaban ir cada día al mar a dar paseos en el agua para fortalecer las rodillas.
Y ahora, cuando me caigo, no pasa nada. Todo tiene sus ventajas (sonríe). Todo lo viví sufriendo mucho, pero cuando terminé el colegio fue como si me convirtiera en un cisne a partir de aquel patito feo. Todo tiene solución y arreglo. Si no es de una manera, es de otra. Si quieres, puedes.
