Es la dulzura Soraya. Tiene ángel en la cara, en las pestañas larguísimas que enmarcan sus ojos nuevos, de niña que creció comiendo sándwiches de Nocilla y jugando con sus amigos en las calles de Valencia de Alcántara (Cáceres). Entró en la academia más popular de España para escapar de una relación tóxica y afirmarse ante quien le restaba identidad y, de paso, ante el resto del país. Nunca antes había cantado en público. Quedó segunda de su edición.
Ahora lleva 20 años en la música, y para celebrarlo ha regrabado La noche es para mí, la canción que la llevó a Eurovisión. Tiene 10 discos, colecciona oros y platinos, ha colaborado con artistas internacionales como Kate Ryan o David Ghetta, y todo a pesar de que en la vida anterior se prometió "no pasar tanto tiempo en el trabajo" y sí con su familia, propósito que cumple.

Soraya.
Su familia, que son sus padres (ella libre e indómita; él, melómano perdido); su marido andaluz, que la convenció de montar la firma de ropa Chochete ("el nombre me causó un poco de sensación, pero no me quedé por encima: es una expresión andaluza de cariño", dice al respecto) y sus hijas Manuela y Olivia, que son la "sensibilidad bohemia" y la determinación, respectivamente. Frente al micrófono pone Soraya su "naturalidad y su esencia", y con naturalidad ha hablado durante toda esta entrevista.
Pregunta.– Veinte años en la música, Soraya. ¿Qué ha aprendido en este tiempo?
Respuesta.– A pesar de que parece que fue ayer cuando empecé, si reflexiono y me quedo un momento tranquila, ha habido un desarrollo natural de mí como mujer, como profesional, como madre y como persona… He crecido con el público, porque empecé en ese programa siendo una niña que acababa de dejar la aviación y empezaba a ser un poquito independiente, con 21 años, y ahora tengo 42. No he parado de crecer y madurar, de desarrollarme, pero todo envuelto en el trabajo y en la música, con lo complicado que es este oficio.
Relación tóxica
P.– Triunfó por necesidad, porque necesitaba salir de la vida que tenía en ese momento junto a su pareja de entonces. ¿Cómo recuerda aquello?
R.– La música me salva, María. Ahora porque estamos empezando a normalizar este tipo de conversaciones, pero yo pasé por una relación muy tóxica. La juventud y la poca experiencia de la vida, me pilló fuera de mi casa empezando a ser independiente, y no tenía ahí a mis amigos ni a mis padres para aconsejarme, y me vi metida en una historia de la que no sabía salir, y la música me salva, porque entré en OT y la relación se vio truncada por ello. Pensándolo ahora con distancia, fue él quien me dijo que cantaba muy bien. Yo me presento y cuando salgo tengo una discográfica, una gira, y me tengo que ir a Miami a grabar un álbum, por lo que aquello empezó a tomar distancia y, cuando quise recuperarlo, ya estaba roto.
P.– Se había extinguido de forma natural. ¿Qué le diría a alguien que esté pasando por algo así?
R.– Ahora gracias a Dios conocemos más esas red flags, los patrones y algunos comportamientos que nos hacen darnos cuenta de que esa relación no es tan buena como pensamos, hablamos más del tema y no tenemos tanta vergüenza de comentar a una amiga lo que nos está sucediendo. Pero te estoy hablando de hace 20 años, las cosas han cambiado mucho. Antes me daba vergüenza comentar a algunas amigas lo que estaba pasando en mi casa, cómo me hablaban, cómo me trataban, y ahora -gracias a Dios no me está pasando- pero cuando sientes como mujer que no se te está tratando bien en un sitio, automáticamente lo paras. ¿Qué le diría a una persona que está pasando por ello? Que hable con sus seres más queridos y que comparta. Es importante la comunicación con quien se sientan seguras. O seguros, ojo.

La cantante, durante la presentación de la regrabación de La noche es para mí.
P.– Vamos un poquito más atrás en el tiempo, a ese pueblo extremeño en el que nace y pasa la infancia. ¿Qué recuerda, cuáles eran sus sueños desde allí?
R.– Pues mira, me gustaba mucho actuar, el contacto con el arte y la comunicación con el público, porque colaboraba con una radio de mi pueblo, Radio Frontera. Encima del escenario hice varias obras, fui Mari Pepa en La Revoltosa, hacía zarzuela, participaba en todos los playback y teatros del cole… Me gustaba expresarme a través de otros personajes y vivir historias paralelas, meterme en ese mundo de fantasía que tienen los guiones y las canciones. Pero luego era una niña muy sencilla, yo vengo de una familia muy humilde, con lo cual mi día a día era acabar los deberes e ir a casa de mi abuela Manuela, que me daba el bocadillo o el sándwich de Nocilla, y salir a la calle a jugar con mis amigos. Tuve una infancia muy bonita, muy de pueblo.
P.– ¡Que me he enterado de que el cura no la quería bautizar…!
R.– ¡Sí! El problema fueron mis padres, que no estaban y no están casados. Y mi madre se quedó embarazada con 16 años, así que yo era la hija del pecado (reímos, lo dice con tono de broma). Yo soy muy como mi madre, que es una mujer muy libre, muy viajera… Su lema es "Vive y deja vivir", y yo tengo muchas cosas de ella, he sido muy pionera de los pelos cortos, con ese look Tomboy, y mi madre era muy así, utilizaba el perfume Brummel, camisas de cuadros… Y mi abuela Esperanza también: en los 40 iba con el pelo corto, botas altas y faldas cortas, lo que provocaba controversia en mi pueblo. Pero así somos las mujeres de mi familia, no lo podemos evitar. Y mis hijas van a ser así.
P.– ¿Y de su padre qué tiene?
R.– La pasión por la música. Es muy melómano. El día que mi padre no esté lo recordaré a través de la música; si se desintegrara físicamente, mi padre sería vibraciones musicales.
P.– ¿Y cómo se tomaron ellos este bombazo? Porque nunca la habían escuchado cantar, ¿no?
R– Nunca. Pero ¿qué esperas de una madre tan aventurera y un padre al que le gusta tanto la música? ¡Tenía que salir una hija artista! Y a mi padre no le hizo gracia, cuando supo que tenía que dejar mi contrato fijo en el mundo de la aviación no le gustó, me dijo que era muy arriesgado… Es que decir en un pueblo que quieres ser artista es como que te toque la lotería. Mi madre en cambio me dijo ‘si te ha pasado este tren, Soraya, móntate y pruébalo, no pierdes nada’.

La cantante extremeña celebra en estos días sus 20 años en la música.
P.– ¿Y cuándo hace el click su padre?
R.– En la gala 0 de OT cuando me vieron cantar por primera vez la canción Run to you de Whitney Houston. Me confesaron que antes estaban muy nerviosos, se agarraron de las manos y se preguntaban si iba a desafinar, y cuando me escucharon cantar ya empezaron a disfrutar. Luego mi padre era el que hacía las conexiones y retransmitía en directo lo que estaba pasando para mi pueblo, y se le veía súper orgulloso. A mi padre lo veo a día de hoy en mis conciertos al final de todo, que es donde se va, bailar y emocionarse. Y cuando acabo y viene a verme lo hace con un subidón de energía…
La familia
P.– Y las nuevas generaciones: ¿en qué se parecen las hijas de Soraya a Soraya? Y al revés…
R.– Sí, porque yo estoy aprendiendo mucho de ellas. Genéticamente Olivia, la pequeña, soy yo; y Manuela es su padre. Pero a nivel interno Manuela es el alma bohemia de mi madre, pinta desde los tres años y lo hace de forma espectacular, ahora te cuento una cosa bonita. Y Olivia es el mazo encima de la mesa, conseguirá todo lo que se plantee, tiene una personalidad tan fuerte en un cuerpo de tres años que me asusta mucho… Luego es sensible, pero tiene las cosas muy claras. Y Manuela también me asusta porque es un alma tan pura...
P.– ¿Qué era eso bonito?
R.– Mira, a principios del año pasado estaba embarazada. Cuando vuelvo de las navidades, me hacen la primera ecografía y me dicen que aquello no va bien que y hay que pararlo porque el bebé venía muy enfermo, no era compatible con la vida. Esa noticia me la dan con mi marido y con mi hija Manuela en consulta, y al llegar a casa ella me pinta un cuadro, que es su forma de expresarse… Y yo me puse a escribir, que es como me curo. Hice una canción que es un viaje desde la Tierra a otro planeta para poder estar con ese ser. Es muy duro… Y probablemente no he hecho frente todavía a ese capítulo, pero estoy cogiendo fuerzas, metiendo herramientas en la bolsa, haciéndome fuerte con mi música de baile, rodeada de los míos…
P.– ¿Y tiene previsto cantarla?
R.– Probablemente la cantaré, pero ahora mismo no. Es una oda a todas esas familias que hemos pasado por una pérdida así, que hemos puesto nuestras ilusiones en un proyecto que no ha salido adelante. Se llama Alas.

La cantante, posando para este periódico durante la entrevista.
P.– Además de este episodio, ¿tiene más miedos desde que están sus hijas?
R.– Me he tomado muy en serio mi papel como madre, voy a intentar prepararlas como mejor pueda, porque con la educación y los valores se tiene mucho ganado. Y su padre es del mismo pensamiento. Yo soy hija de un pintor de brocha gorda y de una mujer que se quedó huérfana e hizo una carrera muy tarde, pero la hizo y ahora es auxiliar de clínica. Ella ha luchado por sus sueños tarde, pero ha reconstruido su vida. Pero lo que me dieron en mi casa fue tan importante y me caló tanto, que creo que es lo que les puedo dar a mis hijas. Intentaremos estar ahí siempre, que se sientan seguras y, si tienen dudas, sentir que siempre las estamos acompañando, lo necesiten o no. Si existen las reencarnaciones, creo que en mi vida anterior me prometí a mí misma no pasar tanto tiempo en el trabajo y sí con mi familia.
P.– Sacó una marca de ropa con su hija y su marido y se lió un poco. ¿Qué pasó ahí?
R.– Sí, el proyecto de Chochete, que trajo tanta controversia. Cuando mi marido y yo hablamos al principio es verdad que el nombre me causó un poco de sensación, pero no me quedé por encima: es una expresión andaluza de cariño. Mi marido es andaluz, mis hijas medio andaluzas y mi familia andaluza y extremeña. Y surgió durante la pandemia en respuesta al momento que vivimos los artistas: nos basamos en la alegría y la psicología de los colores, el simbolismo de regalar una prenda que tiene la otra persona igual y así estrechar los lazos como en ese momento no podíamos. Era una prenda de calidad, con un bordado hecho en España, apostamos por ello y nos fue tremendamente bien. Y fíjate, toda la controversia que hubo provocó que aquellos que sentían esa palabra como muy suya se volvieran más defensores de ella.
P.– Como ha pasado con Zorra.
R.– Eso es. Eso nos pasó, y hubo un momento de venta que se nos fue de las manos. ¡Tenemos fotografías del salón de casa lleno de bolsas! Cuando empezamos a empaquetar mi marido estuvo más de 48 horas sin dormir. Vendimos miles. Me sentí muy querida.
El futuro
P.–¿Qué siente cuando canta, Soraya?
R.– Yo levito. Me estás haciendo la misma pregunta que me hizo mi tía Esperanza hace unos 15 años. Y le dije que es como cuando eres niño y la noche antes de Navidad sabes que va a pasar algo maravilloso, pero no sabes qué te van a traer. ¡Y va a suceder seguro! Por eso duermes intranquilo, estás con la adrenalina, te quieres levantar y ver los regalos, pero a la vez no… Hay miedos… Todo ese cóctel es justo lo que me pasa cuando voy a salir al escenario.
P.– ¿Qué le pide Soraya a los próximos 20, personal y profesionalmente?
R.– Justo un deseo que mezcla ambas cosas, porque lo que le pido a la vida es un equilibrio entre mi trabajo y mi vida personal. Si no tengo los dos encauzados, no soy feliz. A la vida le pido salud por encima de todo, y luego ese equilibrio y que Dios me proteja a mis padres mucho tiempo, porque son mis pilares junto a mi marido y mis hijas.
P.– ¿Qué tiene en la mesilla de noche?
R.– Me gusta la pregunta porque he hecho cambios justo este año. En la de mi marido tenemos un despertador de toda la vida que le regalé esta Navidad, porque me he planteado este año dejar el móvil fuera de las mesillas. Tenía antes una foto, pero la he hecho más grande y la he puesto en otro sitio para que se vea mejor. Y en mi mesilla no tengo nunca nada.