Jaime Susanna Laura Mateo

Dicen los entendidos que comer picante genera un chute de endorfinas en el cerebro, igual que practicar sexo, escuchar una buena canción o pasear por el monte en alegre compañía. Por eso, aunque nos queme la lengua, quienes amamos el picante siempre queremos más y nos llevamos otro trozo de esta ardiente ambrosía a la boca. A los pocos segundos la hormona de la felicidad hará su aparición para recompensar nuestra valentía.

Independientemente de las reacciones químicas que haya descrito la ciencia, es bien sabido que el picante tiene grandes amantes o grandes detractores. Raro es el término medio. Este periodista se encuentra en el primer grupo.

En mi afán por buscar nuevos retos culinarios -o formas de autoflagelarme, como queramos llamarlo-, preparé un escabeche con chiles ultra picantes y compartí el proceso en mis redes sociales. Esa publicación llegó a ojos del redactor jefe de esta sección y surgió así el germen de este reportaje:

—¿Y si haces un plato con los chiles más picantes del mundo?

No digas más, jefe. Al lío.

Probamos el chile más picante del mundo según el Récord Guiness Laura Mateo

El chile más picante según el libro Guinness de los récords actualmente es el Carolina reaper, un híbrido de dos variedades. Fue creado por el estadounidense Ed Currie en el año 2013. Puede parecer un artículo muy exótico, pero se encuentra con facilidad en tiendas de Madrid.

Su fama es bien merecida. Llevarse un trozo minúsculo de este chile a la boca es como si el volcán de La Palma hiciera erupción en tu lengua, como si te lavaras el paladar con ácido clorhídrico, como si te tragaras una mina antipersona.

Una bandeja de chiles Carolina reaper. Laura Mateo

A los pocos segundos de tragar esa bomba de relojería sientes que tu cuerpo parece un radiador. Los lagrimones empiezan a brotar de tus ojos como si acabaran de matar a la madre de Bambi delante de tus narices y, para colmo, te entra un hipo que parece que vas a vomitar las entrañas en cada contracción del diafragma. Eso, con un trozo menor que media uña.

Por eso, si algún intrépido lector tiene intención de probar esta obra del demonio, es recomendable diluirla en una receta apta para los comunes mortales. Esta es una buena opción:

Chiles Carolina reaper escabechados

Ingredientes:

-2 chiles Carolina reaper

-1 cebolla

-1 pimiento verde

-1 zanahoria

-1 rama de apio

-2 dientes de ajo

-1 hoja de laurel

-1 clavo de olor

-granos de pimienta

-1 vaso (aprox) de vinagre

-1 vaso (aprox) de agua

-un chorro de aceite de oliva

Preparación:

El primer paso será sofreír el ajo, la cebolla, el pimiento, el apio y la zanahoria en una cacerola con un buen chorro de aceite. Cuando esté reducido a la mitad, añadimos los chiles y rehogamos durante unos minutos. Lo siguiente será añadir las especias y cubrir todo con una mezcla de agua y vinagre a partes iguales.

Cuando toda la mezcla hierva, retiraremos del fuego y la pasaremos a tarros de cristal estando todavía caliente. Cerramos con fuerza y dejamos que se enfríen boca abajo, por eso de que el aire se comprimirá al enfriarse y creará un vacío parcial en el frasco. La receta debe reposar en torno a un mes a temperatura ambiente. Después, alegría.

Esta misma receta se puede hacer con cualquier chile que nos guste y en proporción a la tolerancia de cada uno. Un servidor suele hacer esta misma receta pero con chiles naga jolokia -el más picante que se encuentra en la naturaleza, que no es poco-. Y con un chile y medio basta, dos es pasarse.

Los chiles escabechados tras un mes de reposo. Laura Mateo

Tras mirar a la muerte a los ojos y sufrir sus envites en la boca, este periodista tiene una conclusión: el Carolina reaper es una salvajada apta para muy pocos paladares. Es un sinsentido desde el punto de vista culinario. Está muy bien como experimento de laboratorio, como anécdota en el libro Guiness de los récords o como historia para una sobremesa de gintonic. Pero nada más.

Ni siquiera mezclando este escabeche con un inocente arroz blanco se consigue un plato comestible. Ni diluyendo la mezcla como un homeópata desaparece el fuego. Es absurdamente picante y mata cualquier sabor a su paso. Si queremos pasarlo bien y que la comida tenga alegría, hay mil opciones mejores.