Jesús Quintero, junto a algunos de sus 'perros verdes'.

Jesús Quintero, junto a algunos de sus 'perros verdes'. Cristina Pita E.E.

Reportajes

El Beni de Cádiz, El Risitas, El Peíto, El Pollito de California...: los 10 locos de la colina de Jesús Quintero

Fueron los perros verdes. Personajes marginados, geniales o extraños en torno a los que Jesús Quintero fundó un universo genuino en la televisión.

3 octubre, 2022 22:10

Jesús Quintero le habló a los presos desde la radio, llevó el periodismo al realismo mágico y sacó estrellas de la mendicidad, del lumpen, de los olvidados. A ellos dedicó parte de su vida. En ellos hurgó en busca de la originalidad cotidiana y les dio una nueva existencia. Fueron los perros verdes. Personajes mundanos pero llenos de humor que congregaron noche tras noche, semana tras semana, a legiones de televidentes en busca de una vía de escape a través del surrealismo, esa realidad al cuadrado.

Los juntó para cenar una Nochebuena en Canal Sur. Para leer poesía, para cantar, para que se tatuaran en directo la Virgen del Rocío. Pero sobre todo para hablar de la vida. Preguntas, silencios, caladas y respuestas disparatadas se sucedían en la cumbre del dislate.

Quintero fue el rey de todos ellos. El Risitas, El Peíto, El Pollito de California, Esmeralda de Sevilla, Silvio... Personajes irrepetibles a quienes dio una segunda oportunidad, que desfilaron por la cueva del Loco entre una nube de tabaco, tragos y disgresiones. 

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'El Risitas', la carcajada eterna

"Un diamante en bruto imposible de tallar", dijo de él Jesús Quintero. Su vida fue un vaivén por las calles de Sevilla pegando sablazos, experto en sacar invitaciones, un faraón en el arte de no pagar. La única vez que intentó convidar, contó, se fue la luz en la feria de Bormujos. Una premonición. Quizás nunca dejó de ser un personaje dickensiano, un niño lleno de miedos, feliz con algo que llevarse a la boca. 'Las paelleras' y 'Los sacos de cemento' son dos piezas museísticas del humor nacional. 

José María Pérez Blanco, Pepe Peregil, un popular tabernero y cantaor sevillano también asiduo a Los ratones coloraos, fue quien descubrió en El Risitas la posibilidad del éxito y quien lo llevó de la mano al programa que Jesús Quintero conducía en Canal Sur en aquel momento: El Vagamundo. Tras la primera pregunta, el personaje quedó bautizado:

—¿Por qué te llaman El Risitas?

—Porque me río mucho.

Aquel debut televisivo en prime time supuso un cambio de paradigma total en la vida de un hombre cuya única misión hasta entonces era sobrevivir. Hacía los recados para Peregil en su taberna, Quitapesares, donde contaba chistes a cambio de cañas de cerveza. En la Feria de Sevilla, cobraba las fotos. A más de un euro si eran grupales. Agarrado como él sólo y desconfiado, terminó sus días de manera penosa, en el asilo del Hospital de la Caridad, con una pierna amputada. Murió en abril de 2021, a los 65 años en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. Su imagen quedará siempre ligada a la de Jesús Quintero. 

'El Peíto', el verdadero cuñao

Antonio Rivera 'El Peíto' fue el verdadero cuñao. A él iba dirigida esa muletilla, popularizada en la España de finales de siglo como un sinónimo de carcajada, de momento alegre, de broma. Era difícil comprender a El Peíto, siempre de oscuro y con un sólo diente en su boca, como un abrelatas. "Cuando le veía el diente...", se emocionaba El Risitas al recordarlo con añoranza en la casa del Quintero, recién muerto.

Poco se sabe de la vida del mayor subalterno de Juan Joya Borja en El Vagamundo y en Los Ratones Coloraos. Con él se repartía los chistes y la calderilla, convertida luego en generosos cheques, y con él se codeaba para sincronizarse cuando llegaba el momento de la explosión coral. Su risa era grave, de ultramundo, su aspecto envejecido y sus chistes cortos. Murió en el mismo hospital que su compadre, a los 44 años, en diciembre de 2003. El Recreativo de Huelva bromeó con su fichaje en julio de 2017. 

Beni de Cádiz, el genio

Contaba el Beni que el día que nació fue el más lluvioso de la historia de Cádiz. Fue en 1929. Su entrevista en Que sabe nadie de 1991 es una de las más memorables del Loco. En cada respuesta compuso un universo, desparramado por las costuras de una vida flamenca y feliz. Las anécdotas vividas volvían a coserlo. Para explicar el león de Correos, donde echaba las cartas de niño, se convertía en el mismo felino de piedra con una boca amplísima que una vez le mordió. Los capitanes de sus barcos eran griegos, los racimos de uvas de los romanos de sus historias enormes, los cantos árabes de hace siglos aflamencados.

El Beni se empezó a ganar la vida en Jerez de la Frontera como cantaor a los 11 años. Prontó comenzó también a bailar profesionalmente con Lola Flores y Manolo Caracol, quien, al escucharlo cantar, lo puso a hacerle los coros. Murió en Sevilla a los 63 años.

Silvio, el rockero capillita

Otro genio desdentado que impedía a Quintero tragar el agua que acababa de tomar del vaso, porque la escupía. Silvio Fernández Melgarejo murió el 1 de octubre de 2001, a los 56 años, en Sevilla. Su suegro, al poco de casarse, le dio pasta para que se comprara un piso. Pero Silvio no fue jamás un tirado, un miembro de la corte marginal que acudía al humo del cigarro del Quintero, sino un genio del rock andaluz muy recordado. Fantasía Occidental, grabado durante su etapa como Silvio y Sacramento, es un disco de culto.

"Hay que tener roll hasta para llevar un paso, porque es la única manera de que no te pese", decía de los costaleros este rockero capillita, devoto del Santísimo Cristo de la Expiración.

—¿Eres rockero y al mismo tiempo semanasantero?

—Verás, Quintero, escúchame a mí en vez de hablar tú. (Risas). (Golpes en la mesa). Se supone que un rockanrollero se mueve un poco mejor que un nazareno. Se supone. 

Una de sus respuestas más célebres fue a la pregunta de qué haría con un tanque. "Estropearlo"

El 'Cojo Manteca', líder revolucionario

Jon Manteca acudía a la colina del Loco evidentemente borracho, inevitablemente drogado. Líder revolucionario de una sola pierna, ácrata de dos muletas, su imagen destrozando la calle durante una manifestación el 23 de enero de 1987 es icónica. El 'Cojo Manteca' pasaba por allí, entre Alcalá y Gran Vía, y se sumó a la reivindicación convertido en un sindicato entero. 

Su vida hasta entonces en Madrid, donde acababa de terrizar desde el País Vasco -nació en Mondragón (Guipúzcoa) en 1967-, había consistido en mendigar. Su discapacidad era fruto de una caída a los 16 años, cuando se precipitó desde una torre de alta tensión a la que se había encaramado. 

Jesús Quintero captó en él la cúspide de un lumpen genuino, de una vida destrozada pero bohemia. "Ser famoso me ha complicado la vida", aseguraba. También que los skins le pegaban palizas. Del aro de su oreja colgaba un clip. Como el Beni, pidió ir al váter en directo porque se meaba. Y el programa se paró. Quintero, entonces, aprovechaba para contar que el paraíso con el que soñaban los hippies jamás llegó.

—¿No te cansas de fumar porros?— le pregunto Quintero.

—Yo creo que me dan hasta vidilla, con las muletas. Cuando voy colocao voy más a gusto con las muletas. Me voy echando unas risas. Me mola fumar porros. 

El Pollito de California, gitano yankee

Dicen que se enamoró de Sabicas a los 19 años cuando el guitarrista giraba por Estados Unidos allá por los setenta, que hasta entonces había llevado una vida anodina en San José (California) y que se vino a España porque quería ser flamenco. Rubio, guiri, sin saber situar Andalucía en el mapa. Daba igual. El mayor honor de su vida fue que Camarón una vez le arrojara un zapato para que se callara. 

Tan flamenco era 'El Pollito de California' que, como los gitanos más puros, descubrió el duende en las granadinas cuevas del Sacromonte. Lo escribió el mismo en Entre dos mundos, un libro/disco autobiográfico publicado en 2008. Ahí cuenta que Paco de Lucía y Enrique Morente le animaron a pintarse el pelo de negro en sus primeras galas, para que se tapara un poco. Puede que el Pollito, mudado a Madrid en algún momento, siga tocando en algún garito de Malasaña.

Liberto, liberador de mercados

Jimeno García nació en Barcelona en 1927. "Escritor, científico, diplomado en Relaciones Humanas por el Instituto Balmes de Sociología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España", fue el currículum que expuso El Vagamundo el día de su presentación. 

—¿De qué escuela filosófica?

—Crítica del cinismo. Trato de contestar a los filósofos cínicos.

—¿Se considera merecedor del Premio Nobel? Hay quien dice que es siete veces Premio Nobel.

—Todo el mundo se considera merecedor de ser premiado, cuantas más veces, mejor. 

Su ideal era trabajar desnudo al sol. Su dios, la "razón delante de la justicia, de la guerra, de la negación de la vida". Relaciones humanas fundamentales, su libro, que aseguraba fue un bestseller. Sólo le pedía a Quintero que, al entrevistarlo, guardara un orden cronólogico a la hora de abordar los temas.

"El Derecho es la guerra del ser, el Derecho es más útil en la sociedad en la medida que somos libres para hacer fluir la razón desde nuestro consciente frente a todo inconsciente. No se trata de andar por la vida reclamando, ni tan poco exigiendo. Se trata de andar por la vida posibilitando el florecimiento del hombre como ser libre. Atletas de la vida: defended las alas", pregonó en el programa.

Puede que Liberto, liberador de mercados, creara un sistema filósofico completo como Gustavo Bueno, pregonando una filosofía callejera enrevesada desde un plató de Canal Sur. El 2 de octubre de 1975 presentó un movimiento político llamado "Libertocracia". 

La Esmeralda de Sevilla, pionera del travestismo

A la sevillanísima Esmeralda de Sevilla la bautizaron como Alfonso Gamero Cruces. Murió en septiembre del año pasado y fue una pionera del travestismo en España. Algo que condicionó su vida, pero que sorteó entregada al humor. Su presencia en la Feria de Sevilla era un acondecimiento más, un atrezzo más, un motivo más en la capital de la felicidad en el mundo durante una semana. Fue un icono del transformismo en el franquismo y casi un precepto de la Ley de Vagos y Maleantes. En el mundo de la farándula se introdujo con Marifé de Triana, a quien le planchaba las batas de cola, de quien decía ser su mozo de espadas.

Grabó con un senador un disco de sevillanas, de la Duquesa de Alba dijo que parecía "el mudo de los hermanos Marx". Cuando Jesús Quintero le preguntó si era gay, mariquita u homosexual contestó: "Soy maricón con acento en la o". Hubo quien dijo que Pedro Almodóvar creó su mundo inspirada en ella. Grabó un disco de chistes: "Mis mejores 69 chistes". Dicen que nadie encontró su DNI cuando murió porque en el Registro Civil no constaba su verdadero nombre.

Manolito Pozí, el de Amparo

Nacido en San Fernando en 1941, Manuel Reyes Millán compuso una de las expresiones más famosas del quinterismo. Seguramente, la segunda después del cuñaoooo. "Pozí", una interjección que repetía como un Pokémon. Manolito repartió su popularidad entre los programas de Jesús Quintero y Crónicas Marcianas, convertido en uno de los personajes televisivos más raros de la década de los noventa. 

La infancia del Pozí, pese al filón humorístico que en él excarvaron Quintero y Javier Sardá, estuvo marcada por el drama. Sus formas afeminadas siempre le sintieron sentir "diferente", y por ello fue motivo de rechazo, de exclusión. Jorobado, apenas con dos dientes, enano y con las uñas pintadas, se dirigía siempre a un personaje inventado que bautizó como Amparo. A este personaje ficticio preguntaba, porque él sólo se bastaba para contestarse. Hasta que murió en 2012.

Tito Triana, el enemigo de El Risitas

Tito Triana y El Risitan se odiaban. Se trata de la mayor competencia surgida entre dos perros verdes. De esa enemistad hizo Quintero un aliciente más, porque su efervescencia molestaba a un Juan Joya Borja siempre celoso de ser el favorito de Jesús. A Tito Triana, pese a presentarse como poeta, apenas se le entendía, una carencia que explotaba El Risitas para mofarse. Jesús Quintero llegó a nombrarlo su traductor en una competición de poesía.

Manuel Serrano Sánchez nació en Sevilla en mayo de 1961. Cuponero, sardinero y rociero, su dentadura postiza la guardaba en una maceta de plástico marcada con un rotulador. Él escribió "El bote", pero alguien lo completó con "de la dentadura de Tito Triana".