Fernando Fernández, alcalde de Valderredible, en el aeródromo abandonado.

Fernando Fernández, alcalde de Valderredible, en el aeródromo abandonado. Jaime Susanna

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Fernando Fernández, el alcalde que hereda el aeródromo fantasma de Revilla: 13 años sin aviones

La pista se planteó como base de operaciones de un avión para combatir los incendios forestales, pero un parque eólico impidió su uso. 

22 enero, 2022 06:51
Valderredible (Cantabria)

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El alcalde enfila la pista de despegue al volante de un todoterreno. Esta vía abandonada —de 1,23 kilómetros de largo y 30 metros de ancho— está pensada para un vehículo mucho mayor. El sol brilla intensamente en un cielo despejado. Al noroeste, las primeras estribaciones de los Picos de Europa lucen cumbres blancas. Unos metros ladera abajo, fluye un Ebro recién nacido por un cauce de 20 metros y dos palmos de profundidad. Y al sureste, se levanta un gran bosque de aerogeneradores. "Creo que son estos dos", dice Fernando mientras señala los molinos más cercanos a la pista. Son la razón de que ningún avión haya aterrizado ni despegado jamás del aeródromo fantasma de Valderredible (Cantabria).

Esta peculiar historia comienza en el año 2005, cuando el Gobierno de Cantabria —ya entonces en manos de Miguel Ángel Revilla— planteó la posibilidad de construir un aeródromo en la zona sur de la región como base de operaciones de un avión para combatir los incendios forestales. “Por aquel entonces había habido un incendio potente por la zona de Valderredible”, explica Guillermo Blanco, consejero de Desarrollo Rural, Ganadería, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente de Cantabria.

El proyecto se inició con un presupuesto de un millón de euros. Pero, al tiempo que se construía esa enorme pista, los responsables veían con incredulidad cómo se empezaban a levantar enormes molinos a pocos metros. Pese a la cercanía, el parque eólico estaba en territorio de Castilla y León, en la provincia de Burgos, concretamente. El aeródromo terminó de construirse en el año 2008. Cuando el Gobierno montañés pidió autorización para su uso a la Agencia Española de Seguridad Aérea (AESA), esta lo denegó. Los molinos impedían usar la pista de forma segura.

El aeródromo fantasma de Valderredible

“El tema fue un poco kafkiano, porque el aeródromo fue anterior al parque eólico”, afirma Fernando Fernández, el alcalde de Valderredible, que recibe a este periódico en su despacho antes de visitar la pista. Antes de su construcción, “se envió el proyecto a la Junta de Castilla y León, por si tuviera algo que alegar la comunidad vecina. No dijeron nada, no había ningún problema. ¿Por qué Castilla no puso ningún reparo al aeródromo?”. Unos minutos más adelante en la conversación, él mismo resuelve esa duda. “Quizás no eran conscientes de que autorizar los molinos nos perjudicaba”.

“Se habló con la empresa a ver si era posible replantearse esos dos aerogeneradores. No llegaron a un acuerdo”, afirma Blanco. “Hasta donde yo sé, estuvieron en contacto las comunidades”, añade el alcalde. “Si hubiera sido una actuación de la Consejería, se podría haber llegado a un acuerdo. Pero al ser una empresa privada [la responsable del parque], ya era super difícil cambiarlo”.

En el año 2011 llegó el varapalo: AESA no permitió el uso de esa pista “porque interfieren en la salida y entrada de aeronaves, al menos, dos molinos”. Posteriormente, el Gobierno de Cantabria intentó aprovecharlo, al menos, como helipuerto, pero AESA también lo desechó. Esta decisión dejó una pista inservible y un sonoro ¿y ahora qué? flotando en el aire. Esa pregunta ha tardado 13 años en ser contestada.

Trompos y cristales rotos

El tiempo ha maltratado las instalaciones del aeródromo, condenadas al abandono y el vandalismo. La pista presenta muchas marcas de neumáticos que indican que alguien se lo ha pasado en grande haciendo trompos, o incluso carreras de aceleración al más puro estilo The fast and the furious, quién sabe. La caseta y la torreta de vigía no tienen un solo cristal entero. Dentro de ambas construcciones de madera hay pintadas de spray carentes de toda intención artística. En una de las estancias hay hasta un colchón que —con toda seguridad— ha vivido encuentros furtivos de jóvenes amantes.

Los molinos están insultantemente cerca. Nadie diría que pertenecen a otra provincia. Vista desde un extremo, la pista se funde con el horizonte, impidiendo ver con claridad el final. Ningún avión ha posado sus ruedas aquí. Es un recuerdo de la España gastona previa a la crisis financiera de 2008 y un claro ejemplo de las fisuras del Estado de las autonomías, en perpetuo cuestionamiento desde su creación.

La otra comunidad protagonista de esta historia no se ha pronunciado al respecto. Contactado por este periódico, el expresidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, ha declinado hacer declaraciones sobre este episodio ocurrido durante su mandato. Herrera lleva desde el fin de su presidencia manteniendo un perfil bajo en el consejo consultivo de Castilla y León. Elude a los medios desde que pasara el relevo a Alfonso Fernández Mañueco. Ahora que la comunidad se enfrenta a estas sonadas elecciones, con razón de más.

Asimismo, el presidente Miguel Ángel Revilla ha evitado dar declaraciones y ha delegado en su consejero de Medio Ambiente. Por su parte, el consejero de Industria de Castilla y León —cartera de la que dependen los parques eólicos— de aquella época, Tomás Villanueva, murió en 2017.

¿Y ahora qué?, se preguntaron todos cuando el aeródromo quedó inservible. La respuesta ha llegado a finales de 2021, cuando AESA ha descartado definitivamente un posible uso como helipuerto y los terrenos han vuelto a su propiedad inicial. “El terreno pertenece a dos juntas vecinales que son Rebollar de Ebro y Sobrepeña [ambas bajo la administración del ayuntamiento de Valderredible, que abarca 52 juntas vecinales]. Cedieron los terrenos con un contrato a cambio de una renta anual”. Ahí subyace otro conflicto de la historia. Durante todos estos años, estas juntas vecinales no han recibido sus rentas correspondientes.

La caseta abandonada en el aeródromo de Valderredible.

La caseta abandonada en el aeródromo de Valderredible. Jaime Susanna

A Sobrepeña le correspondían 2.000 euros anuales y a Rebollar, 1.500. Las cifras son aproximadas, dictadas por la memoria del alcalde. “Yo lo he estado peleando durante ocho años. Me cabreaba muchísimo”, afirma Fernández. “Por lo visto había un problema burocrático. Eso ya se ha pagado. Hay que cumplir”.

En cuanto a la pista, “ya se ha desafectado. En este momento, esa infraestructura se retorna a las juntas vecinales. Eso posibilita que podamos realizar proyectos, si las juntas vecinales quieren”. Es aquí donde se empieza a ver la luz al final del túnel de este peculiar episodio.

“Tengo en torno a 10 proyectos aquí”, afirma el alcalde mientras señala un pila de documentos en su mesa. “No ha sido una inversión perdida. Tengo de empresas de drones que quieren usar esas pistas para hacer pruebas. Tengo de gente que quiere hacer carreras de coches como en las películas de los años 60. También de motos y de carros de vela. Incluso hay otra empresa que está haciendo un proyecto de cómo vivir en Marte y también quiere utilizarlo. Empresas de globos [aerostáticos], de vuelo sin motor. Ya te digo, en torno a 10 proyectos que se pueden llevar adelante y que pueden ser muy beneficiosos para el valle”.

El alcalde se muestra especialmente inclinado por el proyecto de los drones, aunque no tiene por qué limitarse a un único plan. “Yo soy partidario de que ahí se pueden hacer tres o cuatro proyectos que no son incompatibles entre sí. Eso es lo bueno que tiene esa infraestructura”.

La torre de vigía del aeródromo.

La torre de vigía del aeródromo. Jaime Susanna

—¿Quién tomará la decisión de qué proyecto saldrá adelante?

—Tendremos que tener una reunión con las juntas vecinales y decidirlo en común. Al ser monte de utilidad pública, para todos estos proyectos hay que pedir autorización a la Dirección General de Montes. Pero vamos, no habrá ningún problema, siempre que sea un proyecto sostenible.

Respecto a los incendios forestales, la razón por la que se construyó el aeródromo, las circunstancias han cambiado para bien. Ahora Cantabria cuenta con dos helicópteros para combatir el fuego y su plantilla ha aumentado hasta los 400 bomberos. Una de las aeronaves tiene base en Ruente, a 57 kilómetros de Valderredible. Asimismo, hay un acuerdo de cooperación con la Junta de Castilla y León si el fuego aparece en una zona fronteriza.

“Yo estoy muy contento. Se ha tardado, pero no hay mal que por bien no venga”, celebra el alcalde, que lleva bregando con este asunto desde el inicio de su mandato. “Después de toda esta pelea, de este proceso kafkiano, yo creo que lo hemos reconvertido y no se va a perder esa inversión”.