Bien lejos está La Sal, barrio obrero y ferroviario de León, del cruce de caminos que agobiaba a Scarlett Johansson en aquel Tokio de contrastes que retrataba Lost in Traslation. A priori dos mundos totalmente opuestos.

El barrio nipón de Shibuya late a diario al ritmo de los pasos rápidos y ordenados de japoneses y turistas mientras que La Sal cada vez es más sombra de lo que fue, más aún desde que el tren ya no corta la carretera y la brecha con el resto de la capital leonesa es más mental y de recursos que física.

Más lejos o más cerca, La Sal es el barrio leonés en el que Kima Fuentes y Rubén Labandera forjaron una amistad de la infancia con algunos toques de frikismo que sobrevivió incluso a la integración ferroviaria.

Ambos son los socios fundadores de Sibuya, el grupo empresarial que en cinco años ha logrado extender por todo el país una cadena de restaurantes de referencia en la comida asiática. Y todo desde una de las capitales de la llamada España Vaciada, donde la exportación de talento suma más números que cualquier industria de la zona.

Cansado de su trabajo en una empresa de energías renovables, Kima planteó a Rubén llevar a la práctica su ‘lado friki’ por la cultura y la gastronomía del país del sol naciente, lanzándose a la aventura y dando un giro radical a sus vidas profesionales con una apuesta que no era menor: montar un local de sushi en pleno centro de León, donde el reinado de la cecina y la morcilla era casi indiscutible.

A Rubén, que por aquel entonces era propietario de una distribuidora de productos para hostelería, la propuesta le encajó. Viajeros incansables por afición, los dos amigos echaban de menos un restaurante de sushi en su ciudad natal, una capital dominada por la oferta de restauración tradicional y el tapeo.

La Plaza de San Marcelo fue su punto de partida. Otro cruce de caminos (esta vez más jacobeos) en el que empezarlo todo.

Apuesta asiática

La idea comenzó a fraguarse entre 2014 y 2015, abriendo el primer restaurante Sibuya Urban Sushi Bar en enero del año siguiente. "Aquel era un local pequeñito, con una sala de unos 80 metros cuadrados, pero ya tenía la esencia de lo que se quería ofrecer con idea de poderlo replicar", comenta ahora Jesús Fernández, director general de la empresa.

Utilizando maderas, ladrillo visto y toques de negro propios de su logo, Sibuya supo hacerse un hueco en el plan de los leoneses, que comenzaron a tener al restaurante como opción perfecta para el encuentro y del descubrimiento.

Hasta entonces, la restauración asiática en España se dividía en dos: una opción premium en la que disfrutar de un buen producto a cambio de una buena cuenta, y otra más low cost, la del imperio de los restaurantes chinos y woks, con precios bastante más ajustados.

Había mercado. Tocaba reconvertir la oferta, poniendo a disposición del cliente un producto "de muy buena calidad a precio muy comedido, sin sobrepasar el ticket de los 20-22 euros".

Sumergirse en el menú es escoger entre alrededor de ochenta referencias, entre las que no sólo se encuentran los típicos makis, uramakis y rolls, sino que también se pueden probar platos calientes, ensaladas, tartares, nigiris y sashimis. Todo ello con la posibilidad de crear combos en los que no quede nada por degustar.

Nació en 80 metros cuadrados

La maquinaria de Sibuya comenzaba a funcionar. Trayendo cocineros de toda España (a los que denominan ‘shushiman’), uniformaron la formación, la carta y la decoración de los locales para alcanzar ese ‘lujo accesible’ con sabor asiático sin viajar miles de kilómetros.

Sólo hubo que esperar un año para que el éxito vivido en León llegara a Salamanca, Gijón y Burgos. "Estaba claro desde el primer momento: si salía bien la primera experiencia, se iba a replicar por el resto del país", sentencia el CEO de Grupo Sibuya.

La pandemia no fue un freno para este servicio, sino todo lo contrario, obligando al grupo a desarrollar toda la tecnología necesaria, planteada en un principio para tiempo después. Sibuya nació de la mano de su servicio a domicilio, que conserva el toque asiático con la denominación ‘Sibuya Amikasa’.

Con sus propias motos, sus propios repartidores -que no 'riders'- y su propia plataforma, que tardó algo más en llegar ya que en los inicios los pedidos se realizaban por teléfono. "Imagínate aquellas llamadas para coger pedidos, que los nombres del sushi no son como los de una pizzería!", ironiza Fernández.

Kamado, la esencia más urbana

El germen de la Plaza de San Marcelo también dio lugar en 2018 a otro local, muy urbano y con un sabor más thai, a no muchos metros del original. Nació Kamado Asian Food y con él un complemento no tan japonés, sino más extensivo.

Esta sala, más urbana y gamberra, le lleva a uno a vivir sensaciones propias de los mercados tailandeses en los que pedir unos noodles o dejarse llevar por los sabores más intensos de países como Camboya, Malasia, Vietnam, Corea, China o Japón.

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Los neones recuerdan a esos callejones de Bangkok llenos de misterio, donde tomarse un ramen en un puesto callejero rematándolo con un buen combinado en el que no falte el toque de jengibre.

"Seguimos la misma estrategia que para Sibuya, ir creciendo en diferentes ciudades, siempre mayores de 80.000 habitantes". Con la apertura del Kamado Preciados, último en empezar a funcionar en 2021, el grupo empresarial cerrará el año con 36 locales (29 de Sibuya y 7 de Kamado).

Y con ellos más de 400 empleados y una facturación que rozará los 50 millones, dejando atrás los 18 de los años prepandemia.

Apuesta por la tierra

Con la idea clara de tener noventa locales abiertos en cinco años, el grupo sigue apostando por ir a más. "Los números acompañan y siempre tuvimos esa misión en la cabeza, convertirnos en referencia de la gastronomía asiática en España". Explorar otros países, para después de 2025.

Funcionando ambos restaurantes con un modelo de franquicia ("rentable y con un retorno rápido en un escenario razonable", como prometen), el Grupo Sibuya asegura que la inversión se puede recuperar prácticamente a los dos años de su puesta en funcionamiento.

La franquicia se define como ‘peaceful places’ (rincones sosegados) "para desconectar", con un ambiente chill (relajante) ideal para "cargar pilas".

El éxito tiene entre sus cláusulas una innegociable. El motor de la empresa tiene que estar en León. "Uno de nuestros grandes hitos es traer talento de nuevo a la provincia, incluso repatriar a aquellos que tuvieron que irse buscando trabajo.

Lo estamos logrando y es un orgullo, seguiremos apostando por ello y yo mismo soy ejemplo de que se puede volver a León para continuar con una carrera tras haber emigrado", explica el CEO. Con las oficinas y almacenes en León, 25 ciudades cuentan ya con un Shibuya Urban Sushi Bar y seis con un Kamado.

El lado más social

De la mano del aroma a comida asiática, el Grupo Sibuya ha decidido apostar por la parte más social de la marca. Tal es así que ha ofrecido becas para 30 chicas de entre 14 y 17 años en un programa formativo STEM, lanza un ‘menú rosa’ en el Día del Cáncer de Mama y patrocina la carrera del judoka olímpico español Alberto Gaitero.

Todo ello con el objetivo de alinearse con algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas: hambre cero, salud y bienestar, educación de calidad, igualdad de género, producción y consumo responsables, acción por el clima y vida de ecosistemas terrestres.

Todo en los restaurantes de este grupo con esencia leonesa está marcado con el aspa blanca sobre fondo negro, un logo con el que simbolizan ese cruce de calles que es Shibuya, ese punto de encuentro entre diferentes, quién sabe si un recuerdo de aquel tren que cortaba en dos León en unos tiempos en los que Kima y Rubén jugaban a soñar despiertos.

Porque en esta aventura de éxito en el que se cruzan los caminos, hasta Scarlett Johansson podría por fin encontrarse entre nigiris y shusis.