Maixabel, en un fotograma de la película; Maixabel posando para EL ESPAÑOL.

Maixabel, en un fotograma de la película; Maixabel posando para EL ESPAÑOL. Jorge Barreno EL ESPAÑOL

Reportajes

Maixabel es película, pero no ficción: la mujer da otra "oportunidad" al etarra que mató a su marido

La vida de Juan Mari Jauregui rememora el atentando y su conversación con Ibon Etxezarreta ‘Potxolo’, el asesino de su esposo. 

26 septiembre, 2021 01:31
Legorreta

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—Prefiero ser la viuda de Juan Mari que tu madre.

—Yo también preferiría ser Juan Mari que Ibon Etxezarreta.

Aquella frase se quedó grabada, años más tarde, en la conciencia de ambos. Maixabel es la viuda de Juan Mari Jáuregui; e Ibon Etxezarreta, ‘Potxolo’, es miembro del comando etarra que mató a su marido. Ella recuerda los hechos años más tarde, en conversación con EL ESPAÑOL, sentada en un ‘txoko’ de Legorreta, en la misma mesa en que se entrevistaron en 2019. Entonces estaban rodando Zubiak, un documental sobre los puentes rotos y los tendidos entre las víctimas de ETA y sus verdugos. Ahora se cita el mismo día del estreno de la película que lleva su nombre.

Es un instante que se resuelve rápido, aquel asesinato el 29 de julio del 2000, tanto en la realidad como en la película. Un restaurante en Tolosa, una pareja sentada a la mesa, un teléfono que suena, dos tiros en la nuca, un coche que arranca y unas vidas que cambian para siempre. Los años han pasado deprisa pero las heridas siguen abiertas, y el Ibon Etxezarreta que pisa el acelerador para huir de la escena del crimen tiene poco que ver con el actual, encargado de una panadería de la que prefiere no decir el nombre. Todavía cumple condena y duerme en la cárcel.

Lo mismo ocurre con Luis Carrasco y Patxi Makazaga, los autores materiales. El primero ejerce como monitor de yoga y fue el pionero en reunirse con Maixabel, en 2011; y el segundo, el jefe del comando Buruntza que apretó el gatillo, se ha decidido a hacerlo ahora, este mismo mes. Maixabel tampoco es la misma, y la mujer que le gritaba a los socialistas que se pusieran escolta para no seguir cayendo como moscas tampoco es la misma que la que se sienta con este diario y reclama, esta vez para todos, una segunda oportunidad.

Maixabel posa para EL ESPAÑOL.

Maixabel posa para EL ESPAÑOL. Jorge Barreno EL ESPAÑOL

Sobre ese leitmotiv construye Icíar Bollaín su Maixabel, un viaje a las entrañas del diálogo protagonizado por Blanca Portillo y Luis Tosar. La película, que empezó a prepararse durante el homenaje a la muerte de Jáuregui en 2018, ahonda principalmente en la relación de asesino y víctima. Ha pasado el tiempo y Maixabel ha aprendido a ser firme pero generosa,  aún cuando lleva 21 años sobreviviendo a la ausencia. Ibon, por su parte, ve las cosas de otra manera. No siempre fue así, para uno ni para el otro.

Retrocedamos.

Bigotes, pistolas y loctite

La noche del 28 al 29 de julio del 2000, Juan Mari se sobresaltó. Le dijo a Maixabel, al otro lado de la cama, que había soñado que lo matarían; ella le dijo que qué tontería era esa. A 21 kilómetros de distancia, Ibon Etxezarreta también se despertó temprano. Fue el teléfono, al otro lado de la habitación, y la voz de Patxi Makazaga, su jefe de comando: “Coge la pistola y el loctite. Vamos para Tolosa”. A matar a Jáuregui.

Juan Mari Jáuregui había sido gobernador civil de Guipúzcoa, pero se exilió a Chile en cuanto ETA le puso en el punto de mira. Ese verano volvió a casa para celebrar las bodas de plata y se citó a las 11.30 con un amigo en la cafetería del frontón Beotibar, en Tolosa; el mismo sitio que los dos sábados anteriores. A las horas entraron Makazaga y Carrasco, disfrazados con bigotes y txapelas, y descerrajaron dos tiros sobre su nuca. Afuera esperaba Etxezarreta, con el coche en marcha y las puertas abiertas. Maixabel también esperaba, en casa, a que su marido volviera para comer.

Maixabel, en la entrevista con EL ESPAÑOL.

Maixabel, en la entrevista con EL ESPAÑOL. Jorge Barreno EL ESPAÑOL

Lo mataron, en palabras de Etxezarreta, porque se lo ordenaron. Maixabel dice que porque era un dialogante, el primero que quiso tender puentes entre la sociedad y los terroristas. Horas después de morir Jáuregui, ella gritó y pidió cautela para los compañeros del partido. Horas después de matar a Jáuregui, él se duchó, se fue al monte y sacó a pasear al perro.

La película pasa rápido por encima del 29 de julio, el día en que ellos se convirtieron en asesinos y ella en viuda. Lo importante es lo que va después: los 14 años que pasan hasta que se encuentra cara a cara por primera vez con uno de los asesinos de su marido. A lo largo del tiempo se ha reunido con dos de ellos. De forma individual, en varias ocasiones, en años distintos y circunstancias diferentes. Se toman algo y hablan. También de aquello.

“Para mí son personas valientes que se han enfrentado a la organización: pasaron de ser héroes a traidores sólo por sentarse a hablar conmigo”, señala. Preguntada por cómo reunió las fuerzas, hace ya tanto tiempo, no titubea: “Porque todo el mundo merece una segunda oportunidad, y porque tenemos que dialogar para entendernos y arreglar las cosas”.

Habla del tema con pesar, pero firme, con ese encaste de vasca que hace a una esposa capaz de mirar a los ojos al asesino de su marido, escucharle y entenderle. Perdonar es otra historia, quizás, pero con matices: “Les considero otras personas, son dos hombres que han recuperado su dignidad y no tienen nada que ver con lo que eran en el año 2000. Han hecho un recorrido muy largo para llegar hasta aquí”, zanja, rotunda. “Ahora son los mayores desligitimadores del uso de la violencia”.

Quién era Jáuregui

—¿Les preguntó por qué lo hicieron?

—Les pregunté si conocían a Juan Mari, si sabían quién era. Ninguno lo conocía. Les había llegado una orden de arriba y la ejecutaron, pero no sabían nada de él: no sabían que había estado en la cárcel, ni que había formado parte de ETA [durante el franquismo], ni que había sido miembro del Partido Comunista, ni que había declarado contra el general Galindo en el caso Lasa y Zabala. No sabían a quién estaban matando.

Quizá el mayor reto de Maixabel, película y persona, sea tratar de entender: entender cómo humanizar a un asesino y qué la movió a ella a reunirse con quien le había arrebatado a su compañero desde los 16 años.

Maixabel posa para EL ESPAÑOL.

Maixabel posa para EL ESPAÑOL. Jorge Barreno EL ESPAÑOL

Hasta entonces, a la llegada de esa primera conversación en 2014 se limita a presentarles a ellos, los dos protagonistas del baile, sin más, y al tercer hombre, Juan Mari Jáuregui, que no sale en pantalla pero siempre está presente. Ella cree que Juan Mari habría hablado con ellos y ella así lo ha hecho. 

—¿Hace lo suficiente la izquierda ‘abertzale’?

—No. Creo que tienen que ser más valientes, igual que lo debería de ser el PSOE, para contar la verdad de lo sucedido y las responsabilidades que tienen. Han sido muy tibios, y condenan... de aquella manera. Hay que ser más claros y contundentes, porque si no se están tirando piedras los unos a los otros.

De esto también va la película, de una suerte de receta para el futuro. La propia Maixabel Lasa, la de verdad, aparece en las escenas finales, obligando a indignarse y entender a partes iguales. Está satisfecha con el resultado, y espera que ayude a aprender. Porque la Maixabel de Icíar Bollaín es una ficción, pero todo lo que cuenta es cierto. Y merece ser recordado.