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Los autónomos estallan tras la subida de la luz: "Pagamos el doble, es un robo, no aguantaremos"

Las pequeñas empresas protestan por una subida del precio de la luz de entre 200 y 300 euros en su factura: "Estamos que rabiamos". 

15 agosto, 2021 02:05

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“Hemos llegado al límite”. Lo dice José, dueño del Café-Bar Central El Gato de Córdoba, pero la sensación es generalizada entre los empresarios de la hostelería. La subida en la factura de la luz ha sido la puntilla para muchos pequeños negocios que ya tuvieron que hacer malabares para sobrevivir a la peor época de la pandemia. Y es que la bajada del IVA aprobada en junio por el Consejo de Ministros –se pasó del 21% al 10%– tan solo beneficiaba a los clientes que tuviesen contratada una potencia de hasta 10kv. Es decir, que de nada sirve a estas empresas, ya que ninguna puede funcionar con menos.

Para Cristian, que regenta en Madrid el restaurante Gourmet 52, la diferencia mensual con respecto a la factura de la luz del año ha estado en torno al 35% durante el 2021. Sin embargo, y como avisa Lorenzo Amor, presidente de la Asociación de Autónomos de Madrid (ATA), “este agosto, con la ola de calor y la subida de la luz, los recibos se van a disparar”. La última factura de Cristian así lo demuestra: de los 600 euros que pagó en julio del año pasado ha subido a los 1.033 euros del mismo mes en 2021. Es decir, más de un 40%. José, por su parte, ha pasado de pagar 400 euros a 800 euros: “La factura más alta fue la de mayo, de 800 euros”.

Para mantener el restaurante abierto, Cristian ha tenido que invertir dinero durante la pandemia, despedir a dos empleados (pasando de ocho a seis) y llegar a trabajar 16 horas al día, pero tener que hacer reformas en el local sería demasiado: “Nos hemos planteado adaptar el local para gastar menos de luz, pero supone un gasto que no podemos asumir”. De momento, tiene que conformarse con apagar el aire acondicionado, con los problemas que eso conlleva: “Antes teníamos un entorno fresquito dentro, ahora solo lo ponemos cuando los clientes lo piden a voces”, se lamenta Cristian.

José, en cambio, sí pudo reestructurar el local: “He recortado en congeladores, pasando de cinco a tres, lo que implica comprar a diario: he comprado freidoras más pequeñas…”. En total, se ha gastado 2.000 euros en realizar estos cambios. Pero, para José, el aire acondicionado también está siendo un dolor de cabeza estos meses: “Lo pongo solo si hace muchísimo calor; los clientes se quejan pero lo explico y la gente lo comprende”. Cristian, por el contrario, prefiere no comentar este tema con su clientela. Al miedo de que se enfaden y se vayan a otro negocio que sí pueda permitirse tener el puesto el aire más tiempo, se une la cuestión ideológica: “La gente se piensa que es por política, pero a mí lo único que me interesa es poder llevar el pan a casa cada día”, cuenta.

Otros negocios

Javier y su esposa son dueños de una pequeña lavandería Bloomest en Madrid. Además, ellos abrieron el local hace poco tiempo y, con la pandemia, estuvieron cerrados. Por eso, estos meses resultaban esenciales para reflotar la empresa y recuperar cierta normalidad, pero la subida de la luz les ha impactado bastante. Estos servicios de autolavado son, por razones obvias, uno de los negocios que más luz consumen en su mantenimiento. Aunque en esta época estival el volumen de clientes desciende, la factura de la luz les ha subido alrededor de un 30%. Javier insiste en que este dato debe de ponerse en contexto: “Para nosotros, la luz es un coste que varía en función de la actividad; si hemos pagado un 30% más en un mes que ha bajado la facturación, ¿cuánto nos subirá cuando recuperemos un volumen de negocio habitual?

Para esta lavandería, “en agosto puede bajar la facturación un 50%”, cuenta Javier. Todo lo contrario que Natalia, propietaria de la heladería Yummy de Málaga, para quien agosto es el más más fuerte: “Vendo el doble”. En junio, la factura de la luz de esta heladería fue de 1.600 euros, más del triple de los 500 euros que pagaron el año pasado. Natalia tiene miedo a lo que pueda pasar en agosto: “Si en agosto vendemos el doble, ¿me va a venir el doble de factura?”, se pregunta. Y añade: “Me parece un robo”.

Natalia y sus empleados de Yummy

Natalia y sus empleados de Yummy E. E.

Juan Leal es el dueño de una peluquería de Badajoz que lleva su mismo nombre. Igual que Natalia o Javier, el negocio de Juan, por sus propias características, se ve obligado a gastar una cantidad de luz que dificulta mucho su estabilidad. “El gasto medio de una peluquería como la mía son 400 euros, pero a nosotros se nos está poniendo en 600 euros, una tercera parte del valor”, se queja Juan. Son empresas que viven de trabajar con luz y que, ante estos impuestos, no les queda otra que intentar recortar de donde sea.

“Ahora, en verano, hemos controlado el uso de los termos para no utilizar el agua tan caliente; también vamos apagando y encendiendo el secador en vez de dejarlo durante todo el corte enchufado”, explica. Sin embargo, estas medidas implican tardar más tiempo con cada cliente. En esta época, donde el volumen de trabajo no es muy elevado, pueden permitirse ir más lento. Pero, cuando llegue el invierno, ya no les compensaría dar un peor servicio: “Si antes subíamos 50 céntimos al año, ahora habrá que subir dos euros y las clientas se quejarán”, avisa Juan.

Para su peluquería, este incremento de 200 euros en la factura se traduce en casi 2.000 euros más al año de gasto en luz. Esto significa que hay que equilibrar las cuentas de alguna manera. Por ahora, lo único que pueden hacer estos pequeños propietarios es echarle imaginación. Javier, por ejemplo, intenta optimizar su lavandería utilizando un toldo que ayuda a paliar mucho el calor.

También intenta controlar el aire acondicionado, pero hay días que no es posible: “Cuando la gente se queda dentro esperando a que salga la ropa no puedo quitar el aire, son máquinas que desprenden muchísimo calor”, explica. Este motivo hace que mire al futuro con preocupación: “Si hubiese una subida de tráfico, me subiría mucho más la factura y la subida de ingresos no lo compensaría”.

Juan atiende a una clienta

Juan atiende a una clienta E. E.

A Natalia, por su parte, lo que más le preocupa es el presente, cómo sobrevivir al verano. Su gasto de luz supone el 10% de la facturación de venta. Si se supone que la facturación debe dividirse en un 33% de beneficio, otro 33% en la mercancía y, el 33% restante, en lo relativo a nóminas, suministros, etc., destinar ese porcentaje a cubrir el gasto en luz significa que tan solo le queda un 20% para pagar, en su caso, a los 4 empleados, impuestos, seguros sociales… “Nos hemos planteado hacer como los panaderos y trabajar de noche, que es cuando la luz está en el tramo más barato”, confiesa Natalia. Pero esa opción, de momento, tampoco parece viable.

En primer lugar, porque sus empleados, durante el día, se encargan tanto de estar con los helados como atendiendo en el mostrador. Si uno de ellos tuviese que ir por las noches, se vería obligada a contratar a otra persona para atender a los clientes durante por las tardes. Y, en segundo lugar, porque ella y su hija son quienes se encargan personalmente de la elaboración de los helados: “Si por las noches tengo que ir a fabricarlos y por el día me toca hacer las compras, realizar pedidos, estar pendiente del personal… tendría que estar trabajando las 24 horas”, cuenta Natalia desesperada.

El peor momento de toda esta pesadilla fue hace unas semanas, cuando decidieron quitar el aire acondicionado por la noche para ahorrar. Al volver a la mañana siguiente, se encontraron con los helados a 16º, derretidos, y toda la mercancía estropeada. La explicación es simple: “Estas máquinas sueltan tanto calor que necesitan refrigerarse para funcionar, si no, salta la alarma por sobrecalentamiento y se apagan automáticamente”. Desde entonces, todas las noches dejan el aire encendido aunque no haya nadie en el local. En total, su heladería gasta alrededor de 20kv de luz, el doble de esos 10Kv que marcó de límite el Gobierno para beneficiarse de la bajada de impuestos.

Cristian, José, Javier, Natalia, Juan… en España hay 3.320.000 autónomos y los problemas de estos pequeños empresarios son los de muchos ciudadanos. Lorenzo Amor, de ATA, cree que la solución es que “pagasen exclusivamente por la energía consumida”. Mientras tanto, todos coinciden en que seguirán buscando la manera de aguantar sin cerrar. José, por ejemplo, ha tenido que pedir préstamos y ayuda a su familia. Además, hace un llamamiento a ATA: “Yo pertenezco a la Asociación desde el año 1982, pero este mes ha sido el primero que he devuelto el recibo porque me siento abandonado con el tema de la luz”. Natalia va más allá en este sentir generalizado: “Se me quitan las ganas de ser empresaria; a veces pienso en buscar un trabajo y quitarme dolores de cabeza”.