En febrero del 2000, Rocío Carrasco reunió fuerzas y empezó a escribir. De sus manos salió una denuncia al Defensor del Menor, Javier Urra, en la que contaba cómo el padre de sus hijos había sometido a los pequeños a la presión mediática mientras, en paralelo, se dedicaba a desprestigiarla como madre y como mujer. El psicólogo la despachó con una carta cordial en la que la remitía a los tribunales. Y ya. 

"Pido ayuda al defensor del menor, Javier Urra. Él se limita a decirme las opciones legales que tengo, epígrafes del código civil que yo ya sabía. Nadie me ayudó". Así lo relató la hija de Rocío Jurado, también conocida como Rociíto, en el último episodio de la docuserie Rocío, contar la verdad para seguir viva, que abarca los sucesos ocurridos desde julio de 1999 a enero de 2001. A raíz de la emisión, Urra ha decidido contar su parte de la historia.

El interpelado ha explicado que “el Defensor del Menor no puede intervenir cuando el caso está judicializado (deben literalmente abstenerse)”, excusando una actitud que, a ojos de Rocío, habría sido insuficiente para salvaguardar el bienestar de sus hijos, Rocío (3 años) y David (1 año)

Antonio David y Rocío Carrasco.

En ese momento, la protagonista acababa de divorciarse del padre de ambos, Antonio David Flores, un guardia civil malagueño que no tardó en colgar la placa para dedicarse a la prensa del corazón y a las tertulias a golpe de exclusiva. Tres años duró el amor, de 1996 a 1999, hasta que algo se rompió. Ella decidió guardar silencio para, supuestamente, proteger a sus hijos. Él, por su parte, comenzó a explotarlos más que nunca y se hizo con un sillón en los programas Telecinco, que ha mantenido hasta la publicación del documental.

En paralelo, desde que decidían tomar caminos distintos, el exmatrimonio se enfrentó a un durísimo litigio judicial por la separación, al que se añadía la guerra por la custodia de los hijos y, claro, el papel de Javier Urra como Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid. Sobre el suceso, que ha dado de comer a Antonio David durante los últimos veinte años, el psicólogo es inflexible. 

“Considero que hay temas esenciales, de intimidad, de familia, que no deben dilucidarse en los platós de TV, más si hay intereses económicos por medio”, aclara Urra, criminalizando el espectáculo que durante años ha remoloneado por este episodio. 

Contra el juicio mediático

En su escrito, de tres páginas de duración, el ex Defensor del Menor excusa sus acciones y defiende a la Institución. Dice que se reunió con el Fiscal Jefe del Tribunal Superior de Justicia de la época, Mariano Fernández Bermejo, y que intercedió para acelerar el proceso de separación entre Rocío y Antonio David. Sobre lo que no dependió de él, ha sido mucho más crítico.

Los hijos de la expareja, David y Rocío.

“Hay programas, que dudo, debieran emitirse; pero que considero humildemente, no debieran ser vistos, programas en los que las empresas habrían de retirar la publicidad. Lo contrario es insano, una patología social, nada edificante”, concreta. “Estos espectáculos no son edificantes y ponen en verdadero riesgo a todos los actuantes”.

Sobre el papel de los medios, parte clave para retransmitir una separación y proceso de custodia que se prolongó durante cuatro años, Urra tampoco se amilana. Acusa a los periodistas de haber “acosado a los niños” y de “generar un ‘circo romano’ con actores que se creen personajes”. “Son víctimas del juicio de una población que juzga sin conocer, que toma partido sin contar con todos los elementos”, afea.

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