A la entrada de Tarancón (Cuenca) no hay ningún cartel de bienvenida, ni siquiera la tradicional estatua de Don Quijote y Sancho Panza –tan recurrente en las rotondas de La Mancha–. Lo primero que se encuentran los madrileños que llegan por la A3 para visitar la localidad –o comprar un magnífico pan de agua en Chapela– es una fábrica gigantesca y camiones cargados con ganado porcino que salen y entran de las naves de Incarlopsa, compañía que vende la carne de cerdo a Mercadona. “Aquí trabaja la mitad del pueblo”, cuentan, unos y otros, en un municipio de poco más de 15.000 habitantes. En concreto, el conglomerado industrial de los hermanos Loriente Piqueras da empleo en el municipio a 961 personas, el 40% del total de su plantilla (2.404).

“Hay muchas casas, como la nuestra, que viven de la fábrica”, explica Julián Cortés a EL ESPAÑOL. Él vio a su padre trabajar en Incarlopsa y hoy comparte empresa con su tío, sus hermanos, sus primos… “Ahora mismo, en activo, trabajamos 14 familiares, pero habremos pasado hasta 20 por las mismas instalaciones. El pueblo sobrevive gracias a esto; de lo contrario, probablemente, Tarancón sería mucho más pequeño”, reflexiona.“Sin embargo, somos muchos los jóvenes que nos quedamos aquí”, celebra.

Él es el ejemplo más paradigmático del camino elegido por muchos taranconeros al cumplir la mayoría de edad –o incluso antes–. Su padre, del que heredó profesión y nombre, a los once años, siendo un crío, empezó a trabajar ayudando en la carnicería de los hermanos Loriente Piqueras. Después, su tío –que también se llama Julián– hizo lo propio. Y sus primos y sus hermanos se sumaron a la expedición. “No podemos tener queja. En casa, somos muy fans de Incarlopsa y de Mercadona”, bromea.

Julián entró con 16 años a Incarlopsa y lleva 22 trabajando en la fábrica. Carmen Suárez EL ESPAÑOL

— ¿Por qué todos habéis acabado en la fábrica?

— En mi caso, porque no era bueno en los estudios y mi padre me dijo: ‘¡A trabajar!’. Y aquí, en el pueblo, siempre hemos tenido esta opción. Yo lo he mamado. He subido al matadero, lo he visto en mi padre. Lo hemos vivido. Por eso intentamos trabajar aquí –reconoce Julián, que no sólo comparte profesión con su padre y su tío, sino también nombre en honor al patrón de Cuenca–.

La familia

Julián ejerce de maestro de ceremonias. Recibe a este periódico en la puerta de Incarlopsa. Lleva 22 años y se conoce la fábrica como la palma de su mano. Empezó de peón, con su padre, matando cordero; después pasó a deshuesar ternera; y más tarde se incorporó a la cadena de la matanza del cerdo. Ahora, trabaja en la tienda, como carnicero, y acude a Madrid para comprar la carne que ha dejado de producir la empresa manchega (ternera y cordero, principalmente).

Allí, en la fábrica, se reúne con buena parte de su familia para hablar con EL ESPAÑOL: sus hermanos (Toñi y José Antonio), su tío Julián, el más mayor (62 años), y dos de sus primos: Julián –otro más– y Manuel. En total, seis. Apenas una mínima parte de los que trabajan en Incarlopsa (14, en total). “Estamos en todos lados, en el loncheado, en el despiece...”, bromean. “Hay familias que tienen a muchos miembros aquí, pero como nosotros...”, prosigue, entre risas.

— ¿Son los mismos que en la cena de Navidad?

— No, fallan algunos –bromea–.

— ¿No os faltará, eso sí, conversación? Siempre podéis hablar de trabajo.

— Claro. ¡Y hablamos! Pero no siempre [Risas].

Los tres hermanos trabajan en Incarlopsa: Julián, Toñi y José Carmen Suárez EL ESPAÑOL

La familia Cortés Sáez es la memoria viva de Incarlopsa. Ellos han vivido como nadie la progresión de la empresa desde su nacimiento: su conversión de carnicería en fábrica, su incorporación a Mercadona, los miles de puestos de trabajo que ha creado… “No hemos vivido una época mala. Nunca han despedido a nadie. Aquí todo ha sido crecer”, celebra Julián. “Hablo por mí. Luego cada uno tiene su experiencia. Pero la empresa se ha portado de lujo con nosotros”, asiente, con orgullo. ¿Y quién es la empresa? La familia Loriente Piqueras, hoy en día la 146 más rica de España.

Inicios y Mercadona

Ellos, los Loriente Piqueras (Moisés, Clemente, Jesús y Emilio), fueron los que fundaron la empresa en 1978, cuando Incarlopsa era un pequeño matadero donde se sacrificaban y despiezaban animales. “Empezaron vendiendo carne a los pueblos de alrededor y pronto ampliaron, por su cercanía, su radio de acción hasta Madrid”, cuentan fuentes de la empresa a EL ESPAÑOL. Fue el comienzo de lo que, pocos años después, se convertiría en un gigante.

Su carne gustaba y los hermanos Loriente pasaron de servir en el mercado a hacerlo también en el súper. Principalmente, en Mercadona. “Llegaron a un acuerdo en los años 90”. Y, rápidamente, Incarlopsa creció exponencialmente: crean un matadero frigorífico, una sala de despiece, una fábrica de embutidos y unos secaderos de jamones. “Ellos –en referencia a la cadena de supermercados liderada por Juan Roig– nos hicieron aprender muchísimo. Mejoramos los procesos y el bienestar animal, y subimos los niveles de calidad, que tenían que ser muy estrictos de cara a vender la carne en el súper”, explican desde la compañía.

Hoy en día, la empresa de Tarancón sirve el 65% de su producción a Mercadona. “Toda la carne de porcino fresca es nuestra, pero también las salchichas, los taquitos de jamón o las lonchas”, explican desde la compañía. De hecho, es muy fácil identificar cuáles son sus productos. En cualquier establecimiento, en la sección de carne, se pueden encontrar fácilmente los estuches con el emblema de Incarlopsa.

Carnicería de Mercadona donde venden el jamón de Incarlopsa. Carmen Suárez EL ESPAÑOL

Los estuches de lonchas de jamón serrano, por ejemplo, cuestan entre 2,19 –los más baratos– y 3,49 euros, y los packs de taquitos salen a 2,19€. Pero eso es, simplemente, una parte de lo que dispensan a Mercadona, que cuenta con dos personas encargadas enteramente a partir jamón en sus supermercados. “La alianza con ellos no sólo fue buena en cuanto a la producción, sino también en cuanto al empleo”, aseguran desde la empresa. “Mucha gente se colocó por entonces en al fábrica”, reconoce Julián.

En crecimiento

Pero el negocio de Incarlopsa no se circunscribe tan solo a su binomio con Mercadona. La empresa también vende su producto a nivel nacional a los supermercados Ahorramás y a la cadena de restaurantes de Restalia (Vips), y lo hace internacionalmente sirviendo el producto a más de 45 países (Japón, Corea, Australia…). Ahora, controlada por la segunda generación de la familia, con Clemente Loriente hijo como Consejero Delegado y Emilio, uno de los fundadores, como presidente con labores no ejecutivas.

Manuel, Julián padre y Julián hijo. Carmen Suárez EL ESPAÑOL

Un ‘imperio’ del jamón que factura 824,4 millones de euros anuales, que obtiene unos ingresos de 136,2 millones por la venta de cerdo ibérico, o que mata –en palabras de su consejero delegado– dos millones de cerdos al año en las diferentes instalaciones que tiene repartidas por España. La principal, en Tarancón, donde cuenta con un matadero, una planta de envasado y elaborado de carne fresca, y un secadero de jamones. Pero, también, con ‘sedes’ en Olías del Rey y Corral de Almaguer (ambas en Toledo), El Repilado (Huelva), y un matadero en Mercavalencia y una fábrica y planta de embutidos de ibérico en Guijuelo (Salamanca).

“La pandemia, a nosotros, particularmente, no nos ha afectado mucho”. De hecho, durante el primer confinamiento, Incarlopsa donó 16.850 kilos de alimentos a diferentes ONG: delegaciones de Cruz Roja en Madrid y Castilla-La Mancha, proyectos del Padre Ángel a través de Mensajeros de la paz. Cáritas y Food4Heroes. Aportando, además, 56.650 mascarillas, 28.865 Epis y 76 litros de gel desinfectante a diferentes hospitales de la región.

Con, además, el anuncio del incremento de su plantilla en el último año: dan empleo directo a 2.404 trabajadores (un 28,7% más respecto al año anterior) y a 3.650 personas de forma indirecta. “Es lo que sostiene Tarancón”, incide Julián. Y no sólo el municipio, sino también la comarca: los hermanos Loriente Piqueras patrocinan el equipo de Asobal (primera división del balonmano nacional) y a las categorías inferiores del equipo del municipio. “Siempre dan además algo para las fiestas...”, finiquita Julián, que tiene que volver a la tienda.

Del cerdo, dicen, se aprovechan hasta los andares. Y bien que lo saben Julián y su familia. Todos de Tarancón; todos en Incarlopsa; todos clientes de Mercadona; y todos, contentos –o, al menos, lo parecen–. Ya quisieran, en la situación actual, muchos.

Una furgoneta sale cargada con productos de Incarlopsa. Carmen Suárez EL ESPAÑOL

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