Lérida

Lérida y alrededores vuelven a la casilla de salida. La Generalitat confina una comarca, la del Segrià, porque ha detectado hasta 9 rebrotes nuevos de coronavirus. ¿Alguien podía preverlo? Según ha podido saber EL ESPAÑOL de fuentes próximas al Gobierno catalán, se podía, se sabía... pero no se hizo nada. El Ejecutivo catalán tenía conocimiento de que el 23 de junio, noche de la verbena de San Juan (fiesta local en Cataluña), ya había al menos 5 rebrotes en Lérida. Pero hasta ahora no han decidido cerrar la zona.

¿Cerrar? Es otro eufemismo. El Gobierno catalán ha decretado un ‘cierre perimetral’, que significa que nadie puede salir o entrar de la comarca. EL ESPAÑOL, sin embargo, ha realizado el trayecto de ida y vuelta desde Barcelona hasta Lérida, sin hallar oposición en ninguno de los dos itinerarios. Los controles de los Mossos d’Esquadra no son exhaustivos, sino aleatorios; los agentes se encuentran solamente en algunas de las salidas y entradas de la comarca, que es la tercera más grande de Cataluña. Eligiendo bien la ruta, es perfectamente posible entrar y salir de la comarca sin ser interceptado por los Mossos.

Esto en cuanto a accesos. Y dentro de Lérida… ¿qué medidas se han tomado? Porque la Generalitat ha cerrado la comarca, pero en ningún caso ha obligado a los ilerdenses a confinarse en sus casas o mantener medidas de precaución extra. Dentro, el panorama es surrealista: centenares de temporeros subsaharianos se hacinan en las calles del centro de Lérida. Allí viven, allí duermen y hacen vida sin ningún tipo de medida de seguridad. La cuestión es todavía más grave porque se sospecha que el rebrote procede de las industrias alimentarias, concretamente de la cárnica y de la fruta, ambas puntales de la economía de la provincia. La mayoría de estos temporeros que viven en la calle trabajan en la fruta. Pero, por el momento, siguen viviendo en la calle, en contacto con el resto de la población y sin que la Generalitat haga nada.

Vía libre

Lérida es la capital de la comarca del Segrià, la que ha visto cómo la Generalitat cierra sus accesos debido a nueve rebrotes de coronavirus. 209.000 habitantes confinados, sin poder salir. La medida entró en vigor el sábado 4 a las 4 de la tarde. Cerrar significa que ninguna persona de fuera puede entrar (salvo por razones de fuerza mayor) ni salir de allí. Sin embargo, el Segrià es la tercera comarca más grande de Cataluña, y controlar todos sus accesos puede llegar a ser tarea imposible.

Es la única explicación que se le puede buscar a los laxos controles establecidos por los Mossos d’Esquadra. Para llegar desde Barcelona hay dos vías principales: la autovía A-2 y la autopista de peaje AP-2. La primera, gratuita, es la que lleva mayor carga de tráfico. La segunda, de pago, es el camino para saltarse la prohibición. EL ESPAÑOL no ha encontrado un sólo control para acceder a Lérida capital.

Temporeros descansando en las calles de Lérida. DLF

Para salir de Lérida, tres cuartos de lo mismo: optamos por volver por la A-2, la ruta gratuita. El resultado es el mismo: cero controles. De la comarca del Segrià se pasa a la de la Segarra y de ahí se sale de la provincia. Ni un solo agente para pedir la documentación. El único lugar en el que nos intercepta una patrulla es en el trayecto desde Aitona hasta Lérida. Treinta kilómetros, que son los que hacen los temporeros de la fruta cada día para ir a trabajar.

La fruta, el origen

Aitona es el municipio de la provincia de Lérida que más industrias relacionadas con la fruta alberga. Hay incluso actividades recreativas relacionadas con la fruta, en un concepto que han acordado llamar “Fruiturism” (Fruturismo, turismo relacionado con la industria de la fruta). La mayor parte de los temporeros subsaharianos llegados a la provincia para recoger fruta trabajan allí aunque están afincados en las calles de Lérida capital. Pues en el trayecto de Lérida a Aitona tampoco encontramos ningún control que nos impidiese llegar.

Dentro de Aitona, el panorama es similar al de cualquier día laboral: a pesar de que es sábado, decenas de subsaharianos y magrebíes circulan por las calles y por las empresas frutícolas que abundan en el municipio. Algún camión entra en las naves, trabajando como cualquier otro día.

Es a la salida de Aitona cuando hallamos el único control en el que nos piden la documentación. Un agente de los Mossos pregunta cuál es nuestro itinerario. Diciéndoles que nos marchamos ya de la provincia es más que suficiente para poder proseguir el camino. A enemigo que huye, puente de plata. Sin embargo, tras cruzar ese control, uno puede emprender de nuevo el camino hacia Lérida, sin encontrar más oposición.

Temporeros en las calles de Lérida. DLF

Durmiendo en la calle

Una vez en Lérida, la situación se torna surrealista. A pesar del anuncio del cierre, la vida sigue igual en la capital de provincia. La calle Cavallers de Lérida se encuentra en el casco viejo de la ciudad: cuestas escarpadas y adoquines. A lado y lado de la calle se puede observar a grupos de decenas de subsaharianos sentados en el suelo. Buscando la sombra, comiendo o intentando dormir. Son los temporeros que han venido a Lérida a trabajar en la fruta, los mismos que la recogen en Aitona todos los días.

“Yo trabajaba en Huelva, en la fresa. Allí los jefes nos ponen casa y cama para dormir. Aquí mira como estamos”, cuenta Suley, un senegalés que lleva tres años viniendo a recoger melocotones y nectarinas a Lérida. Lo dice sentado en el suelo, que es el lugar que la administración les ha asignado para que se queden: es decir, la calle. “No se han preocupado de nosotros, nadie ha venido a decirnos que hay otro brote”, confiesa su compañero, un compatriota llamado Moussa.

Las sombras de las calles del centro de la ciudad están literalmente tomadas por temporeros, sin mascarillas la mayoría. Se tocan entre ellos, no guardan la distancia de seguridad y acceden sin restricciones a los comercios abiertos, que son la mayoría. Saben que se sospecha que los rebrotes proceden principalmente de las empresas en las que trabajan, pero es ahora mismo la última de sus preocupaciones: “Lo que queremos es tener algún sitio para dormir porque esto no es vida”, replica Daniel, un ghanés que viene a trabajar a la ciudad por segundo año consecutivo.

Temporeros acceden a un local abierto al público en Lérida. DLF

San Juan y los contagios

Que el rebrote procede de las industrias alimentarias es algo que se viene diciendo desde el mes pasado. Ya se clausuraron algunas industrias cárnicas de la provincia por el mismo motivo. Sin embargo, no se han tomado las medidas pertinentes. Las empresas de fruta han estado trabajando a pleno rendimiento estos días, sin adoptar precauciones adicionales. Y eso que en San Juan ya se sabía que había nuevos focos de infección.

Esa semana se diagnosticaron hasta 131 contagios nuevos en Lérida. La Generalitat estaba al tanto, pero no puso medidas. No limitó la circulación de los habitantes de la zona. Muchos se marcharon fuera para festejar la verbena. Eso fue lo que provocó que el virus se extendiese hasta zonas tan alejadas como Castellón, en la comunidad valenciana. Un lugar que presumía de haber controlado bien el virus, pero que ahora ha visto cómo se multiplican los casos a causa de una fiesta celebrada en San Juan a la que asistieron miembros de una misma familia de Lérida.

“Dos días antes de la verbena llegaron varios pacientes al Hospital Arnau de Vilanova, de Lérida, con síntomas de Covid. Se les practicaron las pruebas y se registraron positivos. 23 fueron ingresados. Pero a otros, en lugar de dejarlos en cuarentena, los mandaron a sus casas, apelando a su responsabilidad. Faltaban camas; por eso se ha vuelto a habilitar un hospital de campaña en la puerta. Cuando decidieron montarlo ya sabían que había rebrote, pero no ha sido hasta el sábado que han ordenado el cierre perimetral. Una imprudencia que se paga”, cuenta una fuente de la Generalitat a EL ESPAÑOL.

Una responsabilidad que brilló por su ausencia en todos los casos. Ni el Gobierno catalán tomó las medidas de precaución pertinentes, ni los ilerdenses se quedaron en sus casas. Viajaron, se movieron y extendieron el virus. Ahora, no solamente ellos están afectados; en Castellón, la verbena de San Juan con visitantes ilerdenses tiró por tierra todo el trabajo.

Tenían los nuevos casos diagnosticados, tenían los focos ubicados en las empresas de fruta y tenían las protestas de los subsaharianos pidiendo un lugar donde dormir. Por eso no se acaba de entender que ahora se decrete un cierre perimetral tan laxo, que no hayan puesto coto a las empresas frutícolas y, sobre todo, que sigan permitiendo que los temporeros duerman en la calle. Además de ser unas condiciones de vida infrahumanas, son un riesgo para toda la población. Lérida vuelve a la casilla de salida y, si las condiciones siguen igual, allí permanecerá durante mucho tiempo.

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