Vitoria

Joaquín y sus dos hijos pequeños caminan por el centro de Vitoria, en los alrededores del Ayuntamiento, con las bolsas de la compra a cuestas y los pensamientos en algún otro sitio. Es poco antes de la hora de comer y ya vuelven a casa. En un martes cualquiera como este, los dos menores deberían estar en el colegio, preparándose para ir al comedor, y él en su trabajo, quién sabe, quizás sacando el táper que había montado la noche anterior. Pero no es un día normal, es el primer día que en España los niños no van al colegio para evitar el contagio del coronavirus. “Ya ves, pues bueno, compaginandolo como se puede”, cuenta Joaquín mientras sigue caminando.

Este lunes, en torno al medio día, el Gobierno vasco decretaba una medida insólita hasta ahora: a partir del martes, ningún centro educativo de Vitoria abriría sus puertas hasta dentro de 14 días. Los niños, propagadores en potencia del coronavirus, se tenían que quedar en casa. La medida pilló de sorpresa a muchos padres, como Joaquín, que en un momento han tenido que improvisar y ver qué hacían con las criaturas. Cogerse vacaciones, excedencias, dejarlos con los abuelos -que a su vez son población de riesgo-, llevarlos al trabajo… ahí ya cada uno con su originalidad logística. La Comunidad de Madrid vivirá exactamente el mismo episodio este miércoles, cuando los niños madrileños tampoco puedan ir al colegio.

Los hijos de Joaquín, niño y niña, son demasiado pequeños para dejarlos solos en casa. Ella tiene nueve años y va a cuarto de primaria y él tiene sólo siete y va a segundo. Primero, Joaquín y su mujer tantearon con los abuelos. Pero unos no podrían y los otros estaban de viaje en Benidorm. Así que tocó apechugar y el que más facilidad tenía era él mismo. Él es autónomo y tiene una empresa de enseñanza de idiomas. Como su mujer tampoco podía faltar al trabajo, tomó la decisión de teletrabajar y hacerse cargo de los niños. Esa facilidad se la dio también a los empleados, que se vieron en la misma situación que él.

Joaquín, en la mesa, con el ordenador encendido; sus hijos, en el sofá.

“En mi empresa tengo contratados a cinco empleados y la mayoría también ha optado por teletrabajar. En ese sentido, no ha habido ningún problema”, explica Joaquín a EL ESPAÑOL. “Lo único que necesitaba es que alguien se quedara en la oficina para atender al público y ha sido posible compaginarlo fácilmente. Por lo menos ha sido relativamente sencillo, vengo de la carnicería y el carnicero me contaba que no podía hacer lo mismo, tenía que estar ahí y eso complica las cosas”, añade.

“Prefiero el cole”

Aunque es martes, 10 de marzo, a las 13.00 horas, día y momento lectivo a más no poder, Vitoria parece un lugar que está de vacaciones. Todos andan por ahí con sus hijos pegados al hombro. Nadie se libra, no queda otra. Parejas van con tres, madres solas con otros dos. Y todos a la compra juntos, a hacer los recados, a estar en casa estrechando las relaciones paternofiliales de manera obligatoria o incluso llevándolos al trabajo. Los niños, eso sí, encantados, como si la cosa no fuera con ellos.

Pero el tema no es menor. Según los últimos datos ofrecidos por el Ministerio de Sanidad, en España hay un total de 1.623 contagiados por el Covid-19, con 35 fallecidos a causa de ello. La comunidad más afectada es la de Madrid, con 782 casos -21 de ellos fallecidos-, y le sigue País Vasco, con 195 contagiados -y 6 muertos-. Por eso ambas autonomías han decidido llevar a cabo esta medida para prevenir que los contagios aumenten.

“Yo la semana pasada ya decía en mi círculo que seguro que acababan cancelando las clases y me decían que estaba loco. Pues mira”, explica Joaquín riéndose. Ya está en el salón de su casa. En una mesa tiene montado el portátil y unos cuantos cuadernos y los niños pululan por la casa, a medio camino entre el aburrimiento y la extrañeza de tener a un periodista en su salón.

Joaquín atiende a su hijo al mismo tiempo que mantiene el ordenador encendido.

“Les he puesto un plan de estudio para que no pierdan el ritmo estos 14 días”, explica. Y es que no volverán a tener clases normales, en principio, hasta el 23 de marzo. En el caso de Madrid será hasta el día 30 del mismo mes. “Estudiamos todavía más que en el cole”, protesta el niño. “Yo prefería estar en el cole también”, dice su hermana. El primero, lo que más echa de menos son las clases de gimnasia. Esas sí que no las puede recuperar, a pesar de que a su padre es aficionado a correr. Al final, tiene que trabajar todo el día.

-¿Y, Joaquín, cómo ve el panorama en general?

-Bueno, no se si es demasiado alarmista, aunque dicen que toda prevención es poca. Ahora en Madrid os va a tocar lo mismo. Viendo en perspectiva… comparto reivindicar los derechos de la mujer pero no sé si la manifestación del 8-M pudo ser una irresponsabilidad. Esa entre otras. Mira lo de Vox.- dice en referencia a que el secretario general, Javier Ortega Smith, ha dado positivo por coronavirus y el domingo se estuvo dando un baño de masas en Vistalegre.

Llevarlos al trabajo

Pero el caso de Joaquín no es, ni de lejos, el único. En Vitoria, un total de 63.000 alumnos han dejado de ir este martes a 70 centros escolares, desde cualquier guardería hasta la Universidad del País Vasco sita en la localidad. También han cerrado, según se ha sabido este mismo martes, los centros cívicos, los centros de mayores, la biblioteca, las piscinas, las canchas deportivas y cualquier espacio municipal que pueda dar lugar a congregaciones de gente. Ante esta situación hay pocas alternativas para los padres más que quedarse con los niños -y los mayores- en casa. Algunos incluso les toca ir con ellos a trabajar.

Es el caso de Irene, que tiene un bebé y un niño de 11 años. “Tengo dos trabajos”, explica mientras pasea por la Plaza de la Constitución de Vitoria. “Los fines de semana trabajo en una panadería y ahí se los puede quedar el padre, pero entre semana me dedico a la limpieza y me los tengo que llevar. No es un gran problema, porque puedo hacerlo, pero sí que te complica todo”, añade.

Los niños atienden a su padre, que les cuenta lo que hace en el trabajo.

Sin embargo, entiende que es por un bien mayor. “Toda prevención es poca”, dice, pronunciando la frase que prácticamente se ha convertido en un mantra entre los padres de Vitoria. “Es que leí en la prensa que es mejor que no se deje a los niños con los abuelos, por lo de que son población de riesgo. Pero entiendo que hay muchos que no tendrán otra solución que esa y la verdad es que me parece una putada para ellos”, añade.

Vitoria se ha convertido, de la noche a la mañana, en un crisol de originalidad ante la conciliación forzada que están viviendo muchos padres. Iván y Miriam, que van con su pequeña de la mano también por la Plaza de la Constitución, critican la falta de información. “No sabemos realmente qué hacer con los niños. No sabemos si se tienen que quedar en casa o si tienen que hacer su vida normal”, explican a este diario. En su caso, ella está de excedencia y se puede quedar con la niña sin ningún problema. “A mí, como trabajo fuera de la ciudad, lo que más miedo me da es que la cierren y no pueda ir a trabajar. Igual ahí sí que tenemos un problema”, comenta Iván.

Volviendo a la casa de Joaquín, antes de abandonar la vivienda, por cortesía y agradecimiento por su tiempo, este periodista y él se estrechan la mano para despedirse. Inmediatamente él va al baño y saca un gel desinfectante de un litro. “A mí no me importa, pero ya sabes…”, dice. Aunque la conversación se alarga unos minutos más, al salir por la puerta ya no habrá nuevo apretón de manos. Por si las moscas. Así están las cosas.

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