Fue el pasado 16 de septiembre cuando José Luis Abet consumó el triple crimen. Sin embargo, llevaba unos meses rumiando el asesinato que al final acabó cometiendo. De hecho, semanas antes de asesinar a su ex mujer recurrió a un método nada convencional. Fue a ver a un brujo y le pagó para que le echase un maleficio tanto a ella como al resto de su familia, con el fin de asesinarlas. 

Una de las costumbres esotéricas que más enraizadas están y que todavía hoy perduran de forma puntual en la cultura gallega es el mal de ojo. Son casos extremos, pero lo cierto es que Abet en un acto de desesperación acudió a uno de ellos para pedirle que matara o asesinara a su mujer. No le convenció. Lo tuvo que hacer él mismo. 

Eran las ocho de la mañana de aquel lunes cuando se acercó a la casa en la que vivía su ex mujer para asesinarla. Acabó con ella con varios disparos de revólver. En la casa también estaban su exsuegra y su excuñada. También las mató. Luego se entregó a la Guardia Civil. Le dio tiempo antes, cuenta La Voz de Galicia, a enviarle al hechicero un mensaje de audio a través del móvil: "Maté a las tres, ja, ja".

Han pasado ya más de seis meses de ese terrible suceso. Abet sigue en prisión y se pide para él prisión permanente revisable por los tres crímenes que conmocionaron en aquellas fechas la localidad pontevedresa de Valga. Las familias del pueblo aun no han logrado  recuperarse.

Sin licencia

Abet no tenía licencia para llevar uarmas encima, un detalle que habla de la premeditación y del empeño en obtener un arma de estas características para cometer el triple asesinato. Con ella se presentó a las puertas de la casa que había construido junto a su mujer para asesinarla. Conocía su rutina. Sabía que estaría allí, y también María Elena, la madre, y su hermana Alba, que la ayudaban habitualmente con los niños.

Sandra abrió el portón de la casa y se dispuso a salir con su coche para llevar a los dos niños, de 4 y 7 años, al instituto de Valga. Permanecía escondido en su coche. Hacía mucho que no pasaba por allí, ya que tras la separación, dos años antes, se había marchado a vivir a casa de su madre en Bertamiráns, Ayuntamiento de Ames, provincia de A Coruña. Pero conocía bien su casa y las costumbres de Sandra. Así que, después de salir del trabajo por la noche fue directo hacia la aldea de Carracido, Cordeiro, Valga, y a la puerta de la casa se quedó esperando. Dieron entonces las ocho de la mañana.

En ese momento, el hombre aprovechó para colarse dentro, abordar a su ex mujer y empezar una nueva discusión. Luego vació el cargador de la pistola sobre ella, con sus hijos como testigos desde la parte de atrás del vehículo. María Elena y Alba se encontraban despiertas, en la parte de atrás de la casa. Y después, antes de marcharse de allí, acabó con la vida de las otras dos mujeres que estaban en la vivienda.

Luego se marchó de allí. Los niños escaparon corriendo a la casa de uno de los vecinos y fueron atendidos por ellos a lo largo de toda la mañana. Pronto llegaron los agentes. Ya no había nada que hacer ante una tragedia que mantiene conmocionada a Valga, a Galicia y a toda España. Solo detener al asesino confeso, que llamó para confirmar que había sido él el autor de los disparos.

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