Diego, en el medio junto a unos amigos, en una discoteca de Filipinas.

Diego, en el medio junto a unos amigos, en una discoteca de Filipinas.

Reportajes

El misterioso asesinato del gallego Diego en Filipinas a manos de la Policía por no pagar "impuestos ilegales"

Los agentes afirman que Diego, empresario de éxito en la isla de Siargao, vendía cocaína. Sus allegados lo niegan y alegan que no se dejó extorsionar. 

9 enero, 2020 11:24

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Diego B.L. -de 32 años- llegó a las lejanas y paradisíacas playas de Siargao hace tres años. La isla, perteneciente a Filipinas, le acogió con los brazos abiertos. Allí, montó varios negocios. Primero, un hostel -The White House-; al lado, abrió una tienda donde vendía ropa y souvenirs. Y pronto todo se le quedó pequeño. Por ello, creó una marca de complementos y un estudio de tatuajes. Y, por último, su negocio más especial: La Santa, un restaurante donde servía comida española -especialmente gallega, de su tierra-. 

"Él era pura generosidad, alegría y cariño", explica Oliver, uno de sus mejores amigos, a EL ESPAÑOL. "No tenía miedo a nada". Pero el pasado martes, de madrugada, todo se torció. Según explica la Policía filipina, Diego fue tiroteado por un agente después de que le pillaran traficando con cocaína. En el país asiático, la ley permite abatir a los sospechosos de narcotráfico. Pero la versión de la familia y amigos del joven es muy distinta. "Alguien de su confianza le traicionó; no quiso someterse a la extorsión ni a los impuestos ilegales", aclaran. "La ambición de Diego crecía tanto que, probablemente, en un par de años iba a tener mucho control en la isla", apostillan. Y lo cierto es que, en esa pequeña isla, donde todos conocían a Diego, nadie se cree la versión de la Policía. 

Diego, emprendedor incansable 

Siargao es la isla de moda en Filipinas. Coronándose como la capital del surf, se ha convertido en uno de los destinos preferidos para los amantes de este deporte -y de este modo de vida-. Las palmeras, los turistas descalzos, la arena y el buen rollo ponen el broche de oro a este pequeño territorio de poco más de 400 kilómetros. En los últimos años, la zona ha experimentado un gran crecimiento: nuevas tiendas, nuevas zonas para hacer surf y muchos viajeros. Entre ellos, españoles. De hecho, en breve la isla contará con un aeropuerto internacional -hasta ahora solo se podía llegar hasta el paraíso a través de vuelos domésticos-.

Diego tocando la guitarra, otra de sus pasiones.

Diego tocando la guitarra, otra de sus pasiones.

Muchos de los resorts que abundan en la isla son regentados por españoles. Como por ejemplo, el hostel The White House. Un alojamiento abierto hace poco más de dos años y dirigido por Diego, un chico de A Coruña, y su socio, de origen valenciano. Tras el éxito de su pequeño hotel, los amigos decidieron abrir otras empresas, que también triunfaron. Así, Diego iba encontrando su lugar en el mundo, a muchos kilómetros de casa. "Hizo todo por su propia cuenta y empezó a crear su propia vida con sudor y esfuerzo", cuenta su prima Lucía a EL ESPAÑOL. 

Porque lo cierto es que su restaurante La Santa se había convertido en un punto de referencia y encuentro en Siargao. Gracias a sus vistas privilegiadas, a las palmeras infinitas, los atardeceres y el agua cristalina, los recién llegados se decantaban por probar algunos de sus platos gallegos frente al mar. También en Siargao había tiempo para la fiesta y eso lo sabía muy bien Diego. Por lo que decidió abrir Mamón, un bar de copas. Junto a su socio, claro. Eso también le fue bien.

Diego no había tenido nunca problemas con la ley y mucho menos en Filipinas. Pero el martes, de madrugada, la Policía acabó con su vida. Según la versión oficial, los agentes le abatieron tras pillarle trapicheando con cocaína y este les apuntara con una pistola. Su socio pudo huir antes de que se produjera el tiroteo. Según la versión de sus familiares, las cosas sucedieron de forma muy distinta. "Mi primo no tiene nada que ver con el mundo de las drogas y mucho menos sabe cómo utilizar un arma", explica Lucía a este diario. Un extremo que también defienden sus amigos. "Todo es un montaje para justificar su muerte; no quiso someterse a su extorsión, a los impuestos que les hacían pagar ilegalmente", apostilla Oliver. "Diego se portaba muy bien con todo el mundo; a sus empleados les pagaba más sueldo y eso a los otros les pudo molestar", añade. "Era una persona muy fuerte y valiente, no le tenía miedo a nada. En unos años se iba a hacer con el control de la isla", concluye. 

Diego tenía mucho éxito por delante.

Diego tenía mucho éxito por delante.

Da igual si hablas con conocidos suyos, con amigos, familiares, con pocos conocidos o con personas que solo les sonaba de haberles atendido en su hotel, todos coinciden en lo mismo. Diego no era narcotraficante y mucho menos tenía un arma. Una idea que siempre van a defender. 

La Policía filipina acusa a Diego de haber sacado una pistola cuando se percató de que había vendido cocaína a un agente de la ley. Y según el relato de los policías, les llegó a disparar. "¿Pero cómo iba a llevar un arma si iba siempre en bañador y descalzo?", se pregunta Oliver. La Policía Regional de Siargao del Norte señala que los hechos fueron "en legítima defensa" de sus funcionarios. Por el momento, el gobierno filipino todavía no se ha pronunciado al respecto. Además, desde que comenzó la campaña antidrogas en el país, se ha abatido a unas 6.700 personas sospechosas de estar relacionadas con el tráfico de estupefacientes. Diego es el primer español que muere en una operación de estas características en el país asiático. "Va a ser muy complicado investigar algo", explica Oliver, conocedor, también, de la situación que se vive en la isla. 

La política antidroga filipina

Lo cierto es que desde que en 2016, cuando Rodrigo Duterte llegó al poder, el gobierno ha emprendido una guerra sin fin contra el narcotráfico. Su política está dirigida hacia la "neutralización de personalidades ilegales de drogas a nivel nacional". Además, ha instado siempre a los miembros públicos a matar a delincuentes y drogadictos. Pero parece ser que esta política impulsada por Filipinas viola los derechos humanos; ejecuta de manera rutinaria a sospechosos desarmados y, luego, coloca armas y drogas como evidencia. 

La Policía lleva casi cuatro años promoviendo una política antidroga muy activa.

La Policía lleva casi cuatro años promoviendo una política antidroga muy activa. EFE

La iniciativa ha sido criticada y condenada nacional e internacionalmente por el número de muertes resultantes en las operaciones policiales y las denuncias de ejecuciones extrajudiciales realizadas de forma sistemática. Las estimaciones de muertos varían según la fuente consultada. Oficialmente, 5.104 sospechosos de traficar con droga fueron asesinados a partir de enero de 2019. Pero los grupos en defensa de los derechos humanos han cuantificado estos asesinatos en más de 12.000. Además, las víctimas incluyeron a 54 niños durante el primer año. En febrero de 2018, la Corte Penal Internacional en La Haya anunció un "examen preliminar" de asesinatos relacionados con la Guerra de las Drogas de Filipinas desde al menos el 1 de julio de 2016.