Francisco Alcubilla sostiene un retrato de su madre, asesinada en 1997.

Francisco Alcubilla sostiene un retrato de su madre, asesinada en 1997. Jaime Susanna

Reportajes

El hijo de Valeria, primera víctima del asesino del Clínico: así ha revivido la pesadilla 22 años después

Juan José Fernández González intentó matar el sábado 26 a una anciana en el Hospital de Alcorcón. Hace dos décadas lo consiguió en el Clínico San Carlos.

1 noviembre, 2019 17:24
Madrid

La noche del 20 de diciembre de 1997, Juan José Fernández González (29 años, entonces) intentó acceder al Hospital Clínico San Carlos de Madrid, donde trabajaba, por la puerta principal. El guardia de seguridad le impidió el paso, aun así se las ingenió para entrar. El edificio estaba en obras y era un laberinto. Hasta el personal necesitaba un mapa para orientarse. Juan José consiguió subir hasta la cuarta planta y entrar en la habitación 4155. Una vez allí, se dirigió hasta la cama de Valeria de la Fuente (83) y la estranguló con su cinturón. El asesino del Clínico se cobraba entonces su primera víctima mortal. 20 años después, el pasado sábado 26, volvió a intentarlo en el Hospital de Alcorcón (Madrid), esta vez sin éxito.

Unas horas antes del asesinato, Paloma Alcubilla estuvo cenando con su madre. “Estuvimos charlando y metiéndonos con todo el mundo”, recuerda a EL ESPAÑOL con una sonrisa. Valeria, viuda y jubilada, llevaba ingresada dos meses por una neumonía de la que estaba casi recuperada. Esa madrugada, Paloma recibió una trágica llamada: su madre había muerto. Esta llamó a su hermano Francisco y ambos se fueron al hospital. 

“Cuando llegamos ahí, no nos dejaron entrar a verla”, explica Francisco. La sala estaba llena de vigilantes de seguridad y no se podía acceder. “Yo decía: ¿Esto qué narices es?”, añade Paloma. “Entonces un conjunto de médicos nos empezaron a decir cosas muy raras, algo que no me cuadraba. Querían hacerme creer que mi madre se había quitado la vida”, prosigue Francisco. 

“Llamé a mi abogada y le dije que viniera, porque algo no me cuadraba. En ese momento salió la noticia por la radio, mi madre había sido asesinada. Ahí ya no les dio más remedio que reconocerlo”. Paloma espetó a los médicos que intentaron ocultar los hechos: “Me voy a dar 24 horas para llorar a mi madre. Después, preparaos todos”.

Valeria, la víctima, no estaba sola la noche que fue asesinada. “Había dos personas en la habitación que no dijeron nada. Estaban cagaos. Si me llego a quedar esa noche en el hospital, a la primera que se carga es a mí y luego a mi madre”, cuenta Paloma. Afortunadamente, en el intento del pasado sábado, los compañeros de habitación sí que dieron la alarma y evitaron la desgracia.

Juan José, desde entonces bautizado como el asesino del Clínico, tenía 27 años cuando mató a Valeria. Es esquizofrénico y siempre ha defendido que actuaba por impulsos. En su declaración de este jueves ante el juez ha asegurado que su mente se dispara cuando escucha “música heavy”. Actualmente se encuentra ingresado en la unidad psiquiátrica del centro penitenciario de Navalcarnero.

Después de conocer la noticia de la muerte de su madre, Paloma, Francisco y su abogada se dirigieron a la comisaría donde estaba retenido el asesino. Allí se encontraron con la madre del mismo. “Si nosotros estábamos mal, ella estaba aún peor. La mujer nos comentó que su hijo salía de casa con una mochila llena de barras de hierro”.

Segundo asesinato

Dos días después, Juan José fue trasladado a la prisión de Carabanchel a la espera del juicio. Allí se cobró su segunda vida: mató a su compañero de celda con sus propias manos. La víctima, Guillermo Barona, sufría el mismo trastorno que él y pesaba 140 kilos, pero eso no impidió al asesino del Clínico golpearle contra los barrotes y estrangularle hasta matarlo, tal y como consta en la sentencia del juicio por estos crímenes, a la que ha tenido acceso este periódico.

El documento afirma que, en el momento de cometer los crímenes, el asesino padecía “una esquizofrenia paranoide episódica, con trastornos de ideas delirantes, que le anulaban totalmente sus facultades intelectivas y volitivas, siendo su comportamiento dominado por su enfermedad”. 

Durante el juicio por los dos asesinatos, el acusado en ningún momento negó los hechos. Su defensa se basó en su condición de esquizofrénico y en que no actuó con alevosía. En las vistas, el asesino se mostró “perfecto”. “Tenía una cara angelical. Transmitía hasta ternura”, asegura Susana Sacristán, la abogada de los hermanos Alcubilla. La defensa luchó arduamente por demostrar que el asesino actuó con alevosía, como prueban las molestias que se tomó en llegar a la habitación de su madre: “No era fácil llegar, pero sabía a dónde iba, lo tenía muy claro”.

El Clínico San Carlos, por su parte, no aportó mucho en el juicio, según denunciaron Paloma y Francisco. “Hay que entender la psicosis social que se formó. La gente tenía miedo de ir al Clínico. Entiendo que quisieran taparlo, pero yo no se lo iba a facilitar”, cuenta Francisco. 

Cuando les tocaba testificar a los enfermeros y al personal del hospital, la dirección les había mandado fuera, según cuenta Paloma. “Que si a uno le habían mandado a Roma, que si otro se había muerto… ¿Pero esto qué es? ¡Parece una película de Woody Allen!”, dice entre carcajadas. “Esto ya me lo tengo que tomar con humor”. 

El 2 de noviembre de 1999 llegó el fallo del tribunal: Juan José Fernández González quedó absuelto debido a su enfermedad, si bien debía ser internado en un centro psiquiátrico por un tiempo “no mayor de 20 años”, según recoge la sentencia. El fallo supuso un enorme disgusto para Paloma y Francisco: “Fue horrible, eso fue lo más doloroso”. 

Pero el paso de Francisco y Paloma por los tribunales no había concluido. Al año siguiente denunciaron a Insalud, la empresa responsable del Clínico San Carlos y dependiente del Ministerio de Sanidad, por “omisión del deber de vigilancia”, es decir, por una negligencia. La dirección alegó que las dimensiones del hospital y los recursos disponibles para vigilarlo les impedían impedían tener medidas de seguridad más estrictas. La zona donde se produjo el crimen estaba a cargo de solo un vigilante, que realizaba rondas por todo el pabellón sur, por el pabellón B y por las instalaciones de las consultas externas. Este juicio sí lo ganaron e Insalud fue condenada a pagar una indemnización de 20 millones de pesetas. 

Por su parte, el asesino del Clínico entró al Centro Penitenciario de Fontcalent, en Alicante en el año 2000. Allí estaría hasta 2007, cuando un médico consideró que ya estaba listo para vivir en libertad. “No sé quién firmó la autorización para que salga…”, lamenta Francisco. Nunca les avisaron de que el asesino de su madre andaba libre.

No se sabe con certeza qué hizo Juan José durante los siguientes años, hasta hace concretamente cinco, cuando entró a trabajar en Ilunión, empresa dependiente de la ONCE. Fue destinado al Hospital de Alcorcón, donde ha trabajado hasta ahora en el servicio de lavandería. Hacía su trabajo con normalidad. Limpiaba la ropa, la doblaba y la subía a las habitaciones. Ninguno de sus compañeros sabía qué le pasaba, ni mucho menos sabían que tenía dos asesinatos a sus espaldas. En el momento de su detención el pasado sábado, portaba un cúter y tenía sangre en el brazo, pero aseguró no recordar nada de lo sucedido. 

Los hermanos Alcubilla se hacen la misma pregunta que todo el mundo: “¿Cómo pudo entrar un tío con esa cabeza en un hospital? Podía haberse puesto a trabajar en cualquier otro sitio, pero escoge justo un hospital. Nadie sabía nada. ¡Es como si metes a un pederasta a trabajar en un colegio!”. Lo cierto es que, pese a su paso por la prisión de Fontcalent, el asesino fue absuelto y no constaban antecedentes penales. 

Finalmente, el pasado sábado, Juan José volvió actuar. Intentó estrangular a una señora de 82 años con una almohada, esta vez sin éxito gracias al aviso que dieron los compañeros de habitación. 22 años atrás, Valeria de la Fuente no tuvo esa suerte.

Sus hijos no supieron el paradero del criminal hasta que salió esta noticia. “He vivido estos años pensando que podía ir a por nosotros”, afirma Paloma, que espera que esto sirva para tomar medidas contra el asesino de su madre de una vez por todas. “Lo único que queremos es que no se repita. Por eso damos la cara”.