Paloma ha sido llamada por Dios este viernes, 7 de junio, a última hora de la tarde”. Óscar Farkoa, con este mensaje en Facebook, tan sencillo y elocuente, certificaba la muerte de su hija tras una lucha incansable. Durante algo más de un año, la pequeña ha estado peleando por acabar con uno de los tumores más agresivos que existen, pero, a pesar de sus múltiples esfuerzos, no ha conseguido ganarle la batalla al cáncer. Ni las muestras de apoyo ni la campaña ‘Alas para Paloma’ –destinada a recaudar fondos para subvencionar un tratamiento costosísimo– han servido para que la pequeña venciera a esa maldita enfermedad. 

Quién se lo iba a decir a ella y a sus padres, el francés Óscar y la ovetense Paz, cuando, el 12 de marzo de 2018, acudieron al hospital, se tuvieron que quedar a dormir allí y les dieron una noticia que los dejó de piedra: “Nos dijeron que le habían encontrado una bola, que en lenguaje normal es un tumor (que en España afecta a unos 20 niños cada año). No sabía que nos iba a tocar el peor de los posibles”, contaba su madre a El Comercio. 

En concreto, a Paloma le detectaron un tumor cerebral de grado alto y para el que no existía (ni existe) un tratamiento eficaz ni en España ni en Francia, de donde es natural su padre. Por eso, Piedad buscó alternativas para intentar un imposible: tratar de salvar a su hija de una muerte casi segura. Empezó a formar parte de Biomede, un ensayo clínico a nivel europeo, y acudió a Londres para que su niña fuera tratada allí, con el coste que eso implicaba: la familia, en enero, llevaba gastados 110.000 euros en el tratamiento. 

Mientras tanto, intentaron recaudar fondos a través de la campaña ‘Alas para Paloma’ y vieron, lamentablemente, cómo todos sus esfuerzos eran en vano. El bulto que tenía su hija se fue haciendo cada vez “más bola” y el tumor, que no es sólido –y que se pega como si fuera resina a los nervios– se manifestaba como inoperable. Las malas noticias, desde el principio, se multiplicaban. Primero “lloras, lloras y lloras… Hasta piensas en tirar por la ventana”, reconocía su madre en declaraciones a El Comercio.  

Paloma, diagnosticada de un cáncer incurable, no pudo vencer a la enfermedad.

Pero, poco a poco, según conocían a médicos y descubrían posibles tratamientos, iban recuperando la fe, sacando fuerzas de donde era imposible hacerlo. Incluso las muestras de cariño –no hace tanto, su padre pedía a través de Facebook que todos los seguidores de la página enviaran momentos bonitos con su hija–, les servían para respirar, para encontrar alivio en lo que era un verdadero infierno. 

Su tumor, formado a partir de alteraciones del desarrollo del tronco cerebral, era tan raro como mortal. A día de hoy, todos los tratamientos han fracasado. De momento, sólo se ha conseguido que el 2% de los diagnosticados tengan, como mucho, una esperanza de vida de cinco años. Más del 90% de los pacientes lo hacen en los dos años posteriores al diagnostico. 

Con esos porcentajes en la mano, Paloma y sus progenitores han luchado hasta el final. La pequeña, desde su cama, soñaba con volver a Oviedo, donde nació, o a Burdeos, la habitual residencia familia. Sabía que tenía el apoyo de todos sus vecinos y también los de La Fresneda, su pueblo, donde se movilizaron para recaudar fondos y apoyar a la pequeña. Pero todo esfuerzo ha sido en balde. El pasado viernes, por la tarde, su corazón se paró. Ya no quería ni podía luchar más. 

“Esta noche será inolvidable, el Padre Ricardo ha celebrado una misa muy especial para ustedes cuatro (en referencia a la familia de la niña enferma), en la habitación donde se encontraba Paloma. Los acompaño en el dolor y en la confianza de saber que vuestra bella Paloma ya no sufre más y descansa en los brazos de Jesús Misericordioso y nuestra Madre del Cielo”, escribían en la página de Facebook ‘Alas para Paloma’, despidiendo a la pequeña. 

Un sacerdote acompaña a la familia en los últimos días con vida de Paloma.

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