De izquierda a derecha: Sinaí, de pie, y don Olegario; el patriarca, con una camisa blanca, sentado; Paulo, Marino y Saulo.

De izquierda a derecha: Sinaí, de pie, y don Olegario; el patriarca, con una camisa blanca, sentado; Paulo, Marino y Saulo.

Reportajes

El clan gitano de los Sinaí, la mafia que controla los mercadillos gallegos a golpes y tiros

La escalada de tensión entre familias gitanas en el sur de Galicia ha vuelto a encenderse tras el tiroteo del domingo pasado. Sinaí Giménez ha vuelto.

26 mayo, 2019 02:05

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La imagen podría haber sido la portada de la nueva temporada de Los Soprano, versión cañí. O incluso del famoso videojuego de acción GTA V. Cuatro hombres voluminosos, grandes como torres, rodeando un tablero en el que se advierten los restos de la sobremesa. Todos gastan tallas superiores, perilla negra y tez morena. En el centro, el único que destaca es el patriarca de la familia, con una camisa blanca abierta hasta el pecho como Camarón.

Tras él, de pie, la calva seria y lustrosa, los ojos negro mate, el hombre más buscado de la familia, el que heredó todos los negocios desde hace poco: Sinaí Giménez, el nuevo líder del clan de los Morones, el nuevo rey de los gitanos. Designado por don Olegario, su padre, el antiguo jefe de esta peculiar familia, es el nuevo líder que controla (al precio que sea) la mayoría de los mercadillos y las ferias de la provincia de Pontevedra. 

La escena puede resultar entrañable, o incluso sórdida, pero define un modo de ser y de estar en la vida. Viene al pelo porque esta semana el clan de Sinaí la ha vuelto a liar. La escena 1 tiene lugar en la madrugada del pasado sábado al domingo. Había sesenta invitados en el pabellón polideportivo municipal de la parroquia de Torneiros, en el concello de O Porriño (Pontevedra). Hacía horas que festejaban.

A la una de la madrugada, un Seat Toledo se detuvo a las puertas del recinto. De él bajó un hombre, a cara descubierta, con un arma, calibre 38, una pistola semiautomática. Era Juan Paulo Giménez, el hermano mayor de Sinaí. Muchos pudieron reconocerle. Juan Paulo, fácilmente distinguible de sus hermanos por la barba picuda, salió del coche, entró en el lugar y lo sembró todo de disparos, dirigidos en su mayoría hacia al techo. 

Las balas rebotaron y cayeron en picado hacia quienes disfrutaban del la fiesta. Resultaron heridos dos: una chica de 15 años con una herida de bala en el pómulo. Otro de los proyectiles impactó en la espalda de un chaval de 17. No hubo que lamentar la muerte de nadie. Y no fueron más, como suele decirse, porque Dios no lo quiso. Pero podía haber sido una masacre. 

El hermano de Sinaí se subió al coche y desapareció del lugar. Atrás quedaba un clan -el de los Zamoranos- nuevamente atemorizado, y temiendo por la vida de los dos heridos de la familia. Esta vez habían ido demasiado lejos. Les habían atacado en su propio barrio, y en una entrañable y reducida celebración. No hacían mal a nadie. El tiroteo de la madrugada del pasado domingo les devolvió a la primera línea de la información: a los pocos días se convocaron manifestaciones en contra de la violencia del clan de los Morones y exigiendo la detención de Juan Paulo.

Sinaí Giménez en el cartel electoral de las elecciones de Vigo en 2015.

Sinaí Giménez en el cartel electoral de las elecciones de Vigo en 2015.

Incluso Eva González, la alcaldesa socialista del pueblo, alzó la voz en una manifestación elaborada al día siguiente ante el acoso y la situación que vive esta familia en los últimos años. Había sido invitada a la celebración, aunque al final no pudo asistir.  "Viven atemorizados y escondidos. Esta situación tiene que terminar", reconoció la edil. 

La escena 2, casualidad o no, sucedió al día siguiente de esa concentración en apoyo a los Zamoranos tras diez años de conflicto, en una guerra que parece estar yéndose de madre. El perro de la alcaldesa, de 15 años, apareció muerto en su propia casa. Había sido apuñalado. Va desde entonces con protección oficial por el municipio. En el ayuntamiento relacionan ambos hechos, aunque no se descartan otras hipótesis. "No me voy a dejar amedrentar", dijo, horas después de conocerse los hechos.

Juicios pendientes en junio

Las dos escenas dibujan el panorama de cómo la mera presencia de los Morones lo convierte todo en una especie de Salvaje Oeste ambientado en el sur de la provincia de Pontevedra. La familia protagonista de la trama sería la que forman Olegario, Sinaí, Joan Paulo, Marino, Saúl y una innumerable hilera de adláteres, componentes del grupo o secundarios utilizados como instrumento para meter presión a alcaldes con ciertas decisiones sobre asuntos que les incumben. También para meter presión a una banda a la que quieren expulsar de Galicia desde hace diez años.

Estos dos episodios han tenido lugar tan solo en los últimos siete días. El detonante podría ser el juicio que el próximo mes de junio se celebrará contra los Morones en la Audiencia de Pontevedra. Trece testigos protegidos de la Fiscalía declararán contra Sinaí y su familia. Podría ser el proceso penal que termine con toda esta saga en la cárcel.

Esta semana, uno de los hermanos de Sinaí ha salido a defender a la familia ante los medios eludiendo toda responsabilidad y diciendo que ellos no tuvieron nada que ver con el tiroteo. "Sería del género tonto por nuestra parte. Ya tenemos bastantes problemas. ¿Cómo vamos a echar ahora más leña al fuego?", confesó. 

EL ESPAÑOL ha tenido acceso a las investigaciones que fundamentaron la querella interpuesta por la Fiscalía de Pontevedra en el año 2016 contra Sinaí Giménez y otros 12 miembros de su familia, entre ellos su padre, patriarca del clan, y sus hermanos. Sinaí lleva años diciendo que su expediente es "blanco como una paloma".

Sinaí, hace unos años, algo más joven, ya puntal importante del clan.

Sinaí, hace unos años, algo más joven, ya puntal importante del clan.

Las indagaciones que expone del fiscal jefe llegaron a la conclusión de que, al menos desde el año 2013, Sinaí y los suyos controlan los mercados de venta ambulante de la provincia de Pontevedra a través de una cooperativa a la que obligan a afiliarse a todo aquel que quiera participar. Se hacen referencia incluso a "bastones con plomo , armas y barras de hierro".

Mediante amenazas e intimidaciones a los diversos comerciantes que no forman parte de su grupo, Sinaí y los suyos se hacen fuertes. Quienes conocen el negocio desde dentro saben que ese control proviene de mucho más atrás.

20 años de salvaje oeste en los mercadillos 

En Galicia, los mercadillos ambulantes son la salsa de cada pueblo. Casi se convierten en días de fiesta, y los vecinos acuden religiosamente el mismo día de cada semana a hacerse con gangas de ropa, calzado, y frutas y verduras y toda clase de artículos a precio de saldo. Las furgonetas se despliegan a una hora temprana, los feriantes montan sus tenderetes y esta dura toda la mañana, justo hasta la hora de la comida. Es entonces cuando los clanes comienzan a recoger sus bártulos, lo preparan todo y se marchan a otro punto de la provincia en el que les toca trabajar la jornada siguiente. Es una vida ambulante, de trashumancia. 

Hay decenas y decenas de ellos en la provincia. Y todos están controlados por una misma familia.

En el informe al que ha podido acceder este diario se entrevista a 40 testigos, trece de ellos protegidos, y cuyo relato es dado por bueno. El fiscal hablaba ya entonces de una "posible organización criminal" orbitando en torno a los mercadillos de la región. 

El origen de la mayoría de sus conflictos tiene que ver, en realidad, con los mercadillos. El de Morones y Zamoranos viene larvándose por lo menos desde hace una década. La razón principal es que diversos miembros del grupo, desde el año 2014, se hartaron de los métodos tácitos de control de Sinaí y los suyos para con las ferias urbanas y trashumantes desplegadas cada semana por diversos puntos de la provincia. Se negaron a seguir pagando la cuota y al poco fueron expulsados de la comunidad.

El primer éxodo de los Zamoranos se produjo en el año 2010. No les quedó más remedio que huir, regresar a su provincia natal; de un día para otro, más de 80 niños abandonaron el colegio de educación primaria de Torneiros (O Porriño), su barrio, e hicieron las maletas con sus padres, condenados al ostracismo. Se llegó después a un pacto, pero los desterrados se negaron a seguir pagando el canon a la familia Giménez por la venta en los mercadillos ambulantes. Pudieron regresar, pero la historia se repitió de nuevo cuatro años después, en 2014, en similares circunstancias. 

Sinaí, con sus hermanos Marino, Saúl y Juan Paulo.

Sinaí, con sus hermanos Marino, Saúl y Juan Paulo.

Las extorsiones y coacciones prosiguieron hasta el año 2016. Ese año una redada de la policía llevo a buena parte de la familia de los Morones a la cárcel. Incluido el propio Sinaí y algunos de sus hermanos, como el menor, Marino, un mastodonte a quien el juez dejó poco después en libertad provisional por su obesidad mórbida y sus problemas físicos, y su continua necesidad de depender de un endocrino. Entró en prisión pesando casi 300 kilos.

Se les acusó de actuar como una organización criminal. De hacerse con el control de los mercadillos de la provincia.  Sinaí era ya la pieza fuerte en el clan, estaba entonces bajo su control, pero la autoridad familiar seguía en manos de Olegario. Y en aquel momento, la estirpe de Olegario, un hombre de poblado y grisáceo bigote y andares reposados, agrupaba ya en algunos de sus hijos causas judiciales de todo tipo. Una de ellas, por narcotráfico. 

Lo que se narra a continuación está acreditado en el informe de la Fiscalía de Pontevedra al que ha tenido acceso EL ESPAÑOL en el que decenas de testigos, muchos de ellos protegidos, relatan el sistema de funcionamiento de la organización, así como las amenazas que proferían a todos aquellos que no compartían sus métodos o no entraban en su juego. Veamos: 

-"Pegarles un tiro, amenazas de muerte, romperles las piernas, intimidaciones sufridas en la red viaria, todas estas actuaciones han sido realizadas directamente o a través de redes sociales, llegando incluso a dirigir la vida de los amenazados prohibiendo la celebración de bodas o decretando la prohibición de residir en un lugar determinado, y obligándoles a acudir a manifestaciones frente a administraciones". 

Hace poco que los poderes del patriarca fueron traspasados a Sinaí, el más conocido de todo el clan, tanto por sus apariciones en televisión como por haber optado a la alcaldía de Vigo bajo un surrealista eslogan, una boutade sublime con un seudónimo que es ya su rúbrica: "Sinaí Giménez, el Obama gallego". Es preciso no dejar que le engañar a uno su afable sonrisa.

La familia que fundó el señor Olegario 

Todos (o casi todos) en la familia de los Morones son grandes e imponentes,con una presencia física de apabullar. Todos visten muy parecido, con ropa cómoda y ancha: poseen un variado catálogo compuesto por chándales, camisetas y sudaderas deportivas. Acaso Sinaí es el que más se sale del guión, con su traje gris o con su traje negro, ambos de hombre importante cuando toca -o sea, cuando tienen que aparecer por el juzgado-. El señor Olegario, no. El señor Olegario tiene su estilo propio, y luce siempre camisas claras, inmaculadas. Le gusta ir blanco como una paloma. Así se diferencia del resto el patriarca de la familia. 

El señor Olegario nació en Ferrol. Pero, algunas décadas después, emigró para instalarse en el sur de la provincia de Pontevedra. La familia lleva, desde entonces, 35 años dedicada a la venta ambulante en Galicia. Él fue quien comenzó a controlar la cooperativa hace cosa de dos décadas. Ahí ya instauró el sistema que perdura hasta el día de hoy. El gran Olegario obligaba a estar un mínimo de tres meses en la cooperativa. Después cambió: quien se daba de alta, no se podía dar luego de baja. Quien entraba, ya no podía salir. 

Juan Paulo, detenido por la Policía Nacional.

Juan Paulo, detenido por la Policía Nacional. efe

Uno de los testigos protegidos que hablan con el fiscal conoce bien a esta familia ya que forma parte del clan de los Zamoranos y estuvo metido en la cooperativa durante aquellos años. Dice que ya hace 20 años, a finales del siglo pasado, cuando Olegario controlaba el negociado se pagaban cuotas para montar los mercados en Pontevedra.

Explica que se conseguía esto "a base de amenazas". Si alguien se lo pretendía montar por su cuenta, y salirse de la cooperativa que gestionaba de forma paralela los mercadillos, esa persona estaba condenada a huir de Galicia. 

Pese a esto, la situación era más llevadera en aquel entonces. Las cosas comenzaron a cambiar cuando los poderes del padre fueron traspasados al hijo. Sinaí comenzó a encargarse de la cooperativa hace cosa de 15 años. El gran Sinaí implantó su estilo, llevando la cooperativa a su manera. Y los conflictos vienen aflorando de forma inevitable. 

De Obama Gallego a rey de los gitanos

La figura de Sinaí Giménez está en el epicentro de la trama y todas las piezas orbitan a su alrededor. Hace unos años cobró fama al presentarse a las elecciones municipales para disputarle la alcaldía a Abel Caballero con un partido recién creado y con un gancho inigualable. A partir de ese entonces, se autodenominó a sí mismo como 'El Obama Gallego'. 

Sinaí nació en Teis, uno de los barrios obreros de Vigo, y tiene desde hace años su residencia y cuartel general en Tomiño, muy cerca, donde vive en un lujoso chalet. Se le ve las veces conduciendo un gigantesco Hammer negro, como si viviera en Miami.

Sinaí es también muchas cosas: presidente da la Sociedad Gitana Española, tataranieto de Don Paulo, primer rey de los gitanos en Galicia hace más de 200 años. Hace apenas dos meses, su padre, le cedió el testigo, otorgándole de forma definitiva el báculo del poder familiar. Él es ahora el rey de los gitanos. Y este año ha tomado sus primeras decisiones, como la de llevar adelante la denuncia contra el humorista Rober Bodegas por las alusiones a la etnia gitana en un monólogo de los últimos meses.

La gran masa de la cooperativa, los socios que pagan, son un actor social más en las vidas de los ayuntamientos de la provincia. La usan Sinaí y los suyos para hacer fuerza y protestar. Para plantarse delante de los ayuntamientos que no ceden a su modo de actuar en los mercadillos. Sucedió ya en innumerables ocasiones. Los Morones y demás miembros de la cooperativa que pagan la cuota mensual presentándose delante de un consistorio. Haciendo fuerza y llamando la atención. Todos los testigos protegidos cuentan que era algo obligatorio. Algunos se negaban. Y pagaban después las consecuencias. 

Sinaí Giménez, en los juzgados.

Sinaí Giménez, en los juzgados.

Dice el primero de los testigos protegidos de los Zamoranos que llegó un punto en el que hasta les prohibieron la celebración de las clásicas bodas del grupo. Justo antes de su destierro, cuenta este testigo que los zamoranos recibieron (entre otros sitios) diversas amenazas a través de las redes sociales. Las amenazas les han condicionado ya la vida, y el miedo a que algo les pueda suceder es irracional y oscuro. Desde esas amenazas, cuenta el testigo, hubo incidentes en diversos mercadillos. 

Las presiones sobre los distintos miembros del clan de los Zamoranos van en aumento en todos y cada uno de los relatos de los testigos que hablan en los infórmes de Fiscalía. Cada uno de ellos describe las mismas situaciones. Los pagos para entrar en la cooperativa oscilaban en torno a los 150 euros cada mes. Debían de hacerse en mano.

Dice el tercero de los testigos protegidos relata cómo un día del año 2015 se encontró a Sinaí y otros miembros del clan golpeando a tres miembros del clan golpeando a tres gitanos zamoranos amigos suyos con barras de hierro. Uno de sus compañeros agonizaba inconsciente en el suelo. Sinaí declaró después que las lesiones de este hombre tenían que ser de haberse tropezado con una mesa. Luego cambió de versión y dijo que los Zamoranos eran quienes le habían agredido primero a ellos. 

El 21 de octubre de ese mismo año, unos primos de este testigo protegido fueron tiroteados en plena autopista y desde otro vehículo que se les puso al lado cuando volvían del mercado de Coia. Desde entonces ha llegado a temer por su vida. El fiscal lo tiene claro: “El mero hecho de presentar esta denuncia, de ponerse ante la Fiscalía, aun siendo testigo protegido, supone un peligro real de muerte tanto para él como para su familia No deja que sus hijas salgan solas de casa. Tampoco se lo permite a su mujer”.

Dice el cuarto de los testigos protegidos que tras la advertencia del destierro, Sinaí se le acercó y le dijo que si no se largaba a Zamora, que se fuese comprando un ataúd.