Apenas salían de casa. Una madre de 97 años, enferma de alzhéimer y dependiente, tuvo que convivir con el cadáver de su hijo y cuidador.

"Apenas salían de casa". Una madre de 97 años, enferma de alzhéimer y dependiente, tuvo que convivir con el cadáver de su hijo y cuidador. E.E.

Reportajes

Morir durante una semana con tu hijo fallecido al lado: la agonía de Aurelia

  • Una madre de 97 años, enferma de alzhéimer y dependiente, tuvo que convivir con el cadáver de su hijo y cuidador en Badia del Vallès (Barcelona) hasta que la inanición se la llevó por delante. Nadie los echó en falta. "Apenas salían de casa", se excusan los vecinos.
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16 noviembre, 2017 03:32

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Aurelia tenía 97 años y padecía alzhéimer. Ya no hablaba, no se movía y no conocía. Dependía exclusivamente de su hijo Agustín, de 67. Él la cuidaba, la bañaba y la sacaba a la calle de vez en cuando. Ambos vivían juntos en un pequeño piso de Badia del Vallès (Barcelona). Juntos y solos. Por eso, cuando a Agustín le dio un infarto en mitad del comedor y falleció, ella no pudo avisar a nadie. Aurelia tuvo que ver como el cuerpo de su hijo se descomponía a sus pies durante varios días, mientras ella moría de inanición.

Los vecinos del bloque 9 de la calle Santander (Badia del Vallès) llevaban varios días quejándose de un fuerte hedor a la entrada. “Al principio pensé que algún perro se habría cagado en las escaleras”, cuenta Montse, la persona que avisó a la Policía. “Eso lo pensé los primeros días. El último fin de semana estuve enferma y no salí de mi casa. El lunes tuve que ir al médico. Al salir al rellano, el olor ya era insoportable. Me di cuenta de que la peste salía de casa de Agustín y Aurelia. Me temí lo peor y le dije a mi hija que ahí dentro había pasado algo muy gordo y que había que avisar a la Policía”.

Los Mossos d'Esquadra accedieron a la vivienda el lunes 13, sobre las dos de la tarde. Allí se encontraron con la macabra escena: los cadáveres de madre e hijo en el comedor. Él tirado en el suelo, ella sentada en su butaca. Sin signos de violencia, pero ambos cuerpos en avanzado estado de descomposición. La policía ha confirmado que él murió primero, probablemente a principios de mes. Ella, varios días después. Probablemente una semana, aunque de momento no se saben las fechas concretas.

El municipio más pobre de Cataluña

En Badia del Vallès no se hablaba ayer de otra cosa de otra cosa. “A perro flaco...” lamentaba un vecino en la puerta del bloque 9. No sin razón: Badia es el municipio más pobre de Cataluña. Una ciudad de algo más de 13.000 habitantes, llena de viejos pisos de protección oficial y castigada por el desempleo. Son muchos los vecinos que viven en una situación de precariedad. La tasa de paro suele estar por encima del 30%, y la de personas que dependen de los servicios sociales no suele bajar del 33%. 

Aurelia y Agustín vivían en Badia del Vallès, el municipio más pobre de Cataluña.

Aurelia y Agustín vivían en Badia del Vallès, el municipio más pobre de Cataluña. DLF

Agustín y Aurelia también vivían en una situación precaria y de dependencia, pero él decidió rechazar cualquier tipo de ayudas institucionales y dedicar su vida a cuidar de su madre. “Él vivía sólo para eso. Salía de vez en cuando para tomarse un café en el bar y poco más. No se relacionaba apenas con los vecinos ni tenía muchas amistades”, cuenta Mónica, otra de las vecinas del bloque.

Madre e hijo llevaban más de treinta años viviendo en Badia, donde llegaron desde Zaragoza. Hacía años que él no trabajaba. Había sido operado de la columna vertebral y cobraba una invalidez. Por eso, cuando a Aurelia le diagnosticaron alzhéimer, él se dedicó en cuerpo y alma a cuidar de su madre. "La última vez que la vi, él la llevaba al médico en la silla de ruedas. Me dio la sensación de que ella me sonreía al verme. Agustín me lo desmintió. Me dijo que era lo máximo que hacía ya, sonreír de vez en cuando, pero que no conocía ni nada", recuerda Montse. 

Rechazó las ayudas

Según cuentan los vecinos, él no quiso internar a su madre en el centro de día del municipio. También rechazó que viniese una asistenta a asear a su madre dos o tres veces por semana. Prefirió cobrar los 150 euros de la ayuda por la dependencia y encargarse él de bañarla y arreglarla. “Él era bastante descuidado con esas cosas en general. Ni siquiera tenía contratado un seguro para el entierro”, confesaba a las vecinas la nieta de Aurelia, la única familiar directa que vive cerca y que ahora tendrá que hacerse cargo del funeral.

Cada quince días acudía una asistenta a limpiar la casa, quien tocó a la puerta el pasado 6 de noviembre. Nadie le contestó.

Cada quince días acudía una asistenta a limpiar la casa, quien tocó a la puerta el pasado 6 de noviembre. Nadie le contestó. DLF

Agustín había rechazado todas las ayudas por la dependencia. Salvo la de que cada quince días viniese una asistenta a limpiar la casa. Esta persona tocó a la puerta el pasado 6 de noviembre.

Nadie los echó en falta

¿Y el resto de vecinos? ¿No los echaron en falta? “Nosotros no, porque él salía muy poco de casa. Nos cruzábamos sólo de vez en cuando. Además, él a menudo se iba a su pueblo de Aragón, por lo que tampoco sabíamos si estaba de viaje o no”, confiesa Montse, que empezó a sospechar cuando el mal olor en el bloque ya era insoportable: “Los Mossos abrieron la puerta y aquello fue horroroso. Me han salido un montón de pupas en la boca de lo desagradable que fue aquello”.

Ahora, el portal del bloque permanece abierto para intentar evacuar los malos olores. La policía judicial acudió ayer por la tarde a retirar el precinto del piso. La nieta de Aurelia les acompañó. Venía preparada con instrumentos de limpieza, para adecentar el inmueble y eliminar el hedor. Pero cuando la policía abrió la puerta, se dio cuenta de que no iba a ser suficiente. Los mismos Mossos d'Esquadra le recomendaron que contratase a una empresa de limpieza industrial. “Estamos bastante acostumbrados a ver este tipo de cosas; lo mejor es que se lo encargue usted a unos profesionales”, le aconsejaban.

La nieta de Aurelia, que no quiso hablar con la prensa, así lo hizo. Ahora le esperan días de largos trámites. La dejadez de su fallecido tío le obliga ahora a que ella tenga que hacerse, no sólo de la limpieza del piso, sino también de los gastos del funeral que él jamás contrató. “Haremos incinerar los cuerpos y mandaremos hacer una misa, más que nada porque mi abuela era creyente. Nada más”, añadió a las vecinas antes de retirarse.