Pepe Barahona Fernando Ruso

El relato es siempre coincidente. Todo ocurría en el número 15 de la calle Alfalfa, en el centro de Sevilla. En una casa que se divide en dos alturas, en la planta alta está la vivienda; en la baja, la consulta. En el recibidor aguardaban su turno las mujeres. Unas revistas sobre una mesa, un Niño Jesús antiguo en una hornacina y una joven sentada junto al teléfono que se levantaba dando un repullo cada vez que se abría la puerta del gabinete. De allí salía el afamado psiquiatra Francisco Javier Criado - que está siendo juzgado desde finales del pasado mes de octubre en un juzgado de la capital hispalense-.

Bata blanca y corbata. Siempre sonriente y con la mano en un pestillo que cerraba justo al pasar. De fondo suena música clásica. Olor a rancio. Es una estancia color pastel, muy recargada con cuadros de vírgenes, cristos y demás iconografía religiosa. También hay fotos del Rey Juan Carlos y de la Condesa de Barcelona. A la izquierda, una mesa, un sillón tapizado en cuero tipo Chester y un par de sillas, también un crucifijo de plata; a la derecha, en un espacio oscuro y tétrico, el diván que aparece en las pesadillas de muchas mujeres de la alta sociedad sevillana.

Carmen bebe agua antes de empezar a hablar. Han pasado casi treinta años de su último encuentro con el psiquiatra Criado, pero tiembla y suspira nerviosa antes de relatar todo lo que ocurría en esas cuatro paredes. Tenía 27 años, ahora tiene 56, pero recuerda con sobrecogedora claridad sus conversaciones.

“Fui a la consulta porque mi madre veía que no estaba muy bien y en mi trabajo, soy funcionaria, me dijeron que Criado era el mejor psiquiatra de Sevilla”, explica Carmen delante de cuatro mujeres más —María José, Marina, Pilar y Puri— dispuestas en círculo que callan y asienten. “Lo recuerdo perfectamente”, sigue.

SEIS MESES DE SEXO EN LA CONSULTA

“Le expliqué lo que me ocurría, el motivo de mi visita, y él pasó olímpicamente de lo que le contaba. Solo respondía disparatadamente. Al final de la primera consulta me dijo: ‘Mmmmm —lo recrea histriónica—, estoy deseando besarte, eres supersexy’. Y contra todo pronóstico yo volví a la semana siguiente y no sé explicar por qué. Ellas me entienden”.

Todas afirman.

Carmen, 56 años. Estuvo recibiendo sesiones con Criado durante seis meses en 1988.

Carmen, 56 años. Estuvo recibiendo sesiones con Criado durante seis meses en 1988. Fernando Ruso

“A partir de la segunda consulta abusó de mí sexualmente”, sentencia Carmen, temblorosa y de conversación rápida. “Seis meses teniendo sexo con Criado, todo el tiempo durante todas las consultas. Me sentía culpable, sucia, ramera, todos los adjetivos imaginables… Nunca lo conté a nadie porque me sentía culpable. Lo empecé a verbalizar cuando se empezó a denunciar y nos conocimos todas. Ahí me di cuenta de que yo no era la culpable, que era él, que yo estaba enferma, él era el psiquiatra y que abusó de mí, de mis emociones, de mis sentimientos…”.

Carmen volvía “aterrorizada” cada miércoles a la consulta de Javier Criado. “Era consciente de que abusaba de mí, pero yo no era capaz de decirle que no. Tenía la voluntad anulada. Seis meses teniendo sexo. Y yo no podía más. Quería irme, pero él me manipulaba. Me chantajeaba. Me proponía tríos con la enfermera. Me hacía subir a su casa. Salíamos a tomarnos copas. Nos mandaba pastillas y nos ‘recetaba’ alcohol. Todas las semanas. Todas las semanas. Todas las semanas. Y yo cada día más angustiada”.

Dejó de ir a la consulta poco después de conocer a un chico. Lo habló con Criado y él respondió que le daba igual. “Yo estoy casado”, recuerda Carmen.

¿DENUNCIAR? “NO ME HUBIESE CREÍDO NADIE”

“Como pude dejé de ir. No solo no me curé, sino que estuve varios años desconfiando. Salí de allí horrorizada. Y no podía decírselo a nadie porque la sociedad era, es, supermachista y no me hubiese creído nadie. El acoso estaba permitido. Acosaba el jefe, el médico…”.

“Si no llega a ser por Mati…”. Asienten todas.

Esa Mati es Matilde Solís, exmujer del duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart, y madre de sus dos hijos. Gracias a su denuncia contra Criado en Facebook destapó hasta una treintena de querellas contra el psiquiatra.

El 11 de junio de 2015 escribió:

“Llegué a su consulta con 22 o 23 años. Metida en una fuerte depresión, vulnerable, maleable. Con los límites de lo moral borrosos y otros problemas añadidos que él ignoró. Me aferré a Javier Criado como a un clavo ardiendo. Aquella relación indefinible se prolongó en el tiempo. Me casé y se convirtió en una especie de amistad. Javier Criado abusó de una persona enferma, desesperada, a lo largo de los años. No prestando ayuda, ignorando problemas, manipulando como solo lo puede hacer un buen conocedor de los resortes de la mente, que es lo que no podemos negarle. Javier Criado Fernández me llamó por teléfono pocos días antes de mi intento de suicidio. Hizo mención a tres temas en concreto que desencadenaron en mi cabeza absoluta desesperación. Lo hizo porque yo había empezado a contar cosas de él. No tengo miedo, que las que hemos pasado por esto no tenemos mucho que perder y sí mucho que ganar”.

La narración de Matilde Solís resume, en buena parte, lo que cuentan el resto de víctimas.

La primera vez que María José vio a Criado fue acompañada de su marido. Era el año 2003. Ambos atravesaban problemas maritales, que atribuían a los malos tratos que ella había sufrido en la infancia. Lo primero que hizo el psiquiatra fue separarlos. En los primeros compases de la conversación Criado sentenció: “Sí, eres una niña criada por un loco, pero de eso no vamos a volver a hablar”.

“HABLÁBAMOS DE SEXO, PERO SEXO DURO”

“Y a partir de ahí empezó a hablar de sexo. Pero sexo duro —detalla María José, 58 años—, con las palabras más groseras que se puedan imaginar. Asqueroso. Vomitivo”.

María José, 58 años. Separada. Paciente del doctor Javier Criado entre los años 2007 y 2013.

María José, 58 años. Separada. Paciente del doctor Javier Criado entre los años 2007 y 2013. Fernando Ruso

Recuerda María José que el primer día salió horrorizada de la consulta. Llorando. Pero, como el resto, regresó. Dos veces a la semana. Y su marido, por separado, otras dos. A razón de 100 euros la consulta, 400 euros semanales. Durante cuatro años y medio.

“Salía de la consulta hecha una mierda. Me insultaba, me vejaba. Llegó a decirme: ‘Las mujeres sois como las bicicletas, se os quita la pintura y no valéis una peseta’. Imponía respeto y miedo”.

También la medicó. “Muchísimo, muy abundante, pastillas que te dejaban zombie. Y lo peor: me decía que mezclara las pastillas con el alcohol. Así, a lo bestia”.

Narra hoy María José que el psiquiatra Criado se hizo amigo del que por entonces era su marido. Salían las dos parejas. Juntos se iban a la casa de El Rocío, a Sotogrande, a viajes en barco… “Siempre a lo grande”, apunta María José.

—¿Quién pagaba?

—¿Qué quién pagaba? Pues mi marido, ¡¿quién iba a pagar?! También me sacaba regalos porque todo lo que yo llevaba se le antojaba. Sacaba una agenda de Loewe, él me la halagaba y me recordaba que era su cumpleaños.

“ME VOLVIÓ UNA DROGADICTA”

Excesos económicos y alcohólicos. “Yo le preguntaba que si con la medicación podía beber”, explica María José. “¡¿Cómo que no?! Tú puedes beber perfectamente, los dos primeros días te notarás rara. Pero luego ya, tu organismo se acostumbra…”, recuerda que le respondía Criado.

María José acabó internada en el Instituto Hipócrates, en Barcelona, en una clínica para tratar adicciones. “¡A mí me volvió una drogadicta! Al alcohol y a las pastillas. Él lo veía. Estaba a mi lado. Sabía que cada día bebía más. Llegó el momento en el que yo me levantaba y bebía, y así hasta por la noche. Él lo presenciaba. Y así estuvimos cuatro o cinco años”. Y María José empeoraba.

Javier Criado sentado en el sillón donde pasaba consulta.

Javier Criado sentado en el sillón donde pasaba consulta.

El psiquiatra también medió cuando María José trató de suicidarse. “Soy Javier Criado, esta mujer es paciente mía y yo me hago responsable de ella”, le dijo el galeno a los especialistas del Samur que la atendieron.

Como en otros casos, la terapia de Criado para María José incluía cuernos por prescripción médica. “Él me decía que para salvar mi matrimonio tenía que tener una amante. ‘¿Tú cómo crees que yo llevo mi matrimonio para adelante? ¡Pues porque yo estoy todo el día de putas! ¡¡Chiquilla ‘jártate’ de follar!!’. Eso me decía”.

Todas las mujeres saltan al unísono: “Así, así, así es Criado”.

“POR QUÉ NO HACEMOS EL AMOR, QUE YO LO HAGO MUY BIEN”

“Él me decía: ‘Vamos a ver, María José, si yo ahora cojo, echo el pestillo, bajo la persiana, nos desnudamos, te tumbas ahí en ese diván y hacemos el amor, que por cierto yo lo hago muy bien, ¿quién se va a enterar?”. Esa fue la única vez que me tiró los tejos. Sexualmente no me volvió a acosar. Pero me destrozó la vida, porque me hizo adicta al alcohol y eso me costó mi separación…”.

De las cinco mujeres sentadas en torno a la mesa, cuatro están separadas o divorciadas. Y la única que conserva el matrimonio a punto estuvo de perderlo por, asegura, culpa de Criado.

Pilar, usa un nombre inventado por miedo al qué dirán, llegó a la consulta del psiquiatra con su marido. Él había salido de un derrame cerebral en 2005, después de la intervención, y los cambios de humor, el matrimonio hacía aguas. Se decidieron por Criado por las columnas de opinión que el médico publicaba en ABC de Sevilla. Por ser alguien conservador, tradicional, bien relacionado y con un patrón ideológico del corte de su marido. Además, fue hermano mayor de la hermandad de Pasión, una de las más célebres de Sevilla, entre los años 1992 y 2000 y de 2008 hasta 2015. Dejó el cargo por las denuncias.

Muchas fueron archivadas por haber prescrito los hechos denunciados. En 2007 fueron archivadas otras por falta de pruebas. Solo una de las querellantes mantuvo su testimonio. Más de una treintena denunciaron a Criado ante el Colegio de Médicos de Sevilla.

A Pilar, como el resto de casos narrados, Criado los hizo ir por separado. “A él le decía que no hablase conmigo porque yo estaba enferma; a mí me decía lo mismo de él; puso una barrera en mi matrimonio”, recuerda Pilar.

A ella, que en principio no tenía problema alguno, le recetó Orfidal y Lexatin, que en dosis bajas alivia la ansiedad y en altas genera un efecto sedante. Pero Pilar nunca llegó a tomárselas.

En sus muchos encuentros, el sexo aparecía de forma recurrente en las conversaciones. “Me decía las barbaridades que tenía que hacer con mi marido en la cama. Que fuese una fiera en la cama”, explica. “Yo le decía a Criado que lo estaba pasando mal con mi marido, que él había dejado de quererme; y el me respondía: ‘Sí, pero luego los polvetes que te echa bien que te gustan’. En ese momento pensé que este tipo era un animal”, insiste Pilar.

Incrédulo, el círculo de amistades de Pilar empezó a desconfiar de las técnicas de Criado. Hasta que empezó a esconder sus visitas al gabinete del psiquiatra.

“SI EL DIABLO EXISTE, YA SABEMOS SU CARA”

“He estado incómoda en la consulta”, apunta Pilar, de 47 años. “No sentí peligro. Solo una vez, que me pidió un beso en vez de despedirnos con un apretón de manos. Y cuando me acerqué, el giró la cara para besarme en la boca. Menos mal que iba sin medicar”. Suspira. “Qué poco tuvo que ver en mí para no meterme mano. Y gracias a Dios —sigue Pilar—, porque estuve en la boca del lobo y no sé qué ángel de la guardia me sacó de allí”.

Le sacaba información de las amistades de su familia —bien relacionada—, del ámbito empresarial, le contaba otros casos que él llevaba de la sociedad sevillana, intentos de suicidio… Y así pasaban las sesiones y sus problemas seguían empeorando. Hasta que se fueron a otro psiquiatra.

“Si el diablo existe —sentencia Pilar— ya sabemos la cara que tiene”.

Marina hizo el camino contrario. Acudió a Criado para conseguir una segunda opinión médica para un familiar, al que diagnosticaron esquizofrenia. Tras la primera cita, sonó el teléfono de su casa. No había móviles, todo sucedió hace unos 40 años. Era el psiquiatra, quería que ella volviese a la consulta sola. Y ella fue.

Marina (nombre ficticio). 62 años, fue con un familiar suyo hace más de 40 años.

Marina (nombre ficticio). 62 años, fue con un familiar suyo hace más de 40 años. Fernando Ruso

“Me sorprendió que él me pidiera que hablásemos en privado”, apunta Marina —nombre inventado—. Tenía 25 años. También le chocó que no hubiese nadie en el recibidor. La invitó a su despacho y le explicó lo mal que estaba su familiar.

SE ME ABALANZÓ PARA BESARME

“Empezó a hacer sentirme muy mal. Me hizo llorar. Y se me acercó para consolarme —recuerda Marina, 62 años—, puso su mano en el hombro y quiso besarme. Se me echó encima. Me quité. Me levanté, puse mil excusas y salí corriendo de la consulta. Pero no dije nada. Además, nadie me creería. Él era un médico. Me llegué a castigar por creer que yo le había dado pie. Me sentí como una mujer sucia. Me gusta arreglarme, soy muy femenina y eso cambió mi actitud con los hombres. Me hizo desconfiar”.

Nunca volvió jamás a la consulta. Pero sí su familiar, porque necesitaba tratamiento. “Nos sacó un millón de pesetas y luego nos fuimos”. El nuevo psiquiatra, según recuerda Marina, se horrorizó con el testimonio de Marina y con el nulo efecto que las prácticas de Criado habían tenido con la persona con esquizofrenia.

“Criado es un manipulador”, denuncia Marina. “Te hipnotizaba”, completa Pilar. “Nos tenía abducidas”, subraya Carmen.

“Te embauca”, añade Puri. Ella fue por problemas familiares, fobias, ansiedad. Su primera consulta fue a finales de 1992; la última, un año después.

Puri, 63 años. Fue a consulta de Javier Criado desde finales del año 92 a finales del 93.

Puri, 63 años. Fue a consulta de Javier Criado desde finales del año 92 a finales del 93. Fernando Ruso

En el primer encuentro, él se presentó muy amigable, “muy campechano” y, como al resto, le pidió a su marido que saliese de la consulta porque tenía que hablar a solas con ella. “Yo estaba muy mal y me recetó muchas pastillas, muchas; también me habló de sexo”. Siguió yendo a las consultas todas las semanas. Los jueves.

Cobraba la consulta a 12.000 pesetas, siempre se pagaba al final. Otras veces se la dejaba gratis. “No sé por qué”, duda. Terminó pagando 16.000 pesetas por una hora de consulta.

“Tenía, y seguirá teniendo, una habilidad especial para hacerme depender de él. Yo estaba loca porque llegara a la semana que siguiente para acudir a la consulta”, confiesa Puri, de 63 años. El resto de mujeres refuerzan con sus gestos su discurso.

“TE PUEDES ACOSTAR CON QUIEN QUIERAS, CONMIGO SI QUIERES”

“Le contaba la vida íntima con mi marido de pe a pa y él me decía lo que estaba bien o estaba mal. Y me decía: ‘Tú eres rubia y alta y eso aquí no se da en Sevilla. Tú te puedes acostar con quien quieras, conmigo si quieres’. Y sigo sin saber por qué no me fui corriendo ese día”.

Siguió yendo hasta que sucedió algo de lo que nunca ha hablado. Hoy tampoco hablará. Está nerviosa y bebe agua. “Se me insinuaba —asegura—, no quiero profundizar”. Sí confirma que salió corriendo de la consulta y que en la puerta se topó con el pestillo. Que salió a la calle con ganas de vomitar. “No sé si de asco o de impresión”. Y que cada vez que se lo encuentra por la calle se cruza de acera. Se le pone el corazón a cien. Tiene miedo. 25 años después.

—¿Qué le dirían a las pacientes que actualmente se tratan en la consulta de Criado?

—[Todas]. ¡Que salgan corriendo!

“Es imposible que haya nadie con esa capacidad de hacer daño y que disfrute del daño que hace”, asegura Pilar.

—¿Se consideran víctimas de Criado?

—Puri: Yo sí, yo sí, yo sí. [El resto asiente con rotundidad].

“Me arruinó la vida —zanja María José—, perdí mi familia, mi salud, mis hijos…”.

El psiquiatra Javier Criado sigue manteniendo su consulta abierta en Sevilla. En el número 15 de la calle Alfalfa. Allí sigue el diván de los horrores. Ese que tantas veces apareció en las pesadillas de sus víctimas.