Dice Isaura, una joven de 26 años, que su compañera de trabajo Cati la ayudó "cuando más lo necesitaba": "Estábamos trabajando en el almacén, yo les contaba a mis compañeras que mi marido y yo estábamos mal y ella se acercó. Me abrazó y me dijo: 'Te entiendo, estoy pasando por algo parecido'". La conversación tuvo lugar en diciembre, dice Isaura. Ella lloraba y Cati le decía que lo que su marido ejercía sobre ella era maltrato psicológico: "Cati lo llamó 'maltrato con palabras'. Después me aconsejó acudir a un centro para mujeres".

Cati, Catalina Méndez García, tenía 48 años. El pasado miércoles 16 de agosto, a mediodía, su cuerpo fue hallado sin vida en el interior de un coche aparcado en la rotonda de Luis Cánovas, junto al polígono industrial El Saladar, en Totana (Murcia). En el asiento del conductor, otro cuerpo sin vida: el de Pedro Pérez, de 50 años, apodado el Pirri, pareja de Cati. Fue él quien asesinó a Cati pegándole un tiro; después él se suicidó, tal y como ha confirmado la Policía. El cuerpo de ella presentaba varias heridas, lo que significa que le disparó múltiples veces.

Tras ser asesinada, Cati deja huérfanos a tres hijos. Había nacido en Lorca y era vecina de Cazalla, una pedanía de dicha localidad. Era una persona querida, tanto por los vecinos como por sus compañeras de trabajo. Era empleada de Peregrin, una empresa que comercializa productos hortofrutícolas con base en Pulpí (Almería), a 40 minutos en coche desde Lorca. Su trabajo consistía en pesar y empaquetar brócolis, coliflores y lechugas en uno de los almacenes de Peregrin. Allí conoció a Isaura: "Desde que me ayudó me encantaba hablar con ella, era una persona con experiencia y veía la vida de una manera sencilla; era muy buena". Antes, Cati había trabajado en una tienda de ropa y también vendiendo cosméticos.

Cati se divorció hace años de Mateo, con quien tuvo tres hijos. Comenzó a salir con Pedro hacía un año. Isaura y otras compañeras la recuerdan "feliz al principio". "Después, por lo poco que contaba, él empezó a cambiar, se ponía agresivo". Ella decidió poner fin a la relación este verano, pero él acudía a menudo desde Mazarrón (de donde era) a Cazalla (donde ella vivía) para acosarla, tal y como ella explicó a la Guardia Civil en julio de este año. La llamaba, le escribía mensajes al móvil de manera constante y aparecía por su casa. Siempre le exigía que volviesen a estar juntos, pero ella se negaba.

Según fuentes de la investigación, y así lo explicó el delegado del Gobierno en la Región de Murcia, Antonio Sánchez Solís, Cati acudió a la Guardia Civil para pedir protección y ayuda: "Según la víctima, este hombre la estaba agobiando", apuntaba Solís, "pero al no recibir agresiones físicas ni insultos no quiso que figurase como denuncia por violencia de género", añadía.

Tan solo unas semanas antes de ser asesinada, Cati contactó con la Federación de Organizaciones de Mujeres de Lorca. En declaraciones a la cadena SER, la directora de dicha organización, Pilar Fernández, apuntó que la víctima "contó que tenía miedo y estaba asustada". "Tras ello le explicamos los pasos que tenía que dar para denunciar su caso".

El Facebook de otra de sus compañeras de trabajo, Cati Galera, se llenaba de mensajes de condolencias en una de las fotos en las que aparecía Cati Méndez. Muchos preguntaban si era una víctima del atentado en Barcelona, pues por desgracia la noticia se dio a conocer al día siguiente de su asesinato, el jueves 17, el mismo día que 15 personas fueron asesinadas en un doble atentado.

Irina G., asesinada en Valencia

Irina G. tenía 32 años, era de Rusia pero residía en Valencia. Fue asesinada el pasado 16 de julio por su pareja, quien fue detenido cuatro días después. Según la investigación, su agresor, con quien mantenía una relación, la mató a golpes en la cabeza y después prendió fuego a la casa para simular un incendio. La autopsia reveló que antes de incinerarse, recibió numerosos golpes que le provocaron la muerte. Antes de asesinarla, el agresor se había llevado al hijo de Irina, de siete años, quien ha quedado huérfano.

Irina G., de 38 años, y Catalina Méndez García, de 48, son las trigésimo novena y cuadragésima mujeres asesinadas por un hombre desde que comenzó el año. En España, en 2017, también han sido asesinadas Matilde de Castro, de 44 años; una mujer de 25 años cuyo nombre se desconoce; Blanca Esther Marqués, de 48; Toñi García Abad, de 33 años; María de los Ángeles, de 77 años; Virginia Ferradás, de 55 años; Cristina Martín Tesorero, de 38 años; Ana Belén y Ana, madre e hija de 46 y 18 años; Carmen González Ropero, de 79 años; J.D.L.M., de 40 años (solo se conocen las iniciales); Laura Nieto Navajas, de 26 años; María José Mateo García, de 51 años; Leidy Yuliana Díaz Alvarado, de 34 años; Margaret Stenning, de 79; una mujer de 91 años cuyo nombre se desconoce; Mariló Correa Pérez, de 47 años; Gloria Amparo Vásquez, de 48 años; Erika Lorena Bonilla Almendárez, de 32 años; Yurena López Henríquez, de 23 años; María Victoria Zanardi Maffiotte, de 44; Ana María Rosado, de 42 años; Andra Violeta Nitu, de 24 años; Raquel López, de 45; María del Rosario Luna, de 39 años; Eliana González Ortiz, de 27 años; Ana Hilda Linares Báez, de 55 años; Susana Galindo Moreno, de 55 años; Beatriz Ros García, de 30 años; Valentina Chirac, de 37; Encarnación Barrero Marín, de 39; Encarnación García Machado, de 57 años; Fadwa Talssi, de 29; Donna Cowley, de 47 años; Maria del Carmen Carricondo Reche, de 66; María Raquel Castaño Urbán, de 63 años; Ana Belén García Pérez, de 38; así como Marisela Arauz, de 48 años.

En total, la serie 'La vida de las víctimas' contabiliza 40 mujeres asesinadas. EL ESPAÑOL está relatando la vida de cada una de estas víctimas de un problema sistémico que entre 2003 y 2016 ya cuenta con 872 asesinadas por sus parejas o exparejas.

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